Si por algo nos hemos caracterizado los medellinenses, es por exaltar a nuestra ciudad. Nos sentimos orgullosos de Medellín a pesar de la nefasta herencia que nos dejó el narcotráfico, que poco a poco, la resiliencia que caracteriza a su gente, va enterrando en el pasado. Medellín tiene infinidad de avances que son dignos de reconocimiento, sin embargo, lo que nos convoca en esta columna, es a mi juicio, el principal problema de la ciudad: la abrumadora omisión del alcalde en materia de desigualdad.
En 1997, Jorge Orlando Melo exponía en una conferencia que “los medellinenses viven en espacios que parecen estar a centenares de años unos de otros, pero se mueven en forma similar, en el metro o los lentos buses, y se congregan en los mismos sitios de trabajo, ya predominantemente comerciales y de servicio. Sus espacios de formación y diversión, sin embargo, son muy diferentes: colegios con zonas verdes, que tienden a alejarse de la ciudad, y colegios públicos con arquitectura de cárceles, cajas de sardinas de varios pisos, en ladrillo sin recubrir, donde se amontonan miles de adolescentes”. Lo anterior, es consecuencia de una serie de administraciones que solo miraban la Medellín productiva y no se interesaban en la Medellín marginal y compleja, donde se encontraba el verdadero campo de acción de lo político.
Esa forma de gobernar cambió drásticamente en el 2004 con la llegada de Sergio Fajardo, donde cae la tradicional clase política y llega una nueva alternativa. La continuidad y refinamiento de las políticas de Fajardo por parte de su sucesor y secretario de gobierno durante gran parte de su gestión, Alonso Salazar, quien permitió cambiarle la cara a la ciudad en materia de desigualdad. A la llegada de Fajardo, según fuentes oficiales, la ciudad contaba con un coeficiente de Gini (por medio del cual se mide el nivel de desigualdad de una población específica, donde 0 es lo menos desigual y 1 es lo más desigual) de 0,56 y tras dos gobiernos –Fajardo, Salazar- con un fuerte contenido de programas sociales, la ciudad para el año 2011 contaba con un coeficiente de Gini de 0,51. A través de una gigantesca inversión social y la acupuntura urbana (intervenciones en materia de infraestructura en las zonas más marginales), se logró reducir la brecha entre ricos y pobres, llevar las mejores oportunidades para los que más las necesitan e ir rompiendo la dicotomía norte-sur.
El sucesor de Salazar, Aníbal Gaviria (2012-2015) continuó con el compromiso directo de luchar contra la desigualdad, mediante intervenciones estratégicas (en lo social principalmente) en las zonas más necesitadas del municipio, dejando a la ciudad con un coeficiente de Gini de 0,49, el más bajo desde que se hace la medición.
Llegó el 2016, y con el nuevo año, una nueva administración en cabeza de Federico Gutiérrez, quien gracias a las actuaciones de sus predecesores, logró entrar con gran facilidad a las zonas más marginales de la ciudad (que tiempo atrás eran zonas prohibidas) en su campaña a la alcaldía, a hacer promesas políticas en materia de inversión social. Lo que prometió en campaña, lo catapultó al ente municipal, en donde cambió el sistema de valores que había reinado en las administraciones anteriores, donde se veía la ciudad no solo como un espacio seguro para habitar, sino como un entorno generoso que por medio de las oportunidades permitía la realización de las personas bajo condiciones dignas. Ahora, solo importa que la ciudad esté segura, así esté deshabitada, bajo el enfoque coercitivo y policial, sin importar más nada; ignorando el valioso papel de la inversión social como medio para luchar contra la criminalidad.
Vuelvo a citar a Melo, quien en la misma conferencia plantea que “el espacio urbano de los años recientes se fragmenta y explota en una rezonificación imaginaria, que reproduce lo que los dirigentes de la ciudad pusieron en sus normas urbanas: la doble ciudad, la del norte y la del sur, de los pobres y los ricos, de la gente bien y los delincuentes, en las que los habitantes de las comunas del norte se desplazan diariamente al resto de la ciudad, mientras que los habitantes de clase media y alta no conocen la mitad de su ciudad”.
Aquella Medellín adelante y sin reversa, solidaria y competitiva que era un hogar para la vida, se está fragmentado cada vez más, solo porque no “cuenta con vos”, Federico. Como van las cosas, va a pasar a la historia no por su acción, sino por su omisión frente a la frágil y desigual Medellín.
Aclaro, la solución a los problemas no es mediante una administración paternalista, pues con el tiempo se vuelve problemática y perjudicial, sin embargo, una administración tiene la obligación de brindar la posibilidad y las oportunidades, para que aquellas no dependan de la cuna.