La Medellín del tren | Tercera parte: la naciente clase media

Parece que fue ayer que dante estaba echado durmiendo cerca de mi mientras yo estaba entregado a escribir mis historias con cierto frenesí, quizás permanecía despierto pero inerte y silencioso con cierto desdén esperando a que el bípedo a su lado quisiera por fin irse a dormir y como si se tratara de una madre aprensiva no era capaz de cerrar la noche hasta que por fin me fuera a la cama, así como la mía propia esperaba tiempo atrás a que por fin entrara al hogar ya agotado luego de correr toda la tarde y la noche de un día de diciembre. Ya hace un año no está conmigo y no dejo de notar su espacio ya vacío, ya no puedo encontrar esos pequeños ojos en la noche de los viernes la cual ahora luce vacía.

No existe el amor perfecto, pero hay dos que se le acercan: el primero es el de los animales que te acompañan y en especial los perros. El amor romántico es seguro una aspiración prioritaria para la gran mayoría de las personas, pero siempre estará condicionado de parte y parte a expectativas que se irán imponiendo al idilio que da comienzo a toda relación, de una forma similar la amistad o el amor de los hermanos, a pesar de lo significativos que llegan a ser, se ve intensificado o disminuido por las circunstancias cambiantes de nuestra vida, el amor filial es muy profundo, pero está mediado por la regla y las tensiones que ellas representan erosionándolo algunas veces, eso sin hablar de la brecha generacional; Sin embargo, el de los animalitos parece un amor perfecto, limpio e incondicional cuyo único defecto es lo corto que puede ser. También existe otro amor profundo, si bien algo diferente pero igual de trascendente e inolvidable y ese es el existe entre abuelos y nietos.

Sin la responsabilidad de los padres, están en la completa libertad de la alcahuetería y la compincharía, posiblemente la primera y más profunda que podrás tener en la vida, amigos entrañables y amorosos siempre dispuestos a los caprichos y necesidades que puedas llegar a tener. De mis abuelos guardo mis mejores recuerdos, lugar donde todavía sobreviven a pesar de que la marea de los tiempos amenaza con la inevitable extinción.

Mi abuelo materno era un cascarrabias terrible casi todo el tiempo. Refunfuñaba cada tres minutos por cualquier cosa sin importancia a diferencia de mis abuelas que solo eran risas cómplices y sin limitaciones; sin embargo, era imposible conseguir alguien más dispuesto a ayudarte a resolver cualquier problema que se te pudiera presentar que él. Podía recorrer media ciudad por tu necesidad más insignificante, madrugar y estar dispuesto a acompañarte a donde tu necesitabas llegar y todavía no podías hacerlo por tus propios medios y para colmo luego tenía mil historias de ese lugar. Por aquí vino cuando era bombero a apagar un incendio, por este tajado corrió persiguiendo un ladrón esquivo cuando fue detective, en esta otra calle conoció a Gaitán o en aquella de más adelante se emborrachó hasta caer. De su mano conocí los buses, los barrios y las calles, todas ellas permeadas de historias increíbles.

Quizás él sea la motivación para escribir esta historia pues vivió gran parte de su vida en esta Medellín de la que les estoy hablando y de su mano la conocí cuando ya languidecía y amenazaba la ruina, pero altiva se negaba a pasar al olvido. mi abuelo vivió mucho tiempo en el barrio Boston donde pasó su niñez y gran parte de su vida adulta, el cual , además de todos los demás barrios que entonces se ubicaba en la periferia de esta ciudad diminuta que crecía alrededor del centro histórico, como buenos aires, Manrique y algunos otros sectores aledaños incluyendo el hoy casi totalmente perdido Niquitao fueron protagonistas como lo habían sido la playa, Guayaquil u otros sectores pero con un papel distinto.

