Las flores han desaparecido y con ellas el aletear sutil y etéreo de las mariposas ya parece más una visión onírica que una realidad, la multitud de bichos que poblaban los ahora extraños antejardines cargados de flores y plantas cuyos nombres difícilmente podría recitar fueron reemplazados por la monocromía aburrida, si se quiere clasista, de pastizales casi insostenibles en este clima tropical. se han marchado en un mundo que se mueve cada vez más rápido y sin tiempo para esos pequeños detalles que no tuve tiempo de valorar ni disfrutar pues pensaba, serian eternos.
Como los demás, camino rápido y absorto en otras realidades que pienso más apremiantes mientras el calor mana del concreto y el pavimento sofocando por igual a todos los transeúntes de manera lenta y sostenida. Deseo con ansiedad algo que aplaque el calor, aunque ya mi lugar de destino está cerca, debo atravesar el rio, pero no es algo difícil pues los puentes abren el camino entre las dos orillas, solo se nota el ligero cambio de pendiente que asciende lentamente a la distancia.
Sobre el puente puedo ver el rio que corre turbio y muerto por un canal que difícilmente se mantiene pues tanto rio como canal se baten en una lucha sin fin que los aniquila a ambos. El rio hoy no presenta el mal olor que algunos días presenta pues, aunque la calidad del agua ha mejorado enormemente, todavía no ha dejado de ser completamente la cloaca que años antes decidieron fuera. Recordé el año 1993, un año del cual quisiera no tener que acordarme, cuando apenas se empezaba a hablar de rescatar el rio en forma seria y que como parte del servicio militar me tocaba alternar las labores propias de él con trabajo en el entonces naciente y ya difunto instituto mi rio.
Según lo que se esperaba en esa época, ya el rio debería contar con al menos cuatro plantas de tratamiento, dos grandes hoy existentes y otras dos más pequeñas. La realidad es que apenas se logró concluir la planta principal hace unos pocos años y que se pospuso reiteradamente desde el 2005, la fecha entonces esperada para poner a funcionar la planta de Niquía, al ser superada por otras necesidades consideradas más urgentes, así como por el afán de realizar cosas más inmediatas y, por ende, con mayor impacto político.
No solo la calidad del agua sino el canal mismo está en crisis pues hoy más que nunca el rio amenaza reventar su prisión y cobrar venganza, pues el aumento de su caudal en episodios de alta precipitación es cada vez mas patente y una cada vez mayor cantidad de puntos críticos se van sumando de manera preocupante. no voy a proponer como muchos opinadores carentes de algún criterio que se debe devolver el rio a su anterior condición de rio de media montaña pues aun si se asumiera los enormes costes de todo tipo, este jamás volverá a ser lo que fue.
PREÁMBULO A LA OTRA BANDA
Al final de la década del treinta, los medellinenses se asomaban al rio, pero no veían el rio meándrico que serpenteaba por los bellos campos verdes enmarcados en las enormes y bellas montañas. Seguro era un paisaje hermoso e idílico, pero ellos solo se sentían acorralados en la incipiente falda de la montaña donde el rio con sus inundaciones no llegaba. La ciudad era entonces pequeña y los pantanales de la otra banda eran un buen lugar para establecer casaquintas, lugares para el esparcimiento o actividades agrícolas; Sin embargo, al pasar el tiempo la ciudad se quedaba corta como seguiría sucediendo una y otra vez en los años venideros, podría decirse que la belleza de ese idílico valle era opacada en las cabezas de los medellinenses por las necesidades de la creciente ciudad que esperaba salir de su crisálida de estrechos ropajes para dejar atrás la infancia de pueblo grande y convertirse ahora si en una ciudad.
No les hacía gracia ver como la zona más extensa del valle era pantanoso pues era donde el rio se desbordaba y obviamente coger guayabas y pescar corronchos solo interesaba a los escolares en sus tardes eternas de aventura y descubrimiento del mundo. Había que tomar determinación y encerrar al león que solía ser el rio Aburrá. Los primeros e incipientes esfuerzos fueron infructuosos y entonces decidieron tomar medidas extremas y llamaron al que consideraban el indicado.
