“Este individuo recién nacido resulta, antes bien, una buena noticia. Si se ponen en la balanza los inconvenientes de lo que los viejos cascarrabias llaman “egoísmo” junto con los crímenes cometidos por y la para la libido de pertenencia, —cientos de millones de muertos— ,amo a estos jóvenes con toda mi alma”. Michel Serres-Pulgarcita.
Son tiempos extraños, sin importar lo conectados que estén los ciudadanos, más desinformados y manipulables son. Tal verdad me genera la siguiente pregunta ¿Ante la política, los usuarios administran la internet y las redes sociales como quieren, o lo hacen según cómo pueden?
Hay que ver cómo en América el ascenso al poder de los discursos más radicales de la derecha, necesitó del marketing político digital y de la endémica tendencia por abolir la corrección política de los discursos; tal osadía de jugar con el cuerpo electoral durante las campañas presidenciales, a través de posverdades y tendencias identitarias, es una profanidad que hasta ahora solo los candidatos de derecha han aprovechado, incluso llegando a violar los datos personales de millones de personas, todo con tal de subir al poder.
Es que, a decir verdad, el marketing político digital es tan nuevo (desde el famoso “Change We Can Believe In” de Barack Obama en el 2008), que hasta ahora un sector especializado de la sociedad comprende el poder que tienen las redes sociales para hacer democracia, en especial el poder que ejercen sobre consumidores que las utilizan como si se tratasen de medios de comunicación. Por eso creo que solo pueden ser los intereses más turbios, como por ejemplo el de las arcas de un puñado de empresas privadas, los encargados de arriesgarse a patrocinar, a mi parecer, este dantesco crimen electoral de engañar votantes a través de desinformación y confusión.
El marketing político digital no es ilegal, lo que debería ser ilegal es el objetivo de generar confusión y desinformación para incidir en el voto de un ciudadano a través de las herramientas digitales.
El quid del asunto es que, hasta el momento, los proveedores informáticos que se destacan por el manejo de algoritmos han utilizado las zonas grises que se desprenden de las políticas de uso de plataformas como WhatsApp y Facebook, no para transgredir ni robar, sino para manipular datos, la manipulación en estos casos se hace con el fin de generar contenido y utilizarlo luego para soliviantar a los usuarios.
No es que las normas que regulan la protección de datos personales sea inútil, lo que sucede es que los usuarios ostentan la plena libertad de decidir qué compartir a través de sus redes, pues tal derecho hace parte de la democratización de la información y por lo tanto, las zonas grises en las políticas de uso en las plataformas, son más extensas y más fáciles de acomodar en provecho de los proveedores informáticos que trabajan para candidatos como Trump y Bolsonaro.
En nuestro país como en Brasil, las cadenas de WhatsApp propagaron información falsa, y al igual que Bolsonaro y Trump, son muchos los representantes de la derecha que también utilizan una comunicación políticamente incorrecta para llamar la atención en redes, pues está demostrado que son los discursos de odio los más proclives a masificarse, un ejemplo de esto es María Fernanda Cabal y Alberto Bernal.
Es por eso que resulta muy gracioso que sea la derecha sectaria en este país, la primera en señalar de frívola a la juventud en redes sociales, a quienes muchas veces encapsulan como ignorantes, inmaduros y ajenos a la historia política del país, cuando ellos, desde su profanidad necesitan sacarle el mejor partido a las herramientas de comunicación digital en aras del poder, con esa vanidad que solo el desprecio hacia el criterio de activistas y periodistas jóvenes les genera.
Es apenas obvio, aquel sector político sectario necesita buscar la manera de empobrecer y estigmatizar el discurso del periodismo y del activismo independiente, necesitan a toda costa hacerle creer a miles de personas que entran por primera vez a una red social, que lo que se debate allí adentro es puro activismo de sillón, que no vale, que no tiene sentido; mientras tanto ellos utilizan las redes para desinformar, dándole el valor a las redes que otros no les dan, más por conveniencia que por cualquier otra cosa.
Me asusta, por ejemplo, que en un país como el de nosotros en donde un partido político como la unión patriótica desapareció, a causa del terror sistemático de una política que le negó la transición a la vida civil a los adscritos, sea proclive a normalizar la estigmatización y persecución de quienes piensan distinto a través de las redes, o tendiente a la proliferación de políticos egocéntricos capaces de mandar a callar y rectificar a través de DM´s los contenidos que no les son favorables. Es absurdo, pero todo lo que pueda ocurrir hoy en día a través de esta Era de las comunicaciones, por muy simbólico que sea, podría matar la democracia.
Basta ver lo que hizo Trump con la neutralidad de la internet, un miedo súbito que me llega cada que escucho las vertientes más radicales de esta nueva derecha políticamente incorrecta y llena de posverdades, pues sé lo que las redes y la internet son capaces de hacer por un país en crisis, como romper el muro de contención que es la censura.
Es sencillo, la mercadotecnia política cambió, hoy es otra, y nosotros los gobernados, también cambiamos; somos distintos, ingerimos la política de otra forma. Una realidad que me alegra tanto como a Michel Serres, el filósofo francés quien a través de su libro ‘Pulgarcita’ explica que la política hoy es un asunto de los que simplemente escogen ser decididos.