Mi abuelo, un buen liberal aunque seguro era como le decía la mamá de un querido profesor a su esposo: “pa’ godos los liberales de Rionegro” para burlarse de sus preferencias políticas muy seguramente herencia familiar como en el caso de mi abuelo, que podía ser catalogado como de la naciente clase media medellinense, era como se solía decir y todavía se suele hacer un todero, así que casi literalmente hizo de todo: como vieron fue bombero y detective (cuando todavía era un ente departamental), era experto en reparar máquinas de escribir y mil cosas más. Hay un cambio evidente que se puede intuir en los nombres: el barrio Boston, Buenos Aires y otros barrios que como vemos evocan un nuevo mundo, diferente al de los pueblos cafeteros del suroeste como Jericó o tarso, los cuales evocan claramente a una influencia bíblica y seguramente una visión más conservadora. Casas bellas inspiradas en el estilo neoclásico o como ya nos hemos referido tantas veces republicano, que valga la pena repetirlo es una mezcla ecléctica de muy variados estilos; sin embargo, estas no eran tan fastuosas como las de la playa o prado de los cuales eran vecinos y con los que su territorio se relacionaba.

Muy cerca a Boston se encontraba el circo España, lugar donde se realizaban eventos no tan prestigiosos como los que tenían lugar en el teatro Junín o el bolívar, pero si al alcance del pueblo. Este teatro estaba cerca del parque del periodista, también conocido en la actualidad como el guanábano, sitio de reunión de las tribus urbanas y la tertulia, donde confluyen desde historias más elocuentes hasta la turbidez de la vida de las drogas, el sexo y el rock and roll.

En Boston vivió Fernando botero en sus primeros años y muchos otros personajes que irían transformando la vida de la ciudad de una forma diferente a la de Carlos Coroliano Amador o Gonzalo Mejía, era la gente del común que con sus nuevas aspiraciones transformaba por fin la aldea en ciudad y es que esas aspiraciones tan fuertes en la clase emergente son el motor de la mayoría de las sociedades tanto en su cultura como en su economía.

La primera vez que fui al parque del periodista fue de día, cuando por fin duerme luego de sus ajetreadas noches y no precisamente al encuentro de la aventura. Como siempre, iba con mi abuelo que me acompañaba a las clases de fotografía que estaba tomando en ese entonces. Mi interés temprano por la luz, el enfoque y la composición al final se vio truncado por lo caro que era en la época y las cámaras, lentes, filtros y todos los insumos que representaba eran un muro para lo que era un pasatiempo de chico y al final del día mis verdaderos intereses estaban en otro lado. Mi abuelo me contaba sobre el circo España y de sus periplos por este lugar. Seguíamos unas cuadras más atravesando la playa y llegando a la plazuela de san Ignacio, donde podría decir uno que ya está más cerca a buenos aires.

PLAZUELA SAN IGNACIO BOSTON, BUENOS AIRES

En la plazuela estaban, igual que hoy, el paraninfo y el colegio san Ignacio (permanece el edificio, pero el colegio se trasladó a otro lugar) así que era para ese entonces el principal centro académico de la ciudad, máxime cuando cerca estaba también bellas artes; la plazuela es pequeña pero arbolada, con bustos de próceres y ciudadanos celebres tal y como sucede en la playa.

Hoy además de los antiguos y bellos edificios republicanos podemos ver la sede de Comfama y claro está algunos edificios menores y recientes, pero todavía hoy la plazuela y sus alrededores cuentan con muchas edificaciones de la época además de otras mucho mas nuevas como las torres del Bomboná pero que han sabido volverse referentes al igual que los más viejos.

Hace unos años, me sorprendió una escena poco usual en la ciudad: una soprano salió por la ventana nororiental del paraninfo e interpretó a continuación una bella pieza lirica para deleite de transeúntes y de los que luego pudimos verla gracias a la red. Pude reconocer la ventana por la que alguna vez mi abuelo confesó se había fugado del colegio, cayendo en un puesto de frutas que se encontraba directamente debajo de ella y como de la misma forma que un héroe motilado al rape y cargado de esteroides persiguiendo a un villano psicópata, arruinó buena parte de las frutas del desafortunado vendedor.

