La señora que marchó con tacones y el origen de la violencia colombiana

Cuando los insultos suben de tono – de Santos traidor, a Santos imbécil, a Santos gonorrea, a Santos maricón, a Santos hijueputa- las señoras se tapan la cara con vergüenza y sueltan una risa nerviosa. Miran para los lados buscando la confirmación de los maridos, de las hermanas o de las primas y se sonríen en franca complicidad. Los hombres, en cambio, proclaman los insultos a voz en cuello y miran hacia el cielo con orgullo, con las lágrimas a punto de brotar. Pero hay pocos hombres. Lo más increíble de esta marcha es la cantidad de mujeres que hay. También la cantidad inmensa de cuchos. En ninguna marcha de la que tenga constancia había visto tantos viejos como en esta: las protestas son terrenos de la juventud, de pelaos de pelo largo y peladas con el pelo cortico, de la fiesta, con los colores y las banderas del orgullo gay.  Acá, aunque suene increíble, las mujeres van maquilladas a protestar. Ah, otra cosa: esta es una marcha de blancos. Nunca antes había visto tantos ojos azules, pelos rubios y rostros quemados por el sol en este país de morochos. Ni en el country.

Los marchantes varían entre la rabia enloquecida cuando cantan “SANTOS TRAIDOR; SANTOS LADRÓN; SANTOS, GUERRILLERO, ENTREGATE TU FAMILIA TE ESPERA EN CUBA”, y la alegría cuando se encuentran con amigos y parientes. Muchos no paran de reír, y hay varios infantes de diferentes edades cogidos de las manos o en hombros de sus progenitores. Es una marcha internacional: aunque visten la camiseta de la selección Colombia se entonan cantos evocando a Cuba, a Venezuela, a Rusia; Chávez, Maduro, Leopoldo López. Es una marcha pobre en consignas en este mundo cada vez más pobre de ideas. La idea central es la reafirmación del expresidente Álvaro Uribe Vélez como la segunda venida de Jesucristo y la de Juan Manuel Santos como su Judas. La renuncia del presidente, el final de los diálogos de paz, el perdón de los presos del uribato: carteles que proclaman la inocencia de Noguera, Hurtado, del Castillo, Moreno, Arias y el larguísimo etcétera. La idea es irreal. Ni siquiera vale que alguno de esos presos haya admitido su culpabilidad y sapeado al Señor Tenebroso como un freno para el fanatismo del uribismo. Pero las señoras ignoran esto. Observan con admiración las proclamas de libertad y asienten con severidad.

Marcha 3Hay una proporción importante de millenials en la marcha. Gente que acaba de tener un bebé y es de la generación de Tomás y Jerónimo. Los cuerpos de gimnasio, las barbas cuidadas, el bebé llevado entre mantas en su cochecito. Sonríen con cuidado, el diseño de sonrisas emergiendo entre los labios rosados, se toman fotos. A los lados de la Avenida Oriental por donde la larguísima marcha transcurre, hay varios gamines dormidos. El silencio de la calle imperturbado por gritos de justicia social y paz sin impunidad. A ellos nadie los despierta, nadie los toca, nadie los mira. En esa Oriental, en esa Playa y en ese San Juan, que han visto tanto gato, tanta puta, tanto bazuco, tanto gamín, tanto estudiante, tanto cura, tanto funcionario de bajo rango, tanta gente que va los sábados a comerse un helado al parque San Antonio o a ir a estudiar a la Alianza Francesa, el desfile del gomelismo no solo es una impostación sino que es la fealdad de la hipocresía. Más que la falta de una conciencia política real es la falta de una conciencia. Esa tradición antioqueña para encontrar en el yo, en el trabajo individualista y en la acumulación de la riqueza una respuesta; en convertir “El Poblado” en un Beverly Hills anclado en una ciudad miserable que se hunde en una cloaca.  La misma clase que marcha hoy es la que como grupo ha permitido que este país sea un sitio tan inequitativo, violento y triste.

Aunque algunos señalen con admiración a Guillermo León Valencia Cossio, chillen de odio por Santos y de admiración por Tomás, Jerónimo y Plazas Vega, creo que solo una minoría está en la marcha porque tienen unas ideas políticas definidas. Muchos van porque ven el dólar encarecido y las posibilidades de pasear en Miami reducidas, porque esos indios con armas ochenteras que no los dejaban ir a la finca están a punto de caminar por las calles de una ciudad que es solo de ellos. Demuestra, antes que nada, el éxito en que las mentiras y el odio han formado una conciencia política antes prácticamente inexistente dentro de la burguesía.

Marcha 2

Esa burguesía es homogénea. Son blancos con los mismos rostros, piensan igual y van a las mismas iglesias, los mismos clubes, colegios y universidades. Son, con seguridad, educados, tienen la posibilidad y el tiempo de disfrutar de la música que les gusta, de las películas que les gusta, leen libros. Son felices, educan hijos y a diferencia de las ideas que defienden, no son criminales.  Son buenas personas que se visten de tennis Nike, Adidas, New Balance, camisetas de la selección Colombia Adidas, polos Ralph Laurent y Tommy Hilfiger, calzoncillos Calvin Klein; son los que vivieron y fueron felices en el país de Mapiripán, Bahía Portete, El Aro, La Rochela, Apartadó,  El Salado, Medellín. El fanatismo se compone de gritos fugaces y de largos silencios.  Los que marcharon son culpables de no haber marchado cuando de verdad valía la pena marchar. Pero esa culpabilidad no esta en manos de la derecha o del uribismo sino que la cargamos todos, los uribistas meramente están orgullosos.

Cuando ya me voy a ir veo a una cincuentona que además de varias capas de maquillaje en la cara tiene unos tacones largos de secretaria. Carga una pancarta exigiendo la renuncia de JuanPa y se ríe estruendosamente. No es muy difícil imaginarse como debe de ser su vida. Tampoco lo es cómo debió haber sido la de sus padres o puede que sea la de sus hijos.  Chilla de admiración por Luis Alfredo Ramos y la cara se le contorsiona a la menor mención del presidente.  En esos ojillos azules escondidos por el rubor hay un miedo real: sabe que las cosas están cambiando.

Simón Murillo Melo

Acabé de entrar a periodismo en la de Antioquia. Me gustan los árboles, los cómics y las series animadas. Prefiero hablar de mis amigos que de mí mismo.

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