George Smith Patton, Jr. (San Gabriel, California 1885 – Heidelberg, Alemania, 1945), fue un general del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, de veras un brillante y solitario líder militar estadounidense, fue uno de los personajes castrenses más célebres que dejó la Segunda Guerra Mundial, al punto que sus gestas quedaron registradas en textos y el celuloide de las que, incluso hoy, se ofrecen copias sobre los andenes de las ciudades.
Eso sí, no es de ninguna manera aconsejable que personas que usen pantalones muy ceñidos se agachen a examinar los géneros: se les pueden ir las costuras por donde sabemos, como casos se han visto.
Refiere Larry Burkett en Los negocios y la Biblia, Editorial Caribe, que dicho general enfrentó una delicada situación cuando algún número de sus pilotos fallecieron tras tirarse al aire en los paracaídas. La investigación dio como resultado que casi el 35% de ellos estaban mal armados. La pereza, esa bomba de tiempo que lleva a la negligencia, condujo a la pérdida de vidas, de vidas de combatientes.
El problema recurrente fue solucionado de la siguiente inteligente manera: el general hizo que los ensambladores de los paracaídas tomaran consigo el último que hubiesen armado, los subió a un avión e hizo que saltaran cada quien en el suyo, ejercicio que repitió por el resto de la guerra. El problema quedó resuelto. Ya nunca más tuvieron problemas por el descuido de los armadores. Aprendieron que lo que a ellos resultaba seguro también lo sería para los demás.
Lo anterior ilustra la necesidad de corregir voluntad y entendimiento de los perezosos de alguna creativa e inteligente
manera, superior en mucho a las prácticas correccionales dijéramos impositivas y hasta humillantes que suelen utilizar los patronos. Desde luego que sí aquello no le fuere suficiente al perezoso, este debería saber que pronto estaría fuera del lugar equivocado, porque sí o porque no.
Ciertamente que casos se dan y muy frecuentes en que no es que la gente sea perezosa, sino con problemas familiares, afectivos, deudas agobiantes, mal tratada en su dignidad humana, en la remuneración, en tantas cosas y, obvio, terminan caminando a pasos de bueyes cansados, desmotivados, llevando pesadas cargas sobre lomos llenos de peladuras sangrantes. Hay que aprender también que las personas son más importantes que las ganancias y que tratándolas bien los dividendos llegan por añadidura, acrecentados. De buenos ejemplos está repleta la literatura sobre quienes obran con rectitud en los negocios y administran el personal bajo principios éticos conocidos y poco practicados universalmente.
Así pues que antes de examinar la conducta de los servidores miremos hacia adentro para ver cuánta perversidad o inequidad hay en nosotros mismos y después sí proceder como manden los cánones. A las personas a más de pagarles hay que gratificarlas, y debidamente.
Tiro al aire: la gran tragedia de la humanidad reside en que ni los cristianos seguimos con fidelidad las enseñanzas de Cristo, ni los mahometanos las de Mahoma, ni los confucionistas las de Confucio, pero sí el egoísta interés personal.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://alponiente.com/wp-content/uploads/2013/07/Francisco.jpg[/author_image] [author_info]Francisco Galvis Ramos Abogado y comentarista en internet. Leer sus columnas. [/author_info] [/author]
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