Escribo esta nota al compás del Bolero de Maurice Ravel ejecutada por la Filarmónica de Viena bajo la conducción de Gustavo Dudamel. Al tiempo que sosiega, exacerba. Preciso para la ocasión.
Don Gabriel Zapata Lotero suscribió semblanza afortunada del señor obispo Builes, titulada “La Mitra Azul”. Si acaso su hijo Gabriel tenga ejemplares para obsequiar.
Hoy se trata de monseñor Monsalve, La Mitra Roja de Cali. Nació en Valparaiso el 15 de marzo de 1948, faltándole entonces menos de tres años para el retiro forzoso. ¡Habrá voladores en la Plaza de Caycedo! De su desempeño como sacerdote incardinado a la sede de Jericó y de paso por Cartago, se sabe poco.
Trabajó en la Conferencia Episcopal que, junto a Nunciaturas y la Curia Romana, son trampolines de ambiciosos para saltar el episcopado. Ejemplos varios, pero no los menciono porque son melindrosos.
Obispo en 1993 fué auxiliar de Medellín. En 2001 dió en Málaga y en 2010 paró a dar lidia en Cali como coadjutor del arzobispo Sarasti y lo reemplazó a su retiro. Ascendió más rápido que al cielo la Virgen María.
Nunca tuve ni tengo pleitos pendientes con dignatarios de mi Iglesia. Inclusive fui afín al Cardenal Pimiento y soy cercano de años al arzobispo Alberto Giraldo. He tratado a monseñor Jairo Jaramillo, eminente fundador de tres Universidades, emérito de Barranquilla.
Volviendo al prelado de Cali, afirmó que “el Gobierno del presidente Iván Duque tiene una venganza genocida con los procesos de paz …”. El subconsciente le hizo corto circuito, no se sabe. No faltó la minoría que apoyara aquella declaración con salvas de artillería y voladuras de oleoductos. Redentor a ultranza de terroristas infames. ¡Es lo que da el trópico!
Roma por conducto del Nuncio en Bogotá le dio tremendo baculazo, pero la cosa no paró ahí. A la hora de nona un curita lóbrego del Vaticano, Bruno Duffé, como aludiendo a suceso del África profunda, sale a decir en letras asimétricas con la realidad, que “La palabra de un obispo cercano a su pueblo merece consideración y respeto…”. Claro que sí desconocido Duffé, desde que sea por “cercano a su pueblo”, y no por favorecer guerrillas criminales.
No le conocemos a su excelencia censura a extorsiones, secuestros, ecocidios, genocidios, etc., de sus ahora prohijados. ¡Esa es la diferencia, reverendo Buffé!
El recién llegado Nuncio Montemayor entró al baile a terciar en política interna, sin ser invitado. Ni manera de declararlo persona non grata. Imposible, rendimos culto entusiasta al rejo de las campanas y no le vamos a causar molestias adicionales a Francisco. Bastante tiene con pederastas, intrigas palaciegas y las descuadernadas finanzas vaticanas.
Monseñor pisa terreno frágil desde los días del negociado habanero y ahora presta servicios de misericordioso abogado a los elenos, incluida absolución general.
Yo si le digo una cosa monseñor, si desea una iglesia encarnada en los pobres como la predicaban los curitas bermejos de Golconda, renuncie a sus bienes y sígalos. ¡Lo celebraríamos! O, si en guerrilleros como Manuel Pérez, Domingo Laín, Camilo Torres, etc., coja el monte. Pero le aseguro que está gordito para esas lides.
Renuncie su excelencia a los excesos curiales, como de cierta manera profética hicieron el obispo rojo Valencia Cano y algunos padrecitos de la Teología de la Liberación y arme cocina popular en Agua Blanca, para darle de comer a los hambrientos.
Tiro al aire: los mejores obispos son los que el Vaticano ha promovido desde la vida parroquial y de entre el personal de los Seminarios Sulpicianos. De allí no se cuelan Mitras Rojas. ¡Alabatus Iesus Christus!
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