La tarea de la educación es forjar el pensamiento, esto es, enseñar a pensar. Y la función del pensamiento consiste en la argumentación, el diálogo, la síntesis, la conexión que se versa sobre alguna temática. Ahora bien, esa temática que nos convoca en la conversación puede ser, en cualquiera de sus matices, un diálogo que construye el mundo. El pensamiento, después la palabra compartida y finalmente la realidad que se hace tangible, creíble, habitable. El pensamiento es en cierta medida una constante crítica, una aprobación que se evalúa con la experiencia y la agudeza, que replantea y reconsidera lo establecido para generar el cambio, que es la vida. Porque la vida se conserva únicamente en el cambio y en la incomodidad, en la problematicidad de la misma que abre nuevas sendas, nuevas posibilidades. Es pues desde el pensamiento crítico desde donde debe partir la educación y la construcción de nuestras sociedades, desde una crítica que ahonde las profundidades de cada problema que nos apela, desde una crítica que madure a cada paso y se exija tanto como exige a lo criticado, es decir, que ponga límites cautelosos pero precisos.
Nuestra cultura colombiana, con una larga tradición de gramáticos conservadores que dirigieron el futuro de nuestro país por mucho tiempo, nuestro pasado, que de una u otra manera nos dirige, se encuentra pausada en el letargo del tiempo, se pierde en el aprendizaje mecánico y en la información memorizada, en las reglas y las fórmulas. Hemos olvidado la función de las palabras de hacerse realidad. Si acaso las utilizamos para discutir, entonces ellas no generan más que odio y resentimiento porque tememos la autoridad, la tememos desde siempre y a veces quizás con alguna razón oculta justificada en las penumbras del pasado que suelen asecharnos sin que nos demos cuenta. La valentía, el coraje de la crítica que se soporta en el pensamiento cauteloso es la garantía de una sociedad que asume su realidad como propia y constituye una identidad que se propone proyectar, esto es; el futuro de Colombia y de América Latina.
Especialmente en Colombia, un territorio asediado por una historia que preferimos olvidar, que recordamos con angustia, que despreciamos con temor o que ignoramos con recelo, la
crítica es el camino a la lucha contra la ignorancia que aceptamos. La crítica como reivindicación de nuestra realidad que se haga práctica desde lo individual y lo colectivo, que sitúe a cada persona, a cada integrante de la sociedad como un causal de participación y de democracia y ésta sea al fin una justificación a nuestra existencia frente a los otros y frente a los agobios y los hastíos del mundo contemporáneo.
La crítica es la vuelta del pensamiento sobre sí mismo y, por lo tanto, la afirmación continua del individuo, esto es, su consolidación en el tiempo, su consciencia del espacio y el tiempo en que habita y la responsabilidad que recae sobre sí, su oportunidad de ser en el pasar de la historia, de cambiar la realidad y de participar de ella estableciendo un juicio, un juicio que pertenece al ser humano.
Por: Maria Camila Restrepo
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