La Política, El Poder y La Mujer: tres palabras que en una misma oración a la sociedad le asustan

“Las mujeres somos creadoras de nuestro destino y agentes activas de cambio”


La discriminación hacia la mujer es un tema muy complejo, se puede evidenciar en muchas situaciones de la vida cotidiana, afectando de manera significativa a las mujeres e impidiéndoles desempeñarse en diferentes esferas de la sociedad, es decir, afecta su participación ciudadana y es una clara evidencia de la forma en la que son vulnerados sus derechos. La discriminación hacia la mujer se puede observar en el ámbito laboral, social, educativo, deportivo, cultural, entre otros. Por tanto, debería ser un tema del cual se hablara con mayor frecuencia, con el objetivo de concientizar a las personas acerca de esta problemática a la cual se enfrentan las mujeres día a día. Sin embargo, tristemente, no todos le otorgamos la importancia que se merece.

Esta discriminación se evidencia porque existen personas que tienen una ideología arcaica y completamente tradicional, en donde, desde sus perspectivas, aseguran que las mujeres somos menos, que no tenemos las capacidades para desempeñarnos en diferentes cargos de poder y de toma de decisiones, es decir, aquellas personas no creen que las mujeres podemos ocupar los mismos puestos de poder que un hombre. Dejando claro, por supuesto, que esta autora cuando hace referencia al poder, se está refiriendo al poder Social, Monetario y Político. Por eso mismo, mi intención en este artículo es centrarme en la discriminación hacia la Mujer en el ámbito político, para ser más exacta, quiero centrarme en la figura de la Mujer en la política y su participación ciudadana.

Si observamos muchos años atrás, podemos observar que la mujer no era políticamente activa, hasta hace unos años, cuando un grupo de mujeres cansadas de observar que no eran tratadas como seres pensantes, con un potencial por desarrollar y con completa capacidad de incidir en las tomas de decisiones (por ellas mismas, no a través de terceros) decidieron darle paso a la Revolución Feminista. En esta Revolución podemos encontrar a muchas mujeres que jugaron un papel fundamental en la historia, le otorgaron un mayor desarrollo al concepto de la participación de la Mujer en la ciudadanía y se encargaron de poner sobre la mesa la necesidad e intención de querer ser vistas como un ser pensante y capaz de razonar por sí misma, no como unas marionetas sin voluntad reflexiva. Podríamos decir que, con toda la lucha de esas mujeres, la sociedad evolucionaria más respecto al tema de una mujer en el poder, pero no.

Cuando por primera vez a la Mujer se le otorgó mayor relevancia en el ámbito político, se pensó que serían partidarias y podrían ser una representación fundamental. Sin embargo, en muchos países, como en Colombia, no se les tuvo en cuenta como una pieza principal en los momentos de participación, por el contrario, pasaron a convertirse en simples “animadoras electorales”.

Sinceramente, es muy indignante observar como a las mujeres no se les otorgaba la representación y participación justa que querían y merecían por el hecho de ser ciudadanas. Tenían las habilidades, la capacidad y las ganas, por lo tanto, el hecho de que la sociedad creyera lo contrario, sin tener de precedente algún “argumento” fuerte y solido que soportara su postura, me parece completamente descabellado. Sin embargo, algo que me genera gran satisfacción y alegría es observar que actualmente se pueden evidenciar muchos referentes que ejemplifican a la perfeccionar la capacidad que tenían y tienen las mujeres de representar e incidir en la vida política.

Por ejemplo, específicamente, en América Latina, tenemos a Violeta Chamorro, periodista nicaragüense, primera mujer en haber sido elegida presidenta al ganar las elecciones en 1990; a Mireya Moscoso, quien tras la muerte del presidente Arnulfo Arias Moscoso desplegó un rol activo en la política panameña a comienzos del año 2000; a Michelle Bachelet, las dos veces presidenta de Chile (2006-2010, 2014-2018) quien adquirió un alcance internacional al terminar su segundo mandato; a Cristina Fernández, quien tras un largo recorrido legislativo, fue la presidenta de Argentina dos mandatos consecutivos (2007-2015); a Laura Chinchilla, quien antes de asumir la presidencia de Costa Rica en 2010, estuvo al frente de la cartera de Justicia y Seguridad; a Dilma Rousseff, quien en 2011 se convirtió en la primera mujer en llegar a la presidencia de la economía más grande de América Latina (Brasil); a Xiomara Castro, la primera mujer elegida para el cargo de presidenta de Honduras y no puedo evitar recalcar que fue la candidata más votada de la historia del país en 2021; y por último, a Claudia Sheinbaum, aquella mujer que arrasó en las elecciones de México y se convirtió en la primera presidenta del país en sus 200 años de historia. Esto sin dejar de lado a aquellas mujeres que se desempeñan en cargos gubernamentales, parlamentos nacionales y gobiernos locales.

