“El reacomodo del equipo político que acompañará a su presidente en su tercer año de gobierno es indicativo de una alianza entre la izquierda, el «santismo» y las fuerzas ideológicas que impusieron a Colombia el acuerdo de La Habana. Hoja de ruta de una maquiavélica convergencia de intereses que ayudará a desconocer los resultados de una consulta al pueblo en las urnas”
Cada vez es más evidente que Gustavo Francisco Petro Urrego intenta imponer su ideología progresista en colaboración con cuestionables nombres de la casta política colombiana. Paso a paso se está tejiendo una estrategia que no pasa de ser un intento por compensar el impacto negativo que su liderazgo ha tenido en el electorado. La agenda política de la nación indica que se está conformando una coalición como punto de inflexión para reposicionar el camino de la izquierda, disipar las tendencias extremistas y presentarse como una opción que se inclina hacia el centroizquierda. El progresismo socialista está inmerso en un proceso de reagrupación ideológica con el objetivo de recuperar las mayorías que ya ha perdido. La retórica anti-constituyente, que ahora se quiere vender, recuerda a las tácticas verbales empleadas por los «santistas», para desconocer el plebiscito del 2 de octubre de 2016 e imponer su santa voluntad. La estrategia de desprestigiar y ocultar la verdad parece ser el punto en común entre dos individuos de considerable ego, Juan Manuel Santos Calderón y su dignatario.
El apoyo de Ernesto Samper Pizano a las políticas del gobierno de Petro Urrego tiene el potencial de crear un ambiente de polarización, falsedad y traición. A esto se suman los vínculos y tentáculos que se han expandido con la incómoda presencia de Juan Fernando Cristo Bustos, Roy Leonardo Barreras Montealegre, Armando Alberto Benedetti Villaneda, Hernando Alfonso Prada Gil, Jaime Dussán Calderón y Guillermo Rivera Flórez, entre otros, miembros de los «santistas», que hacen parte del gobierno del cambio. Esto recuerda un pasado político ligado a apellidos de casta gubernamental y calanchines que impusieron un acuerdo de paz imperfecto. Entorno de felonía y corrupción que malgasta millones en una doctrina que solo ha servido para crear mayor burocracia en instituciones que giran alrededor de las FARC/Comunes y aquellos actores que estuvieron al margen de la ley y hoy exclaman que necesitan más y más.
Su presidente afirma tener un compromiso con la paz total y la equidad social, sin embargo, sus acciones y declaraciones, pasadas y presentes, sugieren lo contrario. Es un Judas político que, desde su pensamiento beligerante como ex-militante del M-19, converge con las disidencias de las FARC, el ELN, las primeras líneas, los paramilitares y demás «gestores de paz», en pro de una obsesión: que le otorguen el Premio Nobel de Paz, como ya lo hizo Juan Manuel Santos Calderón. La proximidad de Gustavo Francisco Petro Urrego a las políticas socialistas de Cuba y Venezuela indica que es el típico político que se aprovecha de todo, y de todos, con tal de lograr sus propósitos. No se debe olvidar que su mandatario llegó al poder gracias a las maquinarias que crearon una narrativa de inconformismo, grupos ideológicos que promovieron un pacto histórico por Colombia y que ahora son responsables de las desgracias ajenas. Actores políticos que poco a poco retroceden y ahora son acusados de intentar frustrar los esfuerzos de la izquierda por lograr el cambio.
La tendencia de los colombianos a recordar los acontecimientos del pasado de manera limitada y sesgada aumenta la probabilidad de que, mediante el uso del lenguaje, los actores políticos de hoy busquen presentarse bajo una luz diferente, con trajes que los distancien de la ideología «progresista» que defiende a bandidos, terroristas y narcotraficantes en la búsqueda de la paz total. La alianza entre la izquierda y los liberales es un claro indicio del deterioro del discurso político. El nombramiento de Juan Fernando Cristo Bustos sugiere un posible trueque entre «santismo» y «petrismo» que podría allanar el camino a Juan Manuel Santos Calderón hacia un papel preponderante dentro de una organización internacional. La decisión de distanciarse de la Asamblea Constituyente es un movimiento calculado del ex-presidente colombiano, que demuestra hasta qué punto está dispuesto a engañar a todo un país, tal y como lo hizo anteriormente cuando afirmó que los ex-FARC no tendrían escaños libres en el legislativo y que habría condenas para ellos.
