“El 5 de mayo (1915), cuando todavía no estaba decidida la batalla de la península, tuve que ir a París, para un asunto de gran importancia. Las negociaciones con Italia, que habían sido proseguidas en marzo y abril, habían adquirido en los últimos quince días un carácter decisivo. El 26 de abril, se había firmado el Tratado de Londres, por el que Italia se comprometía a entrar en la guerra.” Winston Chuchill; La Crisis Mundial 1911-1918. Su Historia Definitiva de la Primera Guerra Mundial; De Bolsilllo; Bogotá; 2014; Pag. 525
La primera guerra mundial se había desatado por el asesinato del Archiduque Francisco Fernando el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, capital en ese entonces de Bosnia-Herzegovina, en esa época Provincias Imperiales del Imperio Austro Húngaro. Se acusó a Servia del asesinato y fue la excusa para movilizarse Austria Hungría junto con el Imperio Alemán y el Imperio Turco Otomano, los llamados Imperios Centrales, para tener el control total de toda la península balcánica. En respuesta vino la unión de Rusia, Francia e Inglaterra.
Llama la atención como esos colosos hacían lo indecible por tener de su lado otros países menos poderosos, tales como Grecia, Bulgaria, Rumanía, Italia. La consigna era atraer, convencer, involucrar a todos para ganar la guerra, objetivo fundamental. Sin duda, grandes diferencias, odios heredados, molestias, nacionalidades, intereses, no lo haría fácil. Pero había que lograr la unidad a como dé lugar y aplazar, suprimir, dejar de lado otras diferencias, así sea por el momento. Es decir, ¡el fin justifica los medios!
En este crucial momento de la historia política de Colombia, cuando estamos todos estupefactos con la llegada al poder presidencial de un comunista, que fue guerrillero, que quiere despedazar a Antioquia, que quiere acabar con el sistema de salud, que quiere acabar con el régimen pensional, que quiere acabar con el régimen laboral, que quiere destruir el núcleo de la democracia colombiana, que quiere gobernar con todos los asesinos, mafiosos, extorsionistas, secuestradores, violadores, y cualquier otro horror que conjugue el código penal, tenemos que proponernos, al precio que sea, a lograr la unidad, para no permitir el descalabro que se avecina.
Todas las fuerzas políticas demócratas: conservadores, liberales, los de la U, Cambio Radical, Mira, Alianza Verde, Centro Democrático, Nueva Fuerza Democrática, Salvación Nacional, y cualquier otro, tienen la obligación moral, histórica, de enfrentar el llamado “Pacto Histórico” de Petro y lograr en las próximas elecciones regionales del 29 de octubre, que se conviertan en un verdadero Plebiscito contra Gustavo Petro. Tiene que ser Medellín la que dé la gran señal. Tiene que haber un solo candidato en que nos pongamos de acuerdo para que todos los rodeemos. Que no sea un candidato excluyente, que llame a todas las fuerzas cívicas, políticas, culturales, sociales, económicas, de manera que su gobierno refleje que es Medellín, y no él, quien gane las elecciones. Hay que triunfar rotundamente en la Alcaldía y la Gobernación, en el Concejo Municipal y en la Asamblea.
Reconozco que, por hablar claro, fuerte, he tocado callos. Reconozco la traición, aún dentro de mi mismo Partido. Es natural en la política. Reconozco las liviandades de los candidatos que por tener notoriedad me han atacado. Reconozco las ligerezas de los boletines de prensa que sin sustentos serios han hecho daño y creado incertidumbres. Reconozco las molestias que todo ello me han causado y me he dejado, en ocasiones, extraviar para pensar en volver a mi vida privada, a mi ejercicio profesional de la abogacía y de la cátedra universitaria, a mi comodidad. Pero no es el momento de darnos esos gustos. Perdonaré las liviandades que surgen del “proceloso mar de la política” y, dada la crisis, y la única oportunidad que tenemos, seguiré proponiendo mi nombre a consideración de los antioqueños y medellinenses para seguirlos representando como Concejal de la ciudad de Medellín este próximo 29 de octubre.
Así como los aliados en la primera guerra mundial hicieron “de tripas corazón” para atraer a Italia a la contienda, como comencé esta columna, propongo a todo enemigo de Petro, a todo enemigo del comunismo, a todo amigo de la democracia, a todos los líderes políticos, empresariales, cívicos, sociales, deportivos, culturales, académicos, a todo aquel que tenga seso, que hagamos a un lado cualquier “cobro”, molestia, odios, y nos unamos en Medellín y en Antioquia, a cualquier costo lícito, para recuperar nuestra ciudad y mantener nuestra Región como símbolo de un verdadero renacimiento y recomposición de nuestras costumbres e ideales.
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