“El hombre no solamente tiene que luchar contra el peligro por sobrevivir, luchar por no morir de hambre y ser herido, sino también contra lo específicamente humano: El peligro de volverse loco. No sólo tiene que protegerse del peligro de perder la vida, sino también del peligro de perder la razón.” Erich Fromm, psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista.
La salud mental está hoy en primerísima línea y es una preocupación permanente entre nosotros, en el gobierno y la clase dirigente, así como en muchos países del mundo. Todo esto a partir de la pandemia que socavó todas las defensas psicológicas individuales, sociales lo que trajo como principal consecuencia funesta una gran ola de incremento de suicidios, especialmente en jóvenes, que ahora sufrimos y lamentamos día a día.
Las medidas que se han tomado para enfrentar este tan grave problema, son las que se derivan principalmente de enfocar el suicidio como un grave trastorno psicológico y enfermedad mental, que en la urgencia son las correctas y adecuadas. Sin embargo, este triste momento que se vive tiene que llamar la atención e invitar a ir mucho más allá de solo enfocar la salud mental como ausencia de trastorno o enfermedad, aun cuando la Organización Mundial de la Salud la define como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad”.
La salud mental es cada vez más un saber vivir, contar con la entereza y la sabiduría para hacerse cargo del hecho de estar vivos. Vivir en armonía con la propia naturaleza, eso es la salud. Varios sociólogos y psicólogos, dicen que una persona disfruta de salud mental cuando está bien adaptada a la sociedad, cuando funciona bien de acuerdo con las normas de la sociedad en que vive. Así, es la sociedad o el Estado el que constituye la medida y no el hombre. Muchos de los hombres de hoy están enajenados. Son extraños a sí mismos y a sus semejantes. En el proceso de producir cosas se han convertido en cosas y las cosas no sienten, las cosas no tienen convicciones, dice Erich Fromm, en artículo que vale la pena reseñar brevemente.
Hombres adaptados plenamente a la sociedad son al mismo tiempo un hombre que es terriblemente inhumano, lo que se muestra descarnadamente en la gran barbarie de la guerra de Israel y Gaza
La sociedad moderna de masas ha creado un nuevo problema, ya no tanto el del mal, sino el de una nueva inhumanidad, la inhumanidad del robotizado, del esclavo de los sistemas, del hombre transformado en una cosa, del hombre que no siente porque ha sido transformado en una cosa. El problema afincado en esta sociedad moderna es, tanto en sociedades, estados y gobiernos de occidente como de oriente, que tantos hombres que se han adaptado plenamente a la sociedad son al mismo tiempo un hombre, paradójica y terriblemente, inhumano, lo que hoy se muestra descarnadamente en la gran barbarie de la guerra de Israel y Gaza. El concepto humanista tiene ciertas premisas generales, siendo una de las primeras que el hombre no fue hecho fundamentalmente para el Estado y su sociedad, sino que el Estado y la sociedad deben servir al hombre. Plantea Fromm
La salud mental tiene que ver “con la superación del narcisismo y con esto, para formularlo de un modo positivo, alcanzar la meta del amor y la objetividad; con la superación de la enajenación y así alcanzar identidad e independencia; con la superación de la enemistad y con ello la capacidad de vivir pacíficamente y finalmente lograr ser productivo”. Así como hay cosas buenas y malas para la salud general del hombre, también las hay para la vida mental. Algunas estimulan el desarrollo del hombre y otras lo impiden. El hombre y la sociedad forman una unidad y como la sociedad ejerce una gran influencia sobre él, es imposible separar la salud mental de la sociedad en cuestión. Es así como Fromm reformuló la conocida frase latina “Mens sana in corpore sano” en: “Mens sana in societate sana”.
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