Quienes hicieron parte del aparato político del Estado entre 2010 y 2018 hoy son alfiles del gobierno, curiosamente están reencauchados con la administración de Gustavo Francisco Petro Urrego. Convergencia de intereses que devela que aquellos que hoy apoyan las reformas, la propuesta de cambio, son los mismos que cambiaron un NO del pueblo en el plebiscito por la imposición soterrada de un acuerdo imperfecto construido en La Habana. La cercanía de la izquierda, en un papel de cogobierno, con quienes antes ha criticado y acusado de formar parte de las élites que durante más de 60 años se han repartido el país con guerrillas, paramilitares, narcotraficantes, y otros actores del conflicto social más antiguo del continente, llama a preguntarse qué hay detrás de esa alianza. La raíz de los problemas actuales de Colombia se remonta a la aplicación de una política de paz diseñada por Juan Manuel Santos Calderón, iniciativa gubernamental que está siendo materializada ahora por su dignatario, apuesta administrativa que demuestra que eso del cambio es puro cuento.
Juan Manuel Santos Calderón fue el cáncer que hoy hace metástasis en Colombia con Gustavo Francisco Petro Urrego. La afición de su presidente por la autopromoción y la hipérbole le ha llevado a hacer declaraciones contradictorias al electorado. Sus acciones no son consecuentes con sus palabras populistas. Las políticas progresistas que se están aplicando actualmente en el país están dañando la confianza de los inversores. A esto se suma la marrulla constituyente y la amplia corrupción, que está conduciendo a una espiral de transformación que no respeta la normativa vigente y muestra las nefastas intenciones de la izquierda. Las falsas promesas de quienes abanderan el progresismo socialista revelan que son una mera fachada de cambio, traición e incumplimiento. Pretenden ganarse el apoyo del pueblo prometiendo la paz. Su mandatario ha hecho numerosas promesas que ahora están resultando difíciles de cumplir, y ha ocultado información que es directamente relevante para sus intenciones y acciones en el ejercicio del poder.
La combinación de ideología comunista con la politiquería, el engaño y la traición no sirve de nada en ningún entorno gubernamental. El beneficio para el país está por encima de toda intención de cambio. El ex-presidente colombiano hoy se constituye como el poder detrás del poder, pretende ser «inexistente» pero tiene sus tentáculos en la política nacional. Juan Manuel Santos Calderón se reunió un día con Gustavo Francisco Petro Urrego y al día siguiente tenía nuevo Ministro del Interior. Es claro que el camino del cambio es sinónimo de clientelismo, burocracia, trampa, ego, vanidad y falsa superioridad. Es muy preocupante que quienes tienen la intención de imponer una dictadura socialista en Colombia hayan ganado el control del país. La actual administración ha llevado la política a un nuevo nivel, dañando todo lo existente y llevándose a la nación en el proceso.
La situación actual de Colombia no es el resultado de factores ideológicos o de traición. Más bien, es la consecuencia de la falta de conciencia histórica del país, que ha llevado a la repetición de errores del pasado. El nuevo aliado del «petrismo» tiene un nombre claro y concreto: Juan Manuel Santos Calderón. Se trata de un hombre con una camaleónica sed de poder. Un sujeto que facilitó impunemente la reivindicación de la ideología guerrillera abrió paso para el aumento significativo de la producción de coca, y empoderó a la delincuencia. Político de la vieja escuela que colaboró estrechamente con Juan Fernando Cristo Bustos, Roy Leonardo Barreras Montealegre, Armando Alberto Benedetti Villaneda, Hernando Alfonso Prada Gil, Jaime Dussán Calderón y Guillermo Rivera Flórez, entre otros, para allanarle el camino a Gustavo Francisco Petro Urrego, y, en consecuencia, hoy los tiene en su equipo de gobierno.
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