Barton M. Jones, ingeniero norteamericano, fue el principal encargado, aunque no el único, de poner en cintura al indómito rio y esta tarea tomó diez años (1946- 1956). Como vimos la Medellín del tren se había quedado muy corta: se requería espacio para las nuevas industrias, la cuales se estaban expandiendo, viviendas para los viejos y nuevos habitantes de la ciudad, espacio para las entonces escazas infraestructuras, un lugar donde arrojar los desechos que pululaban en cantidades cada vez más alarmantes y todo esto señalaba al rio.
El arquitecto Ricardo Olano, planificador del barrio prado, ya venía promoviendo la necesidad de canalizar el rio para liberar una gran cantidad de espacio para estas nuevas necesidades en lo que hasta ese momento eran marismas inundables de la otra banda. Cuando el cometido se cumplió la ciudad completó una metamorfosis. Ya no eran carré y goeverts los arquitectos de la ciudad del tren sino wiesner, sart, pedro nel Gómez; ya no era el estilo republicano con toda su mixtura sino el art decó y otros nuevos estilos, la vanguardia modernista de la posguerra.
INICIO DE LA OTRA BANDA
El nuevo panorama haría que sectores como guayabal, el naranjal y Carlos E Restrepo que eran marismas y potreros se convirtieran en nuevos espacios para la industria y las personas. Se comenzarían a ver barrios a imagen y semejanza de los suburbios de posguerra en los estados unidos como san Joaquín o los primeros desarrollos parciales como Carlos e restrepo. Algunos de los antiguos corregimientos comenzarían a convertirse en enormes barriadas, así los corregimientos de Belén, la granja (la América) y Aná (Robredo) se transformarían en barrios y luego en comunas.
Estos nuevos sectores traerían a la ciudad también nuevos espacios más abiertos. La ciudad se iría volviendo más cosmopolita, aunque aún hoy no llega a serlo completamente. Vendrían nuevas universidades como la pontificia, bibliotecas como la piloto, una arena deportiva como el complejo Atanasio Girardot, un aeropuerto como el nuevo Olaya herrera, nuevos templos para la vieja iglesia como la Consolata, santa Gema, san Joaquín o Malibú, entre otros, que mostraban una ciudad que quería estar en la nueva vanguardia. En la nueva ciudad construida sobre el cadáver del rio, el automóvil se erguía como nuevo protagonista y como tal se debían construir nuevas vías, ya no con nombres de prócer sino con números como si de presidiarios se tratara. Aparecen dos vías fundamentales: la ochenta y la avenida oriental.
Estas dos vías sembrarían el nuevo “oeste” al cual apuntaría la ciudad. Por un lado, la avenida ochenta abrió definitivamente la zona occidental para la nueva urbanización pues precisamente une los antiguos corregimientos de belén, la granja y Aná en lo que pensaba Wiesner iba a ser la vía circunvalar (que engañado estaba). Por su parte, la avenida oriental reventaba la vieja ciudad llevándose por delante muchas cosas y fragmentando otras, condenando a la antigua Medellín a la muerte lenta en beneficio del sur a donde comenzarían a mudarse las clases altas. Así la antigua ciudad en el centro y el oriente comenzaba su lento declive en beneficio del oeste y el sur. Por eso aquí se entenderá por qué no me refiero a un nuevo norte sino a un nuevo oeste, pues como en la canción de pet shop boys hacia allá miraría la nueva ciudad.
LA NUEVA INDUSTRIA
Si la Medellín del tren había nacido gracias a la acumulación de capital debido a la actividad minera y posteriormente cafetera, la que la sucedería tendría una fuerte vocación comercial e industrial, las empresas industriales más antiguas del país tuvieron y tienen asiento todavía en la ciudad. además de la acumulación capital, fenómenos como la sustitución de importaciones por la escasez entre guerras, los créditos y mejores condiciones económicas de la población impulsaron el avance al próximo escalón creando una economía con un valor agregado mucho mayor. Mucha parte de los terrenos recién conquistados al rio serían el nuevo cinturón industrial de la ciudad, la región y el país incluso, desde guayabal, san diego y más abajo hasta Itagüí las grandes factorías se extendían y abrían la ciudad a una modernidad inédita, aunque incompleta. Cambiaba la ecolonomía, cambiaban las personas, cambiaba el paisaje.
