El acuerdo entre el Gobierno Nacional y las FARC está listo para ser refrendado. Ahora, es la sociedad civil, quien tiene la decisión de aprobar o no, el plebiscito convocado por el presidente de la República, y frente a este panorama, no podemos negar, que como Colombianos, estamos presenciando un momento histórico para el país.
Lo primero es reconocer que tenemos una historia marcada por violencia, desigualdad y dolor. Lo segundo, es entender que los hechos dolorosos nunca limitan el presente y la verdadera paz, es una victoria que aún tenemos por construir.
Hablar de paz en un contexto de violencia, no puede ser algo diferente a un acto de valor. Observo con positivismo el acompañamiento de organismos internacionales en el proceso, la comisión de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) en la dejación de armas, la entrega de los niños reclutados y el pronunciamiento de la Corte Penal Internacional; que aluden a un compromiso responsable con la soberanía del país.
Sin embargo, luego de la culminación del conflicto con las FARC, debemos ser conscientes de los riesgos que va afrontar el país. Es responsabilidad del Gobierno Nacional y las ciudades luchar por el no retorno del conflicto armado, no permitir que nuevos grupos delincuenciales hagan posesión de los vacíos que quedan. La lucha de la institucionalidad para evitar la metamorfosis de la guerra, debe ser fuerte e integral, el camino de la inversión social es prioritario en las zonas más afectadas por el conflicto armado, al igual que la lucha contra el narcotráfico. El reto está en lograr verdaderamente implementar lo acordado, atacando la corrupción y haciendo coincidir la idea de paz y desarrollo, con más educación y oportunidades para las regiones. “No hay camino a la paz, la paz es el camino” decía Gandhi.
No tengo la menor duda de que todos los Colombianos queremos la paz, pero también hay que reconocer que no todos están dispuestos a perdonar; y el perdón es el primer paso para la construcción de una nueva sociedad. El error que no podemos cometer como ciudadanos, es el de caer en las intenciones políticas del sí y del no; la decisión frente al acuerdo, debe ser una cuestión de humanización, del reconocimiento de la historia y la esperanza.
Nuestro compromiso de construcción de confianza con la ciudadanía, implica también respetar las decisiones personales del ciudadano. Mi voto positivo y nuestro trabajo por la paz, se centrará en la construcción del respeto en escenarios cotidianos, defender los ingresos de las familias y buscar que prime ante todo el valor de la vida.