La Sonrisa de Guanteros llega a sus 90 años

Muchos, yo uno, y ya muy adultos, buscábamos y encontrábamos consuelo maternal a nuestras desdichas, insumo que muchas veces cerrábamos con el rezo del Santo Rosario para dejar las cosas en manos del Creador y de Nuestra Señora de los Dolores.


Comencemos por dar los respectivos créditos a Juan Diego Lopera: fue él, quien graduó a mi madre como La Sonrisa de Guanteros muy a propósito de su cumpleaños 90.

Un cinco de julio de 1934 en el sector El Molino ahí mismo en Entrerríos nació para ser parte de un ramillete de 10 hijos del hogar de mis abuelos Israel y Cruz y muy rápido arrancaron para el pueblo a la única calle que hoy le sobrevive a la modernidad que dan el cemento, los ladrillos y el hierro para conservar las viejas tapias y los techos entejados.

Después de un breve paso, estudiando en el colegio de las Hermanas de la Sabiduría en Bogotá y el riesgo de enrolarse definitivamente en las filas de la comunidad religiosa, conoció a mi padre, un hombre campesino con el que se unió en cristiano matrimonio en 1960, el mismo que honraron por treinta años hasta que él partió a la casa celestial en 1990.

En mis conversaciones con mi mamá traté de indagar sobre su vida de soltera, muchos detalles supe, en especial conocí de su rendimiento académico en la escuela lo que corroboré hasta que tuve acceso a sus cuadernos y notas de apunte en los que la ortografía y caligrafía hablaban muy bien de ella.  La tía Liliam hace mofa de un detalle que marcó su paso por la adolescencia y es que mi mamá, su hermana mayor, le mató un gallo para celebrarle sus quince años.

La niñez al lado de mi madre allá en el barrio Obrero en la década del 70 la marcó la observancia de un profundo respeto por mi padre Gabriel, respeto que era genuino y muy bien correspondido, y que seguramente apuntaba a la siembra de valores humanos y sociales en nosotros sus siete hijos.

No sé cómo le hacía, pero mi madre atendía compromisos cooperativistas con Cooprodecona, Coopecrédito, además participaba muy activamente en el Centro Cívico Pedro Antonio Roldán, en la Junta de Acción Comunal del barrio, y ni más faltaba que no estuviera atenta a lo que tenía qué ver con la Iglesia.

Aun así, tenía tiempo para asistir al abuelo Israel en el último tramo de su vida en 1974 en Medellín y a la abuela Cruz entre 1975 y 1979 ahí en la casa de Guanteros. Cumplido lo anterior, sus hijos siempre encontrábamos en ella el amor y la comprensión.

Muchos, yo uno, y ya muy adultos, buscábamos y encontrábamos consuelo maternal a nuestras desdichas, insumo que muchas veces cerrábamos con el rezo del Santo Rosario para dejar las cosas en manos del Creador y de Nuestra Señora de los Dolores.

Creíamos que mi mamá era la mamá de siete hijos, y qué equivocados estábamos, pues abrigo maternal en la mamá Angélica han encontrado muchos, algunos porque la vida no les permitió en su infancia el deleite y la compañía de ese ser tan maravilloso, otros porque experimentaron la dolorosa partida de la suya, y encontraron en la nuestra el dulce reemplazo.  Bienvenidos: ese Amor es tan grande que hay cupo para todos.

Mamá: estamos felices de tenerte con nosotros. Es una bendición celestial celebrar cumpleaños, y oírte responder con tu inocente sarcasmo que no tienes años porque todos te los gastaste. Así te burlas de ti misma y le sacas sonrisas a la gente que te pregunta por tu edad. Que la Sonrisa de Guanteros esté muchos, muchísimos años más para el deleite de tus hijos, sobrinos, vecinos y amigos que tanto te queremos. FELIZ CUMPLEAÑOS MAMÁ.

Norman Mesa Lopera

Comunicador Social de la Católica del Norte Fundación Universitaria. Activista de la cooperación como herramienta de crecimiento social y observador apasionado de la política. Las discusiones las termino con un silencio reflexivo.

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