La llegada de los robots y el futuro de la humanidad: ¿qué ganamos y qué perdemos?

Anoche, el hombre que ha revolucionado el espacio y la inteligencia artificial, Elon Musk, presentó su último invento: robots blancos y estilizados que ayudarán en las tareas más cotidianas de la vida. Asearán, cocinarán, manejarán, servirán tragos. Lo que alguna vez fue anticipado por la ciencia ficción ahora se ha convertido en realidad. Nos encontramos ante una nueva clase proletaria, hecha de tubos y circuitos, que —por ahora— no tiene voluntad propia, como en aquellas películas en las que los robots se rebelan contra sus amos. Esta eterna relación entre servidumbre y poder ha encontrado en la tecnología una nueva oportunidad para perpetuarse.

Sería miope oponerse de inmediato a estas invenciones, que liberarán al ser humano de ocupaciones que, aunque dignas, ya no parecen necesarias para el progreso. Y sí, estas máquinas abrirán nuevas oportunidades para que los hombres y mujeres se ocupen de labores que quizás se ajusten mejor al espíritu humano. Pero no podemos ignorar lo que está en juego: una transformación tan radical que cambiará el tejido de la sociedad. Cada tecnología que triunfa lo hace desplazando algo o a alguien. Y esta vez, serán los humanos quienes quedarán fuera de ciertos roles, mientras una nueva “mano de obra” toma el relevo.

La pregunta inevitable: ¿Qué será de nosotros?

Es imposible no preguntarnos qué será de los millones de personas cuyos trabajos se verán desplazados. Algunos visionarios proponen un ingreso básico universal, una renta mínima que garantice la subsistencia en un mundo donde el empleo, tal y como lo conocemos, será un bien escaso. Este ingreso podría ofrecer una solución a la creciente desigualdad que la automatización amenaza con intensificar. Pero, ¿estamos preparados para asumirlo?

En países como Colombia, donde apenas hemos comenzado a construir un modelo económico inclusivo, la implementación de un ingreso básico suena a utopía. Mientras en otras latitudes ya se están experimentando con estas políticas, en nuestros territorios seguimos atrapados en la lucha por lo básico. Y mientras más avance la tecnología, más nos quedaremos rezagados si no reaccionamos a tiempo. Mientras Silicon Valley diseña el futuro, nosotros debemos preguntarnos cómo nos vamos a adaptar.

Un mundo sin empleos: ¿Destrucción o creación?

Aunque la automatización destruye empleos, también crea otros. La demanda de expertos en robótica, programación y mantenimiento de estas máquinas crecerá exponencialmente. Pero la clave para aprovechar esta nueva era laboral será la educación. El problema radica en que, en países como Colombia, aún no hemos dado el salto hacia una verdadera revolución educativa que prepare a nuestras futuras generaciones para competir en este mercado global.

Si no hacemos un esfuerzo colectivo por transformar nuestros sistemas educativos, por invertir en ciencia y tecnología, nos enfrentamos al riesgo de que la brecha entre ricos y pobres se agrande aún más. Los países que lideran la revolución tecnológica avanzarán a pasos agigantados, mientras nosotros nos quedamos observando, rezagados y desconectados del futuro.

Superhumanos y el nuevo privilegio tecnológico

Mientras algunos se preguntan qué será de los trabajos, otros, aquellos que dominen estas nuevas herramientas tecnológicas, emergerán como una especie de “superhumanos”. Un nuevo tipo de privilegio nacerá, basado no solo en la riqueza material, sino en la capacidad de controlar la tecnología avanzada. Aquellos que tengan acceso a la inteligencia artificial y la robótica no solo tendrán poder económico, sino también el control de las dinámicas sociales y laborales.

Esto plantea cuestiones éticas profundas: ¿Seremos capaces de distribuir de manera justa este nuevo poder? ¿O se concentrará en las manos de unos pocos, relegando al resto de la humanidad a la irrelevancia? La llegada de los robots no solo amenaza empleos, también amenaza nuestra concepción del poder, del privilegio y de lo que significa ser humano.

La pérdida de lo humano: Más allá de la tecnología

Lo más alarmante no es lo que ganamos con la automatización, sino lo que perdemos. En un mundo cada vez más conectado a través de máquinas, corremos el riesgo de perder el contacto humano. Ya hoy, la tecnología ha debilitado nuestras interacciones personales. Pero ahora, con robots que nos sirvan y asistan, esa desconexión será aún más profunda.

¿Qué será de las conversaciones en un taxi camino al trabajo, de las confidencias con el barman que escucha nuestras preocupaciones, o del simple acto de compartir el silencio en la mesa de casa? La llegada de los robots puede crear miles de barreras, no físicas, pero sí emocionales, que nos separarán como sociedad. ¿A qué precio estamos dispuestos a renunciar a lo que nos hace humanos?

El futuro de lugares como San Andrés: Atrapados en lo básico

Y mientras el mundo discute sobre robots, superhumanos y automatización, en lugares como San Andrés, seguimos luchando por resolver nuestras necesidades más fundamentales. Nos enfrentamos a desafíos de agua potable, educación y salud, y mientras tanto, el resto del mundo avanza hacia un futuro que nos dejará aún más atrás. Es en este aislamiento donde las innovaciones tecnológicas parecen tan distantes, pero son tan necesarias.

Si no levantamos la voz, si no exigimos avances, corremos el riesgo de ser olvidados. La llegada de los robots nos plantea la pregunta de qué estamos haciendo para que nuestro futuro no dependa solo de las decisiones de quienes están al frente de las grandes innovaciones, sino de lo que nosotros construyamos desde nuestras islas y nuestras comunidades.

Si sientes que la tecnología avanza más rápido de lo que podemos entender, si te preguntas hacia dónde va el mundo y qué papel jugarás en él, mira tus redes sociales y a quienes sigues .
Debemos encontrar siempre un espacio para reflexionar y cuestionar el impacto de estos cambios en nuestras vidas. Porque el futuro no es inevitable; el futuro lo construimos cada día con nuestras decisiones, y si no lo entendemos, simplemente seremos arrastrados por él.

Al final del día, lo que realmente importa no es qué tan avanzada sea la tecnología, sino qué tan fuerte es nuestra conexión con el otro. Porque lo que nos define como humanos no es solo lo que hacemos, sino cómo lo hacemos juntos.
“Despierta”

Jayson Taylor Davis

Soy un abogado sanandresano, especialista y estudiante de la maestría en MBA en la Universidad Externado de Colombia.

Comentar

Clic aquí para comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.