La noche de los migrantes rotos: Una Reseña de Green border de Agnieszka Holland (Reseña cinematográfica)

En la espera frígida una mujer chorrea su angustia (…)

Paola Sierra


El bus llego en menos tiempo de lo esperado y con este la esperanza de ahorrarme un Uber que en tiempos de desempleo es la diferencia entre salir a parchar o el deterioro de mi salud mental. El conductor fue rápido, propio de un busero que va a sus anchas en una calle vacía de día festivo, tanto que no alcance a escuchar el final del discurso del vendedor ambulante. Siempre que voy al Museo de Arte Moderno de Medellín tomo ese bus y camino unas 7 cuadras, a veces desoladas, a veces transitadas por habitantes de calle que se desvían del río buscando reciclaje. Llegue a la sala de cine atareado y con mi maleta wayú repleta con solo 3 cosas y con un reguero de coldbrew en todo el fondo que empapo mis gafas, mi libro, mi libreta, mi tranquilidad. Así atareado y con todo empapado me senté sin la remota idea del estruendo emocional del cual sería parte. Respiré, miré a la gran pantalla, la película ya inicia.

Blanco y negro

Con engaños de esperanza bruta y relatos de terror de verdad cruda, la directora va descomponiendo el relato y cada uno de los sentimientos que brotan desde la pantalla al centro del pecho del espectador. Lo primero que noto es que el uso de un profundo blanco y negro encara todo una serie de sentidos y signos que se acoplan a la película con sentido y propósito; lejos de pretensiones no alcanzadas en películas como Belfast – donde el blanco y negro parece contrario al alisamiento de ideológico que intenta imponer Branagh en su película muy bien grabada, pero igualmente incipiente-, en Green Border el blanco y negro es toda una paleta de grises y matices que acompañan el drama global y a cada uno de nuestros protagonistas; escena a escena refrenda y legitiman su uso desde la estética y la ética como relación permanente entre el cine y la realidad. Es así como, la directora Polaca Agnieszka Holland, nos reta a empatizar con el sufrimiento de un grupo de migrantes, activistas y un militar que juntos representan la efigie de la desidia de gobernantes que solo los usan como armas geopolíticas. La película sirve, tal vez, como metáfora de la ausencia de solo dos tonos, dos tonos que no parecen permanecer en un mundo profundamente injusto, lleno de grises, manchas y espacios sin color.

El horror

En una estructura por capítulos,  Agnieszka cuenta la historia a tres bandas: Migrantes, activistas y militares. La primera escena presenta a una familia Siria que  inicia su desventura, un avión vuela y  todos conversan alegremente sobre su nuevo futuro; una profesora afgana pide unírseles, ella huye de los talibanes y muchos más provenientes de otros países de África y oriente medio, desde otro avión, tren, bote o lancha comparten la esperanza de darle una oportunidad a sus vidas. Así inicia un visceral acercamiento al drama de personas que intentan cruzar la frontera entre Bielorrusia y Polonia sin saber que quedaran atrapados en un sádico juego entre dos ejércitos – Bielorruso y Polaco – que tal cual pelotas los golpean y atropellan de un lado a otro de la frontera sin permitirles quedarse en Polonia como refugiados o retornar a Bielorrusia.

El bosque que cubre la frontera entre Bielorrusia y Polonia es también una prisión a cielo abierto, es un limbo que con las noches se cierne como infierno en el cuerpo de los migrantes.  Vemos con horror como Lukashenko – presidente de Bielorrusia- usa a miles de coterráneos como carne de cañón en su propósito de forzar negociaciones con la Unión Europea. Por otro lado, vemos a la Unión Europea y sus líderes de ultraderecha – que recuerdan al señor del bigote – llevan a cabo un ataque frontal y agresivo contra los migrantes usando diferentes repertorios de violencia psicológica y física contra ellos. Como espectador solo se puede temblar y aceptar que lo de la película, en su inmensa crudeza, seguramente no se acerca a la gravedad real de esta crisis migratoria que enfrenta Europa ya hace años, donde año a año nos han dejado postales de horror.

La esperanza

La solidaridad de en un grupo de activistas es el aliciente que necesita el espectador para no desesperar frente al horror y el caos que se ve en pantalla, estos jóvenes son el último bastión de esperanza y solidaridad frente al desamparo de gobiernos, democracias y los valores de libertad, fraternidad e igual que un día los fundaron. La directora también presenta en sus personajes la complejidad que acarrea la acción colectiva, las capacidades y limitaciones que hay en las personas que deciden de forma solidaria ayudar a quien lo necesita. Todo lo anterior genera una serie de preguntas éticas que se abordan momento a momento en la película: ¿es posible la acción sin daño? ¿Hasta qué punto es útil la resistencia frente a problemas estructurales? ¿Debo poner mi propia libertad en peligro? ¿Es correcto no hacer nada? Preguntas que se hacen en un contexto donde el lenguaje se deforma a tal punto que el monstruo señala a estos activistas como terroristas sin percatarse que con otros tres dedos se apunta a sí mismo. La obra de Agnieszka te arrincona y en los pocos momentos donde la presión baja piensas que tanto la maldad como la solidaridad son infinitas en la experiencia humana y que la verdad es concreta por mucha desinformación que allá.

Finalmente, basta decir que la cineasta polaca nos entrega una película galardonada por todo el mundo e igualmente desapercibida por parte del gran público. Sin embargo, es una obra con una voluntad genuina de resistencia y denuncia contra la violencia estructural que sufren decenas de miles de migrantes en todo el mundo que intentan huir por la violencia política, carencias innegociables o la búsqueda de condiciones mínimas para vivir; poder vivir – y no sobrevivir- a las bombas que caen, a las llamaradas que envuelve o las hambrunas que apuñalan. Para mí el arte en su máxima potencia es radicalidad que se realiza en la expansión del espíritu que solo es posible en el amor, felicidades a Agnieszka Holland por esta película y a todos los reto a verla.


 

Miguel Ángel Restrepo González

Soy politólogo por la construcción de paz. Escribo sobre filosofía política, derecho y cultura

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.