Decir las verdades históricamente, ha sido motivo de desencuentro entre los que aprovechan la oportunidad para decirlas, quienes deciden ignorarla y los que escuchan, sin embargo, esa molestia no es suficiente para ocultar, lo que a costo de muerte, ha gritado Colombia y que se resume, sin pretender desconocer otras realidades, en que en materia de lucha contra las drogas, consumidores y expendedores, aun siendo el menor de los problemas, han sido los principales atacados, mientras que el imperio de los poderosos crece sin final visible, que a nivel ambiental, pequeños y medianos emprendimientos, normalmente nacionales, se han visto sometidos a rajatabla a la coerción de las autoridades, mientras que grandes y gigantes industriales, inclusive extranjeros, explotan y malgastan recursos naturales sin ningún ánimo de compensación más allá de lo mínimo que obliga la norma, y que si se combatiera el hambre y la pobreza como el asunto de las drogas, este y otros países, serian reconocidos por su calidad de vida, y no como lunares problemáticos.
Es necesario un acuerdo común, que no debería ser otro diferente que el reconocimiento de estas situaciones como generalizadas, sin embargo hay sorpresa, cuando inclusive para reconocer los problemas, hay división, por ejemplo quienes plantean que los impactos adversos al ambiente no son reales, y es que si quienes hoy dirigen el país, ya sea desde lo legislativo o ejecutivo, no sobreponen el interés general, que por mucho seria el equivalente al sentido común, sobre el cálculo político para crecer en las próximas elecciones, todo sucederá, menos un afrontamiento real de los problemas del país.
Para no perder la costumbre, traigamos algo de la mecánica política a este artículo, y es que con la necesidad sentida de unidad que reclama en últimas el ciudadano, quiero aclarar que no refiero una unificación ideológica, sino de esfuerzos, bien podría soñarse, en que se copiaran de buena fe, las formas que se adoptan para llegar entre propios y extraños a acuerdos burocráticos para de algún modo “hacerse pasito”, la diferencia puntual, ha de encontrarse, en que el resultado de aquellos acuerdos y capacidades, se traduce en beneficios particulares, mientras que estos hoy necesarios, en cuanto a la unificación de esfuerzos, no les representa un redito directo, más si unos generalizados que parecen no ser de su interés, con lo que podría cualquier desprevenido preguntarse, si acaso realmente representan a alguien.
La política de la unidad que demanda Colombia, si bien se construye desde el discurso, se implementa con acciones que parten de coincidir en enemigos, problemáticas y necesidades comunes, una unidad que demanda tanta grandeza de los actores, que implica inclusive entender, que no significa que deba confluirse en las formas para contrarrestarlo.
Vale la pena concluir sosteniendo, que el condimento faltante para el logro del cambio, la paz, el cierre de brechas, el alcance objetivos de interés general y la eliminación de la pobreza, es sin duda la unidad de esfuerzos, unidad que debe alcanzarse inclusive entre distintos, de lo contrario, la constante será la vista hasta hoy: los gobiernos pasan y las problemáticas permanecen, las brechas se adaptan y el paisaje seguirá siendo desalentador, pero paisaje.
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