Por: Sergio A. Avendaño G.
Desde los diferentes medios de comunicación nos llegan toneladas de información que nos bombardea y en la mayoría de los casos sin filtro. Pero siempre hay determinado tema que diluye los demás. Por ejemplo en el movimiento estudiantil de las Universidades Publicas de Colombia en el 2018, un espacio de la FM con su presentadora Vicky Dávila fue constantemente interrumpida la entrevista que había con algunos líderes estudiantiles y rectores de Universidades por mostrar el rescate de Cristo José, el niño que había sido secuestrado, pareciese con el fin de cambiar de tema y que la discusión por la financiación educativa pase a segundo plano.
Por otro lado, el cubrimiento de la noticia con el atentado a la escuela de cadetes José María Córdova, dejando de lado los asuntos del exfiscal Néstor Humberto Martínez y sus nexos con Odebrech y los testigos muertos a causa de agua con cianuro, o por ejemplo el cubrimiento de la ayuda humanitaria a Venezuela, dejando de lado la crisis alimenticia de la Guajira. Así los asuntos políticos en el país se vuelven el espectáculo que nos quieran presentar en el momento. Ah, eso sí, sin contar que una buena vía de escape para mermar polémica es la selección Colombia de fútbol, los logros deportivos, entre otros.
Con todo este panorama el colombiano siente indignación, pero esto no tiene importancia, no mueve a la acción y sigue pasivo ante los hechos que acontecen en el entorno. Sobre la indignación Byung Chul Han (2014) nos dice que “Las olas de indignación son muy eficientes para movilizar y aglutinar la atención. Pero en virtud de su carácter de fluido y de su volatilidad no son apropiadas para configurar el discurso público, el espacio público (…) Crecen súbitamente y se dispersan con la misma rapidez” (p.21). Así nuestra indignación es mediada, hoy es Maduro o la empanada, mañana no se sabe, depende del escándalo del momento.
Nos convertimos en una sociedad dada al escándalo y está a la indignación “La sociedad de la indignación es una sociedad del escándalo. Carece de firmeza, de actitud” (p.21). Más que a políticos consumados somos indiferentes, porque como tal no es necesario saber de política para ayudar al otro, se perdió la empatía, solidaridad para ser indignados sin acción y la política como escandalo no es que ayude mucho tampoco.
Otra forma en la que en Colombia la política se vuelve espectáculo es con la producción masiva de memes políticos y chistes asociados a la política. Si bien en medio de chistes nos dicen la verdad, esto no deja de ser a su vez un mecanismo de huida de la realidad. “Hoy, con ayuda del medio digital, producimos imágenes en enorme cantidad. Esta producción masiva de imágenes puede interpretarse como una reacción de protección y de huida” (p52). Prueba de ello también es que en la franja de los noticieros se terminan con deportes y farándula.
¿Qué vendrá en la próxima función? No sé, pero podemos deducir que la política Colombiana se caracteriza por una cultura del espectáculo que genera indignación sin acción, que tiene como herramienta el escandalo como medio de dominación y entretenimiento.