‘’ese virus que tiene una cura tan costosa de mantener que podría acabar con un sistema económico entero’’
En la antigua normalidad donde todos comíamos en la misma mesa cada fin de semana, si corríamos con suerte, escena repetida en los hogares tan parecidos en este país. Todos comiendo los mismos platos típicos con diferentes nombres dependiendo la región -un mondongo antioqueño tan parecido al mute nortesantandereano- comiendo en diferentes espacios improvisados, pero bien alimentados. En todos esos hogares ha sido común un distanciamiento social dentro del hogar que normalizamos e ignoramos.
Los vasos donde se jartaba el jugo se veían diferentes, unos tomaban del vaso en aluminio, otros del pocillo de pasta -que seguramente venía con alguna promoción de milo- y algunos otros, mejor seleccionados jerárquicamente en el vaso de vidrio, que poco uso tendría en el transcurso de la semana para debutar el fin de semana en las reuniones familiares. Esa jerarquía empezaba por la edad y continuaba con el respeto que tal vez a pulso o por favoritismo se ganaba en la familia.
Así como habían integrantes de altísimo nivel, también estaban los más desdichados en la familia, ese que no se le conocía un trabajo estable o que incluso no trabajaba, sumido en la desesperanza del desempleo, pero también los primos que lejanos o cercanos nunca estaban en la liquidez necesaria para aportar a la francachela, no necesariamente por avaros o tacaños, quizás nosotros fuimos ese familiar y con el recelo de la jerarquía culpamos al divino niño por no darnos las posibilidades y desterrarnos en la pobreza.
-Divino niño Jesús, acuérdate de mí y mis necesidades.
Dicen que no llega a ser el 1% aquel número de familias en este país que no pudieron vivir las experiencias que he venido contando, no comparten esa visión de familia con nosotros ¡Que lastima! Eso siendo un ligeramente entusiastas, ese 1% no comió sancocho de gallina sentados en el andén de la casa, con el plato desechable de icopor y los cubiertos de plástico, la pobreza tiene su encanto, pero se pierde cuando recordamos las benditas necesidades. ¿Quién tiene la culpa de que todos suframos la enfermedad del empobrecimiento agudo dentro de nuestras familias?
Antes de responder a tan pretenciosa y casi que premonitoria pregunta, los invito a que recuerden si ya tienen un conocido que padezca el Covid-19, en estos momentos de la historia es menos probable que un cercano nuestro padezca este virus a que sufra de las inclemencias del empobrecimiento. Este último, nos consumió a tal punto que naturalizamos sus síntomas, como por ejemplo la desigualdad, tan indiferente hasta en nuestros círculos familiares, ese virus que tiene una cura tan costosa de mantener que podría acabar con un sistema económico entero como alegan algunos y que volvió insensibles a otros que culpan de holgazanes y mantenidos a los que por azares del destino el emprendimiento no le dio resultados; Quizás todos fuimos, somos o seremos empobrecidos en algún lugar de nuestra existencia.
Lo cierto es que no comparto la postura de inculpar al 1% del empobrecimiento del otro 99%, tal vez peco de bondadoso y con mi buena fe puedo decir que en la meta de nadie está hacer dinero para humillar a casi toda una población de compatriotas, que los hilos manipuladores dentro del sistema económico a lo mejor, no los dirigen todos los treinta mil ricos y un poco más de mi país, pero si puedo decir que el pecado por acción u omisión le pesa en la cruz a más de uno. Ahora en los tiempos donde un virus amenaza toda estabilidad desestabilizada que conocemos como sistema económico es momento de replantearnos el enemigo en común y me atrevo a proponer un objetivo, desde mi úlcera. Los politiqueros, entiéndase como todos aquellos sujetos sin ningún tipo de preparación y aporte dentro de un proceso social o tal vez académico, que sin nadie saber cómo escalaron dentro de la pirámide social, sacaron el provecho genuino capaz de tomar decisiones como lo toman hoy en día. Todo aquel que se encuentre dentro del sistema y nadie sepa ni como ni donde consiguió los medios para incidir debe estar entre ojos y dispuesto para toda una auditoría social, todo lo que huela a estafa, engaño, artimaña, charlatanería, exceso de confianza y corrupción, debe estar dentro de la lupa de quienes deberían reconocer su papel en la sociedad. A esos mismos les hecho la culpa el día de hoy, el empobrecimiento se les debe a los ya mencionados y deben estar en un cartel de ¡SE BUSCA¡ para que no aparezcan luego de destierros forzados predicando el evangelio de las buenas conductas.
Son los mismos burócratas que escondidos tras un escritorio defienden un sistema económico insostenible, que tiene como modelo la esquizofrenia norteamericana de lo que supuestamente es un país desarrollado ¿será necesario que algún obeso blanco supremacista y capitalista reniegue del rumbo del sistema económico para que empecemos a plantearnos un modelo basado en la racionalidad del consumidor y el respeto a la vida? Ya grandes pasos hipócritas da la ANDI en nuestro país invitándonos a consumir nacional en tiempos de crisis, pero la solución no está en consumir y mucho menos en un pedregal donde no tenemos papel moneda para consumir, la forma y el fondo deben ser el nuevo planteamiento de quienes se reconocen como mesías de nosotros, un pueblo ignorante y estúpido, que no está preparado para vivir la peor recesión de su historia que se avecina.
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