“[…] porque soy lo que los otros quieren que sea, me transformo, muto o varío de acuerdo con lo que los demás me impongan a cambio de una serie de manos arriba o corazones […]”
En 1920, el escritor ruso Yevgueni Zamiatin escribió la novela Nosotros la cual sería una de las primeras novelas del subgénero de las distopías. La novela es ambientada en un contexto condicionado por la vigilancia y la represión estatal, destacando las vivencias del autor dentro de la Revolución Rusa de 1917. Dentro de la novela se destaca que el totalitarismo ejercido por el Estado impide el desarrollo de la libertad de quienes habitan la llamada Ciudad de Cristal y Acero, por eso, el amor a la rebelión de los personajes D-503 y I-330 como deseo incesante por la búsqueda de libertad se convierte en la posibilidad de una revolución que derribe los muros salvajes que han sido impuestos.
El contexto anterior, no es ajeno a lo que vivió el siglo XX en la antigua Unión Soviética comunista, en la Italia fascista o Alemania nacionalsocialista, así como otros contextos que tuvieron regímenes totalitarios que determinaron los destinos de aquellos que por elección o imposición vivieron una suerte de metáfora de la libertad.
Casi tres décadas después de la novela Nosotros, el novelista británico George Orwell escribiría 1984 inspirada en la novela de Zamiatin, donde la metáfora de la libertad se volvía literatura porque muchos eran representados por Winston Smith, el personaje ficticio y protagonista de la novela la cual se desarrolla en un escenario de manipulación mediática, vigilancia militar y represión política. Smith se encargaba de reescribir la historia, borrando el registro de la existencia de las personas desaparecidas o asesinadas, ocasionando que la vida del otro dejara de existir porque ya no hay ninguna evidencia escrita o fotográfica, accediendo a reconstruir la historia a la manera de quien ostentaba el poder.
Si te detienes a pensar en este momento, esas novelas distópicas no se encuentran alejadas de la realidad actual, porque cada día la industria de la estupidez configurada en vídeos que no superan los treinta segundos que se suben a un red social o aplicación de mensajería instantánea nos ha vuelto esclavos de la cantidad de likes o me gusta, de los compartidos o comentarios que implican aprobación o desaprobación de nuestras miseras vidas que se reflejan en contenidos que no son para nosotros, sino para los otros, desapareciendo todo reflejo de nuestra intimidad e individualidad, porque soy lo que los otros quieren que sea, me transformo, muto o varío de acuerdo con lo que los demás me impongan a cambio de una serie de manos arriba o corazones, convirtiéndonos en animales de granja, así como la sátira literaria escrita por Orwell en 1945 —La Rebelión de la Granja—, pero esta vez el Cerdo que se convierte en un Viejo Comandante, es una red social que nos dice qué hacer y cómo hacerlo, nuestros enemigos no somos los humanos como lo decían los animales en la novela, sino las pantallas y sus contenidos estúpidos.
Si te pones a pensar, así como en la granja descrita por Orwell los cerdos se erigieron como lideres, pero al final terminan peleando por el poder. Así nos encontramos nosotros, siendo la carnada de las redes sociales que determinan estereotipos, patrones, pautas y modelos que debemos seguir, porque ese idealismo que nos han planteado desde la era digital es una metáfora de la libertad, porque ella se constituye en la sombra de la opresión más cruel de dejar de ser nosotros para convertirlos en animales sin consciencia, arrastrados por la ingenuidad que deparan quienes escriben las reglas para seguir siendo asnos, pero unos con más raciocinio que otros, como diría la novela la Rebelión de la Granja cuando se preguntan los animales cuál fue el único mandamiento que al final quedó escrito “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”. Porque en un mundo de desigualdad, los que proclaman la igualdad, son aquellos que no la ostentan, porque viven de aquellos que creen tenerla.
Por eso, la industria de la estupidez destella la inminencia del contenido que es publicado y a las pocas horas ha caducado; porque el reflejo de nuestra sociedad que busca la felicidad, se vislumbra en la impertinencia de volvernos objetos para que los otros den click sin parar. Es como si viviéramos en Un Mundo Feliz como el libro de Aldous Huxley donde el manejo de nuestras emociones ya no es dado por el Soma (droga que aparece en la novela y que cambia radicalmente el estado de ánimo de aquellos que se encuentran deprimidos), ahora el Soma es la cantidad de reproducciones que obtiene tu vídeo o la cantidad de reacciones de tu foto con diferente filtro, pero en la misma pose.
En este mundo descrito por Huxley donde la pobreza y el hambre han sido erradicadas, pero a costo de eliminar, la familia, la diversión, la cultura, el arte, el avance de la ciencia, la literatura, la religión, la filosofía y el amor, es decir, somos felices, pero sin disfrutar de aquello que nos hacía humanos, que nos permitía Soñar en Tiempos de Miseria. Hoy en día, somos felices por la gratificación que nos bridan las redes sociales, pero hemos sacrificado nuestra privacidad, intimidad, nuestra capacidad de vivir sin ser juzgados por no disponer de los cuerpos o vestiduras que “deberíamos tener”, hemos sacrificado nuestra libertad por ser esclavos de las redes sociales.