Hoy el colegio san Ignacio es un colegio exclusivo al que no se tiene fácil acceso debido a sus altas colegiaturas, pero en ese entonces era diferente, también era una época donde los hijos de las elites estudiaban con los de la clase media, tal cual se ve en muchos pueblos Antioqueños todavía hoy; aunque también es cierto que el acceso a la educación era todavía un privilegio al cual la clase media comenzaba a tener un acceso. Del san Ignacio fue expulsado Fernando González por revelarse ante la educación escolástica que recibía de los jesuitas, lo que lo llevaría a hacer su famoso viaje a pie y que posteriormente a estudiar en el edificio de al lado, el paraninfo, donde estaba la universidad de Antioquia.

Todavía hoy esta parte de la ciudad acoge a gran cantidad de institutos que imparten programas de todo tipo, tanto formales como informales, también están las imprentas y litografías, así que se imprimen y elaboran muchos de los carteles, pasquines y posters que desde ese tiempo ahogan las paredes y columnas, que incitan la discusión política o al ocio y que fue guiando el tortuoso devenir de nuestra vida social y política. Posiblemente algunos invitaban a algún evento religioso, otros a los eventos culturales en el circo España, el Junín o el Bolívar o porque no a un mitin político citado por María Cano, por los seguidores de Jorge Eliecer Gaitán o quizás por los de Laureano Gómez.

Todavía es centro de tertulia y de la vida nocturna que se niega a desaparecer del centro y que incluso lentamente repunta, se conservan algunas viejas construcciones, se han sumado algunos referentes más, todavía se puede escuchar una milonga en algún bar mientras se ve pasar el tranvía, el cual retornó obligándonos a hablar de este medio de transporte. Al principio de nuestras crónicas hablamos del malogrado vehículo de Corolino Amador, pero en ese corto trayecto de tiempo ya la pequeña ciudad estaba cruzada por calles bien pavimentadas al menos en el centro y además se dio luz verde al tranvía. la ciudad tendría su primer sistema de transporte público.

El tranvía inició incluso antes de que se viera el vehículo de Coloriano intentando vadear los enormes cráteres de los precarios caminos que luego serían las principales vías de la ciudad, comenzando como carros tirados por caballos cuando corría el año 1887 expandiéndose rápidamente y pasando de la mula al tranvía movido por electricidad. Llevaba a todos los rincones de la ciudad y a los municipios mas poblados de lo que hoy es el área metropolitana o incluso al oriente ya que existió una línea que unía a Medellín con Rionegro por los límites con guarne el cual se había proyectado para unir incluso a marinilla y santuario en lo que sería un pequeño tren de cercanías. Una pelea del entonces alcalde de Medellín con los municipios del oriente llevó al traste el proyecto quedando los municipios del oriente con una importante deuda. Este proyecto hoy día mas que viable se ve indispensable y pensar que se pudo haber tenido y además en desarrollo continuo ya desde esos tiempos, lo que nos pone a pensar en a dónde nos llevan las bravatas de los dirigentes políticos cuando estos no son conscientes de lo que ellos representan en la historia.

Una de las líneas mas antiguas, largas y concurridas era la de Ayacucho que llevaba a buenos aires y recogía a muchos de los ciudadanos de clase media que habitaban los barrios Boston y buenos aires tal cual hoy lo hace el moderno tranvía, nacido como remembranza del anterior, aunque estéticamente si muy diferente. Mi abuelo me contaba las historias del tranvía y de como un conocido suyo falleció en un accidente al perder los frenos del vehículo en lo que parece fue un sabotaje por ser esquirol en la huelga de los conductores tranviarios.

