La semana pasada el presidente republicano se dirigió hacia el congreso y la nación en un discurso lleno de optimismo. De todos los temas tratados, el señor Trump se enfocó en temas económicos y de su ya famosa reforma tributaria que, según su discurso, librará a las empresas de una carga enorme y hará que la clase media prospere al reducir el impuesto a la renta.
Estas promesas de reducción de impuestos vendrían acompañadas de un aumento en el gasto público tanto en defensa como en infraestructura así como un impulso a la industria del petróleo y al sector financiero a través de estímulos y desregulación respectivamente generando de esta manera, un crecimiento del PIB.
Parece ser que de estos argumentos se desprende la política del señor Trump: aumentar el PIB del país a través del sector privado y vía estímulos estatales. Los economistas estaríamos felices al ver tal plan de gobierno: aumentar el poder adquisitivo de las personas, liberar la economía y otorgar estímulos a sectores estratégicos sobretodo a la hora de generar empleo sin embargo, el señor Trump se enfrenta tres obstáculos enormes para que su política tenga éxito: El límite de deuda, el aumento en las tasas de interés y el comportamiento de los individuos.
En primer lugar, un aumento del gasto público y una reducción de impuestos traería consigo inevitablemente un aumento en el déficit primario de los Estados Unidos dejando, como una opción, la financiación a través de deuda. De financiarse esta manera los déficits fiscales, el gobierno del señor Trump tendría un margen de maniobra corto ya que en los últimos años, el techo de la deuda se ha alcanzado lo que ha generado temores de una parálisis del gobierno federal. Adicionalmente, esta estrategia solo sería efectiva si se logra aumentar el PIB de tal manera que la senda de largo plazo de la deuda sea sostenible sin embargo, de no cumplirse esto, el presidente estadounidense estaría llevado a su economía a una trayectoria explosiva de la deuda lo cual, como lo ha mostrado el caso griego, tiene consecuencias nefastas.
En segundo lugar, la política fiscal expansiva estaría acompañada de una política monetaria contractiva (un aumento de las tasas de interés) que evitaría que los individuos a pesar de percibir mayor riqueza, prefiriesen ahorrar en vez de consumir lo que sin duda llevaría la fracaso de la política económica del señor Trump. Finalmente, y en línea con el aumento de las tasas de interés de la FED y el techo de la deuda norteamericana, los individuos podrían prever que esta reducción en la tasa impositiva sería temporal lo que llevaría a que los ingresos extras que perciben los ahorren para solventar futuros aumentos en los impuestos y de esta manera, mantener constante el consumo de los individuos llevando de esta manera a un fracaso de política fiscal y a una trayectoria explosiva de la deuda.
Queda entonces esperar el articulado de la reforma tributaria con el fin de hacer un análisis más profundo, sin embargo el inquilino de la casa blanca parece ser lo que denominamos los economistas un individuo amante al riesgo que al ver una fuente de ingresos aún con bajas probabilidades de alcanzarlos se lanza al juego de las probabilidades.