La Primera Línea, un nuevo enemigo público de la derecha para mantener el discurso de la seguridad

El fenómeno de la “primera línea” comenzó a tener trascendencia en Colombia a partir de las protestas en el año 2019. Este concepto de defensa de los marchantes o de las personas que protestaban por las políticas de gobiernos de derecha que generaron un cúmulo de demandas ciudadanas represadas y por el incumplimiento en las negociaciones por parte de esos gobiernos durante paros anteriores. Esto llevó a las calles a miles de ciudadanos entre jóvenes, mujeres, ambientalistas, LGTBIQ, animalistas, trabajadores, sindicalistas y demás colectivos de ciudadanos que clamaban por las reformas profundas que necesitaba el país.

Ante el abuso de la fuerza de choque como la policía y el ESMAD, en contra de los manifestantes, las violaciones a los derechos humanos y hasta desapariciones. Les tocó a los manifestantes organizarse para contrarrestar la fuerza brutal de los escuadrones anti disturbios, teniendo como referente las formas de autoprotección que se adaptaron de las protestas de Hong Kong y Chile, encontrando así una estrategia diferente a la de confortar de manera violenta o noviolenta a los antimotines.

Ya la experiencia había mostrado que el enfrentamiento violento contra las fuerzas de choque de la policía colocaba en desventaja a los manifestantes y las acciones noviolentas eran poco aplicadas o entendidas y a la final el objetivo terminaba quebrándose por algún tipo de infiltrado o por no tener la preparación suficiente para este tipo de estrategias.

El término de “primera línea” no es propio de las protestas acontecidas en años pasados, este se recoge de la estrategia militar para ganar posicionamiento ante la fuerza adversaria, el mismo concepto incluso fue recogido en época de pandemia para nombrar la acción valerosa del personal de la salud frente a la contingencia por el COVID-19. Y ajustado nuevamente, para la defensa de los ciudadanos manifestantes ante las narrativas de la clase dirigente sobre los vándalos que protestaban para desestabilizar el país, las infiltraciones y la manipulación de pruebas para inculpar a los manifestantes. Es un concepto de defensa ante la confrontación desigual entre protestantes y fuerza civil con armas letales en unos casos y no letales en otros.

La “primera línea” ha sido concebida como una estrategia para el cuidado de los manifestantes, para  garantizar que la protesta pueda tener un objetivo y que las voces y acciones sean escuchadas, para que la protesta no sea infiltrada, para que los heridos por las fuerza dispareja de los antimotines puedan ser atendidos, para que la información de lo ocurrido pueda llegar a través de otros canales de comunicación diferentes a los tradicionales que son parte de los emporios de poder y para brindar asistencia jurídica a los que son capturados y se les ha violado el debido proceso.

Ante tal hecho que venía cobrando efectividad, las élites que se vieron amenazadas desplegaron sus herramientas para sembrar la narrativa de una “primera línea” conformada por jóvenes delincuentes, por vagos que no producen rentabilidad para el poder económico y por reinsertados que querían desestabilizar el país. Un discurso para señalar a esos jóvenes a los que esas mismas élites les niegan las oportunidades, a ciudadanos que fueron echados de sus trabajos por las políticas laborales que el empresariado entregó a los gobiernos de turno para ser aprobadas, por reinsertados que venían siendo exterminados y por ciudadanos que se cansaron de gobiernos corporativistas que solo pensaban en sus privilegios y no en el bien común, en la equidad, las oportunidades y la democracia.

Para implantar el desprestigio, estos factores de poder se valieron de su primer mecanismo directo de manipulación, siendo estos los medios de comunicación tradicionales que empezaron a sembrar la idea de los jóvenes delincuentes, como si el hecho de ser joven ya conllevara una connotación de criminal. Luego echaron mano de los personajes patrocinado en las instituciones oficiales, es así, como congresistas y políticos salen a repetir una y otra vez sobre los peligros que generaba la “primera línea” y por consiguiente disponen de las piezas en las entidades para imputar cargos y atacar a todo aquel que se osara a colaborar con algún integrante de la Primera Línea.

El uso frecuente de términos negativos, despectivo o peyorativo ha posibilitado que se construya un discurso social que se ha instaurado en parte de la población que hoy ve de manera negativa a la “primera línea”. Convirtiendo a este movimiento o colectivo coyuntural en un nuevo enemigo público que sirve como argumento a las élites de poder para vender seguridad. Pero, no la seguridad ciudadana sino la seguridad represiva y peligrosista que le es útil al estamento para poder seguir  encarcelando jóvenes en lugares hacinados y cobrar por esto, en la que se puedan seguir comprando tanquetas y los implementos para  confrontar a los manifestantes, para poder justificar la mala calidad de la educación pública y seguir privatizando colegios y universidades, para que las élites de poder puedan seguir adelante con sus negocios con la participación de unos sujetos serviles a su causa.

Si no fuera por la llegada del progresismo al poder, por una nueva mirada que se quiere dar a los jóvenes, por las ideas de cambio. Seguramente, la lucha sería más encarnizada contra los integrantes reales y ficticios de la “primera línea”, porque ante la ausencia de una guerrilla, seguramente los que protestan hoy serían el nuevo enemigo público como lo han hecho con los sindicatos, los profesores, los intelectuales que llaman mamertos y otros más. Pues a ellos no les incomodan los que verdaderamente son delincuentes y que protegen sus intereses.


Todas las columnas del autor en este enlace:  Oscar Iván Muñoz Giraldo

Oscar Iván Muñoz Giraldo

Sociólogo, abogado, docente. Magister en conflicto y paz, analista político, estratega comunicacional. Además padre, hijo, hermano y esposo.

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