El barrio buenos aires fue creciendo teniendo como eje la avenida Ayacucho por donde iba el tranvía e iba creciendo hacia el corregimiento de santa Elena pero también san juan, Bomboná y algunas de las principales vías de entonces, los cerros del salvador, la asomadera y a lo lejos el pan de azúcar, pero también estaba la cárcel de la pradera, otra obra del Agustín Goovaerts que casi se pierde del todo pero de la que logró salvarse algo y donde hoy hay un moderno parque biblioteca. Se pueden encontrar en este barrio como en muchos de los del centro edificaciones de estilo neoclásico, ingles o incluso frankensteniana y una iglesia neogótica.

La cárcel la ladera tenia los delincuentes mas peligrosos de la época e igual que hoy se escapaban, aunque la concepción de delincuencia era diferente. Seguro como en todos lados del mundo había homicidas, secuestradores y ladrones paro nunca de cerca de lo que hoy podemos ver, tanto en cantidad como en la crueldad de su accionar delincuencial. Eran famosos en esa época calzones y el pájaro azul, pintorescos trúhanes conocidos por todos en su tiempo.

Calzones era un de esos personajes pintorescos, por ese entonces tan populares en el picaresco entorno de la ciudad. Ladrón escapista dotado de agilidad proverbial, transformista talentoso del que se decía que poseía, al igual que muchos personajes de la cultura popular, la capacidad de la transformación en cualquier bestia u objeto, musico, jugador y juerguista de largo aliento, se le había conferido un halo de ladrón benéfico que, como un Robin Hood montañero, robaba a los ricos para darle a los pobres. Sobre el apodo de calzones existen varias versiones: una nos cuenta que alguna vez se disfrazó de menor de edad, los cuales en esa época iban de pantalón corto o calzón, para solicitar un certificado de buena conducta para desplazarse sin miedo alguno de la ley y el inspector se lo dio sin sospechar que era un tipo hecho y… ¿derecho? Otra versión dice en cambio que se debe a que un día le robó los calzones a una virtuosa mujer (virtuosa según mi versión) para disfrazarse y escapar de la policía que lo seguía a de cerca, mientras la indignada dama gritaba a todo pulmón: ¡mis calzones, mis calzones!

Había logrado este personaje crear un halito popular que hasta en la mismísima capital alguna vez fue entrevistado. En Bogotá fue recibido como una celebridad hasta que vieron que era moreno, descuajado, bizcoreto y con dejes de montañero; sin embargo, se sabia vestir de paño algunas veces y daba entrevistas a multitud de periodistas.

Calzones fue muerto por dos agentes policiales los cuales fueron a su vez fueron muertos por los adeptos a calzones. La fila para entrar a despedirse de él era larguísima y ahí estaba mi abuelo siendo todavía un crio, un paralelo extrañamente parecido a otro bandido elevado al olimpo popular y también visto como escapista consagrado y con ínfulas de Robin Hood, pero este último no tocaba el tiple o la guitarra sino las trompetas de la muerte como si del apocalipsis se tratara y obrando como el oscuro jinete, nos trajo el Armagedón. Este engañoso paralelismo puede mostrar un afán de nuestra cultura, así como en muchas otras, de venerar quien desafía al status quo, pero del pintoresco calzones al maléfico patrón del mal si bien no hay un gran abismo temporal y menos una gran diferencia espacial, si hay un abismo de decadencia que nos habla de las transformaciones por venir, pero ya llegará el tiempo de hablar de ello. Por ahora terminemos esta historia que como vagón del tren espera otra que le sentido y esta a la que viene, como eslabones de una larga cadena.

Luis Guillermo Arboleda

Aunque soy ingeniero de profesión y nunca arrepentido de ello, graduado de la universidad de Antioquia y fanático del rugby, la inquietud por la literatura, el arte y la historia y muchas de las más variadas formas de hablar del mundo siempre estuvieron y están hoy presentes en mí. En un mundo donde lo ecléctico se desecha, aunque hace más falta que nunca. se hace un intento en recomponer la conexión entre los saberes, las conexiones con lo que somos.

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