Él la observaba cobardemente a través de aquel balcón, en medio de la oscuridad que lo escondía. Ahí se sentía seguro, confiado que ella no se daría cuenta. A ella por el contrario la iluminaba y embellecía la Luna de aquella noche, lo cual atrajo aún más al siniestro personaje que la stalkeaba. Él tomó su celular y la llamo seguro que contestaría. Todo había empezado así con un texto, un correo y varias llamadas de aquella presencia omnipresente y sin rostro. Podrían pasar un día, semanas o meses y de repente ella revivía el mal.
Era la misma voz desconocida que transmitía repugnancia en cada palabra que expresaba. Ella no sabía quién podría estar detrás, se cuestionaba encarecidamente si sería algún conocido que le quería jugar una mala pasada o un completo extraño que no conocía. Cualesquiera que fuese la situación vivía horrorizada y llena de temor.
Pasaba que esporádicamente recibía de la nada fotos pervertidas de penes erectos con mensajes obscenos que le causaban náuseas, a veces las llamadas procedentes de distintos números la tomaban por sorpresa y siempre encontraba del otro lado de la línea la misma voz que la llamaba por su nombre, la reconocía e iba más allá de describir detalladamente su rutina y si era del caso lo que hacía en aquel momento.
Ella vivía desesperada porque a pesar de tomar medidas para contrarrestar semejante perversión no tenían efecto. Terminaba llena de temor y resignada a vivir en su cuarto donde se suponía a salvo. Su estado de ánimo iba de mal en peor. Además de su alegría y aquella hermosa sonrisa que fue remplazadas por el pavor y el desconsuelo que se reflejaba en profundas ojeras por su falta de sueño.
Su vida se ponía de cabeza, en el trabajo no rendía, su estudio se veía afectado, su pareja sufría pues el tacto la inmovilizaba y ponía los pelos de punta. Luego estaba su familia quien compadecía y sufría a su lado y aclamaban ante la justicia algún tipo de respuesta que infortunadamente en aquel país no llegaría. Todo mientras ella continuaba su sufrimiento, reflexionando sobre mensajes que recibía.
– “Te vi hoy con aquella minifalda y me emocioné a tal punto de eyacular”
– “me encanta como hablas con tus amigas, me imagino tu voz al masturbarme”
– “que rico cómo te vistes” o las miradas perversas de miles que se cruzan en el diario vivir y hacen del tormento aún mayor.
La situación de ella es un reflejo de los tantos escenarios que se pueden dar frente al acoso, un acto que afecta millones de mujeres y se vive a diario en cualquier situación que estén, puede ser en el lugar de trabajo, camino a casa, la universidad o alguna salida con amistades. En sí, según el Artículo 210 de la Ley 1257 de 2008, el acoso sexual se define como:
“El que en beneficio suyo o de un tercero y valiéndose de su superioridad manifiesta o relaciones de autoridad o de poder, edad, sexo, posición laboral, social, familiar o económica, acose, persiga, hostigue o asedie física o verbalmente, con fines sexuales no consentidos, a otra persona, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años”
Y las cifras no son alentadoras porque la historia de ella es igual a la de miles que se atreven alzar la voz, pero quizá millones que no lo hacen por temor. Según la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, “Entre 2008 y 2020 de un total de 17.780 denuncias por el delito de acoso sexual que incluyen a 16.307 víctimas registradas, de las cuales 13.711 son mujeres (84%), 1.757 hombres (11%) y 839 no se registró el sexo (5%)” (Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer. 2020)
¿Qué remedio existe contra el acaso? ¿cómo se puede superar este flagelo que miles de millones de personas (especialmente mujeres) sufren a diario? ¿Acaso no tendrá solución? No dígnanos de ser seres con inteligencia superior y capaces de empatizar y aun así acometemos semejantes atrocidades. ¿Qué nos queda a nosotros de la vida cuando no se puede salir siquiera sin sentir miedo y temor al hacerlo? ¿Es eso acaso vivir?
Efectivamente a partir de la justicia podemos decir que existen mecanismos no solo para la denuncia sino también para la judicializar y la condena, pero ¿acaso esto no agudiza aún más la situación? Las cifras de denuncia van en aumento y eso sin contar las que nunca se denuncian. Dada esta situación, ¿Qué otras acciones se pueden emprender?
Desde la formación y la educación en el hogar como núcleo de la vida en sociedad se debe de romper modelos mentales con los que hemos crecido hasta ahora. Modelos en los cuales se perpetúa el machismo y el rol de la mujer y la feminidad ha sido relegadas. Una propuesta desde la ignorancia sería aportar en la concientización, formación y educación de todos los grupos generacionales, especialmente los más jóvenes en temas relacionados con el género, aprendiendo a reconocer los micromachismos en los que incurrimos a diario, Luego claro está, sería ampliar la cobertura de los canales de denuncia garantizando también la anonimidad y confidencialidad de la información y evitando la revictimización. Por último, fortalecería la parte de la judicialización de los actos perpetuados, garantizando el debido proceso a las partes, pero de manera ágil y transparente y en caso de darse condenas que estas sean ejemplares y vayan orientada a establecer precedentes que además inviten a la reflexión y a no ser indiferentes frente a estas acciones.
Comentar