Somos felices a costa de la metáfora de la libertad, porque creemos ser libres en la medida en que mi página o perfil estén vigentes y colmados del interés de desconocidos que afrontan nuestra intimidad con el mayor de los morbos.
Imaginemos donde se prohibiera o restringiera el uso de las redes sociales y el contenido que se publicará debería tener una connotación muy distinta a la que conocemos, eso parecería una imposición de una sociedad totalitaria, pero mejor preferimos la metáfora de la libertad. Así como lo establece Ray Bradbury en su novela Fahrenheit 451, que establece un contexto donde los libros están prohibidos y los bomberos no apagan incendios, sino que los inician cuando encuentran libros. Aquí el personaje principal es el bombero Montag que se cansa de su rol como censurador de conocimiento y se une a la resistencia. Como en muchas de las novelas descritas en este texto, los oprimidos por el poder, terminan sublevándose ante él.
¿Y si dejamos de concebir la libertad como metáfora y nos sublevamos ante el poder desde las herramientas que brindan la filosofía, la literatura, la historia, el arte, el teatro, la música, la poesía?
Lo más curioso es que, desde unos años, no es necesario quemar los libros o prohibirlos, porque pocos se tomarán la tarea de leer un libro de trecientas o más páginas, sabiendo que les puede quitar un par de horas o días para producir su contenido digital que otros sí admirarán, porque el conocimiento no se denota a simple vista, en cambio un cuerpo tonificado sí.
No será que ya nos encontramos sin escapatoria ante las imposiciones de la ciencia y la tecnología —actualmente con la inteligencia artificial—, en un abismo irracional de la fantasía, en un decaimiento emocional donde los fármacos son la única salida y donde la destrucción del planeta no es una distopía, sino una fecha en el calendario. Ahora debemos buscar otra salida, colonizar otro planeta para destruirlo. Como lo indica Bradbury en Crónicas Marcianas nos encontramos en una desesperada búsqueda de colonizar otro lugar que nos permita reflexionar sobre nuestra vida en el pasado, donde las guerras autodestructivas y el impulso de superioridad desde la exclusión de aquello que no se parece a mí, pero me puede servir para dominar, explotar y humillar sea el aliciente para recordar con nostalgia lo que fuimos y nunca más volveremos a ser.
Ya no vivimos en un totalitarismo sociopolítico como lo escribió Zamiatin (1920), Orwell (1945; 1949), Huxley (1932) o Bradbury (1953), sino que nos encontramos frente a la dictadura del Like, nuestras decisiones ya no son tomadas únicamente por el miedo a las armas, sino por el deseo de aprobación de un contenido efímero que grabamos en la penumbra de nuestras habitaciones o en las deshumanizadas calles de nuestras ciudades.
Seguimos ante una metáfora de la libertad que, en ocasiones, es mejor que pensar que no la tenemos, así seguiremos creando perfiles en redes, subiendo contenido y esperando a que la magia de aquellos que se esconden detrás de una pantalla pueda seguir estableciendo esa industria de la estupidez donde vale más una foto colmada de likes que alguien en un laboratorio intentando crear una vacuna contra la próxima pandemia.
En definitiva, las distopías literarias que reflejan una crítica a los totalitarismos del siglo XX, hoy en día, nos han brindado conjeturas para pensar y repensar las sociedades actuales donde El Gran Hermano del libro de George Orwell son las pantallas, el Soma o droga de la felicidad de Aldous Huxley son los likes o corazones, los cerdos peleando por el poder y mintiendo con las condiciones de igualdad que recreaba Huxley en la granja son los dueños de las redes sociales, los libros quemados que enuncia Ray Bradbury, ya no deben ser quemados, porque hasta se han vuelto manuales de influencer para contar cómo su vida cambió después de una arremetida de likes y, por eso, nos encontramos buscando otro planeta para colonizar como lo manifiestan las Crónicas Marcianas de Bradbury, porque nada más seductor que pensar en la metáfora de la libertad de buscar otro lugar para destruir, así como las reflexiones y desventuras de D-503 y de la I-330, personajes de la novela Nosotros que buscan recobrar la razón en los ignotos, porque creería que una forma de luchar contra la alienación de los seres humanos ante las desventuras de la industria de la estupidez, es reivindicar la razón, imaginación y creatividad como mecanismos de salvación.
Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/jalopezg/
Referencias
Bradbury, Ray. (2019). Fahrenheit 451. Penguin Random House Grupo Editorial.
Bradbury, Ray. (1976). Crónicas Marcianas. Ediciones Minotauro.
Huxley, Aldous. (2017). Un Mundo Feliz. Negret Books.
Orwell, George. (2021). La Rebelión de la Granja. Penguin Random House Grupo Editorial.
Orwell, George. (2014). 1984. Penguin Random House Grupo Editorial.
Zamiatin, Yevgueni. (2008). Nosotros. Akal.
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