Hay que decirlo, no había mucha industria pesada y casi la mayoría eran manofacturas como promovían entonces los organismos económicos mundiales para aprovechar la mano de obra todavía abundante y barata; Sin embargo, en esta época no era muy mala la experiencia laboral en las manufactureras sobre todo si se le comparaba con las condiciones en la ruralidad. Todavía recuerdo como mi abuela hablaba con orgullo del haber trabajado para Coltejer o como alguien mayor contaba cómo logró hacer una familia, construir su casa y conseguir que la prole llegara a la universidad, que muchas familias tuvieran por primera vez un profesional y gracias a ello, la nueva ciudad se convirtió en una tierra prometida que vendía una versión montañera del sueño americano, la introducción de una real y extensa clase media.
Algo que caracterizó las relaciones sociales de la naciente ciudad industrial fue el modelo patriarcal que siempre ha sobrellevado la sociedad antioqueña. Hoy en día ese término tiene muchas connotaciones, pero no sin ánimo de evadir la polémica sino de ir a donde quiero llegar había una orientación, al menos en principio, muy paternalista en toda la sociedad. Es muy probable que el origen de ello se deba al aislamiento, pero también a que desde siempre la economía fue de carácter familiar y clientelar heredadas de la estructura que tenían las pequeñas minas de oro, donde el dueño era un trabajador más, que hasta mediados del S. XlX fue la mayor fuente de trabajo y sustento. En esa época no había muchas grandes explotaciones y era difícil para la mayoría de los mineros conseguir mano de obra esclava como pasaba en el cauca, el caribe o más abajo en el Perú.
Ese carácter paternalista y conservador se transfirió a las explotaciones cafeteras donde en su mayoría prevalecía ese mismo modelo y de ahí llegó a las nuevas industrias creando una forma muy particular de relacionarse. Por un lado, no permitía un tipo de organización diferente, lo que hacía que se mantuviera invariante en el tiempo, pero por otra parte permitía que se consiguieran acuerdos más fácilmente. era más igualitario, aunque para nada liberal y se adaptaba relativamente rápido a los cambios a pesar de ser muy conservador.
Ese modelo socioeconómico sigue hoy hasta nuestros días reinventándose luego de sus sucesivas crisis tal cual veremos; sin embrago, el inexorable paso del tiempo y los cambios en la cultura que ello conlleva terminaron o terminarán cambiándolo o destruyéndolo definitivamente. En la Medellín del tren este modelo estaba en la cúspide y se puede decir que fue clave para la rápida respuesta a los cambios a diferencia del caos que a veces se podía ver en la república.
En la Medellín del rio muerto; sin embargo, llegó a la crisis y desnudó sus contradicciones, aunque ese mismo modelo pudo responder a esas mismas crisis. La transformación de él es inminente pues ya las dinámicas de la globalización y su vértigo obligan formas diferentes de adaptarse a un mundo difícil, no necesariamente porque no haya quien lo desee sino porque esa sociedad pequeña donde parecía que todos se conocían y que todos creían tener un deber y responsabilidad es casi imposible de sustentar en las condiciones actuales.
La forma en que esta cultura influenció el devenir de esta Medellín la veremos con el desarrollo de esta historia pues todavía queda mucha tela que cortar, así como le ocurría a la chica que, ajetreada, miraba como los telares trabajan sin cesar mientras sus sueños solo estaban puestos en el sábado en la tarde, evadidos posiblemente en la promesa del amor deseado mientras veía pasar al lado a algunos desconocidos por Junín sin siquiera detallarlos. quizás cuando la febril maquinaria cesara de rugir y permitiera a sus operarios humanos tener la esperanza de un día mejor.
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