No obstante, me gustaría poder decir que aquellos son los únicos datos y evidencias que existen respecto a esta problemática, que todo ha cambiado y que la discriminación hacia la mujer ya pasó a la historia, pero esto no es así, lamentablemente, ese número de mujeres que han logrado llegar a aquellos escenarios de poder y de toma decisiones es reducido.

Según ONU mujeres, al 1 de junio de 2024, hay 27 países donde 28 mujeres se desempeñan como Jefas de Estado y/o de Gobierno. Al ritmo actual, la igualdad de género en las más altas esferas de decisión no se logrará por otros 130 años. En Parlamentos Nacionales, únicamente el 26,9 por ciento de los escaños parlamentarios nacionales están ocupados por mujeres, porcentaje que aumentó desde el 11 por ciento registrado en 1995 y en Gobiernos Locales, los datos sobre 141 países muestran que las mujeres constituyen más de 3 millones (35,5 por ciento) de representantes en los cuerpos deliberativos locales. En solo tres países se ha alcanzado el 50 por ciento, y en otros 22 países, más del 40 por ciento de mujeres en gobiernos locales

Realmente, considero que es alarmante observar estas cifras porque deja en evidencia que la sociedad a pesar de haber evolucionado en muchos campos, sigue estancada en ideologías arraigadas y conservadoras que solo fomentan la discriminación hacia la mujer. Esta misma ideología solo contribuye a que las mujeres no tengan la posibilidad de ejercer y hacer valer sus derechos como ciudadanas.

Porque a la sociedad, a pesar de su evolución, una mujer siendo Presidenta, una mujer siendo Ministra, una mujer siendo Alcaldesa u ocupando algún cargo público e incidiendo en política, no le gusta. Cuando la evidencia ha sido clara y ha dejado ver que la inclusión de mujeres líderes en los procesos de toma de decisiones políticas conlleva mejoras significativas en dichos procesos. Por ejemplo, un estudio de los Panchayats (consejos locales) en la India reveló que los proyectos de abastecimiento de agua potable eran un 62 por ciento más numerosos en áreas donde los consejos eran dirigidos por mujeres en comparación con aquellos dirigidos por hombres.

Las mujeres han demostrado y siguen demostrando un gran liderazgo político al superar y trabajar en entornos políticos adversos y agresivos, al abogar por temas de igualdad de género como la erradicación de la violencia contra las mujeres, permisos parentales, cuidado infantil, pensiones, leyes de igualdad de género y cambios en las normativas electorales.

Por eso mismo, es claro y primordial la necesidad que existe de luchar contra aquella discriminación, acabar con esos pensamientos tradicionales acerca de que la Mujer no tiene la capacidad, ni el conocimiento, ni las habilidades para desempeñarse en los diferentes escenarios de concertación y toma de decisiones.

Todas, niñas, adolescentes, jóvenes y adultas, podemos alcanzar nuestras metas y sueños, no debemos conformarnos con roles predefinidos ni aceptar limitaciones impuestas por la sociedad. Somos creadoras de nuestro destino y agentes activas de cambio. Al levantar nuestras voces, inspiramos a otras a hacer lo mismo, creando un camino hacia la igualdad y la justicia para todas las mujeres. Por lo tanto, abstenernos de participar activamente en política no es una opción y menos por estereotipos y prejuicios que la misma historia nos ha demostrado que no son ciertos. Estereotipos y prejuicios que la sociedad y la cultura nos han impuesto por el simple hecho de ser Mujer.


Todas las columnas de la autora en este enlace: Valentina Soto

Valentina Soto

Resido en la ciudad de Neiva-Huila, soy líder juvenil, estudiante de Derecho, estoy realizando un diplomado en Formulación y Evaluación de Proyectos y un diplomado en Ciencias Políticas. Me he desempeñado en diferentes cargos públicos como: Consejera Municipal de Juventud, Presidenta del Consejo Municipal de Juventud.

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