Resulta excesivamente preocupante la situación actual de Colombia debido al (NAF) “Nuevo acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” que se pactó con las Farc. Se implementará un régimen totalitarista-marxista-leninista opresor de las libertades individuales, los derechos fundamentales, la democracia, y la dignidad humana.
Toda ideología concebida por actores revolucionarios trae consigo represión, ruina y miseria, históricamente lo hemos comprobado. De la misma manera, ocurre con la economía y la distribución de la tierra. El latifundio ha sido el principal enemigo de las Farc durante más de 50 años, toda vez que proliferan el rechazo de la concentración de la tierra, ignorando que el mismo fue indispensable para el desarrollo agrícola de este país. No existe guerrilla que conciba el próspero desarrollo económico de la nación de manera sensata, en la medida en que siempre propenderán por la opresión en cualquier ámbito de la idónea gobernabilidad. Para un revolucionario jamás será acertada alguna propuesta económica que produzca riqueza, sin motivo de causa, sostienen que la misma es abusiva y arbitraria, cuando en realidad, el único aspecto despreciable es el que ellos profanan, consistente en la abolición de la propiedad privada. No falta quien nos tilde de mentirosos, otrora se trata de una cruda e indiscutible realidad: Las ideologías marxistas-leninistas, son simple y llanamente, la prostitución del desarrollo y de la democracia.
Un modelo plagado de fracasos y desaciertos encaminados a desbaratar cualquier espectro estable de progreso social no es más que una apología a la desgracia, y ello no es lo que queremos para Colombia. Tal vez, algunos tilden de absurda la posibilidad de que nuestra nación se convierta en Cuba o Venezuela- y cuánto desearíamos que no fuera así- no obstante, estamos cada vez más cerca de dicha situación desde que el Gobierno avaló despóticamente el NAF.
En esta tierra ha comenzado a operar la doctrina ‘comunista revolucionaria’, no porque el pueblo la hubiere aprobado, sino por la decisión vanidosa y autoritaria de un hombre que no conoce de palabra ni de valor: Juan Manuel Santos Calderón, el peor presidente de toda nuestra patria, claro que con él, se disputan dicho título sujetos detestables como César Gaviria y Ernesto Samper. El pueblo enardecido rechazó la bicoca organizada en la Habana, y lo hizo porque tenía plena certeza de que era lo acertado; infortunadamente nada sirvió porque el indigno mandatario, haciendo eco al Chapulín Colorado, tenía todo fríamente calculado: Utilizar con la complicidad de la Corte Constitucional un mecanismo abruptamente arbitrario para desconocer el sagrado veredicto popular, denominado ‘Fast Track’.
De esta manera, el NAF le permite a las Farc actuar dentro del marco aparente de la legalidad institucional, suprimiendo su carácter marcado de organización terrorista-subversiva. Los cabecillas no necesitarán de las armas para conquistar el poder porque han logrado tal cometido con lo que ilegítimamente les han concedido.
Las políticas dispuestas en el NAF comenzarán a implementarse próximamente, arrojando con toda seguridad, resultados nefastos para las finanzas del Estado. Es evidente que el Gobierno no tiene con qué financiar todo lo ‘acordado’. Tampoco podemos olvidar los acuerdos verbales que no están consignados, pero que indefectiblemente han otorgado. Por otro lado, fuentes plenamente serias, han manifestado que desde la Habana, el “ex-general” Naranjo ha convenido con los cabecillas terroristas, planes efectivos para erradicar y corretear a todo aquel que se oponga a lo estipulado, y para ello han organizado el execrable ‘Tribunal Especial de delegados de las Farc’.
La certeza actual radica en que no sabemos si habrá o no impunidad. Únicamente y de manera genuina tenemos clara, hasta ahora, una etapa realmente tenebrosa que pretenden consolidar. Afortunadamente, contrario sensu, sabemos que en el 2018 el rumbo podremos retomar, a través de la senda de la seguridad y estabilidad democrática.
La decisión nos asiste en la contienda electoral para la Presidencia de la República, allí será menester retomar el rumbo de la prosperidad. Por lo pronto, debemos admitir que se ha prolongado una revolución triunfante que pretende tomarse el poder bajo la exculpación de lograr ‘la paz’; paz que constituye la desentonada sonoridad de una burda bofetada.