Colombia se ha vuelto un país de marchas. Aquí ya se volvió paisaje ver al pueblo marchando para reclamar sus derechos, se volvió costumbre ver a trabajadores, maestros, estudiantes, indígenas, afrocolombianos y comunidad en general transitar por las calles, gritando arengas, para que los eximios gobernantes los escuchen; marchas que, por lo general, no son acompañadas por el estamento pero que si son reprimidas por este.
El 10 de octubre el país vivirá una nueva marcha, una marcha que tiene toda la legitimidad posible pues es una marcha por el futuro del país. El 10 de octubre será el día en el que la clase estudiantil, los docentes y padres de familia responsables saldrán a la calle, no para celebrar el aniversario de Ernesto o para entonar canticos en pro de la revolución violenta, mañana saldrán a reclamar el derecho a una educación pública (y hasta privada) digna, de calidad y sin anclas. El día 10 de octubre no puede terminar siendo otro día en el que el sol sale por el oriente y se oculta por el occidente, tiene que ser el día en el que todos a una sola voz se levanten y griten al unisonó en pro de una educación sin dilaciones y barreras.
Sin embargo, de buenas intenciones y de bien intencionados esta lleno el reino de los cielos y mañana el estamento no se inmutará al ver al pueblo gastando suela.
Lo más seguro es que el señor presidente Duque y su equipo ministerial se harán los de los oídos sordos, el ministro Carrasquilla -con su demagogia neoliberal- abjurará de la protesta y replicará aduciendo la herencia del gobierno anterior para no ajustar el presupuesto; en el mismo sentido lo hará el señor ministro de defensa, quien en medio de su visión de túnel solo ve en los manifestantes enemigos acérrimos que deben ser reprimidos por la jauría del ESMAD ya que solo hay derecho al aumento del presupuesto para su cartera y luego irán desfilando uno a uno los ministros a los que les competa el asunto hasta llegar al señor presidente quien en últimas solo dará una declaración de promesas y no de hechos. Eso sin contar con el silencio cómplice de los medios de comunicación tradicionales, para los cuales la protesta por la educación es una expresión “castrochavista” que nos llevará a ser a como se ha convertido (por culpa de mal educados) el vecino país.
También sucederá lo mismo en el congreso patrio en donde los congresistas volverán la protesta de los estudiantes, docentes (y otros) un round más. Saldrán los de las bancadas opositoras a manifestar su apoyo y luego saldrán los otros a repelerlo llamando a la masa estudiantil un instrumento de revuelta y abocando por su represión (los llenarán de improperios tales como: “estudien vagos”); pero seguramente no llamarán a una sesión plenaria el 10 de octubre, en medio de las marchas, por temor (tanto de los unos como de los otros) a quienes van caminando hacia la plaza de Bolívar en Bogotá. La pregunta es: ¿Temor a que o a quién?
Es que la protesta del 10 de octubre no es solo por el rubro presupuestal para la existencia de las instituciones públicas, también es por las condiciones leoninas que mantiene el estamento en contra de las instituciones (públicas y privadas); condiciones que se expresan en los mal llamados procesos de acreditación y otras exigencias que en nada han servido para mejorar el nivel educativo y que por el contrario han llevado a los claustros a ser recitadores de discursos anacrónicos y a los docentes la boca por la cual se expresan otros, reprimiendo así el derecho a pensar con cabeza propia.
Quedarse el 10 de octubre en la casa sin salir a protestar sería un exabrupto. El 10 de octubre las calles deben estar abarrotadas, el 10 de octubre los estudiantes deben estar en las calles cumpliendo su misional y los docentes también, coadyuvando el derecho de los suyos a tener una educación digna.
El 10 de octubre los padres deben acompañar a sus hijos en la defensa de su derecho, es que la educación es un acto (de muchos otros) hereditario (si se puede acuñar el termino) que en vida un padre hace con sus hijos. El 10 de octubre debería ser un día de fiesta, sí de fiesta, porque salen los estudiantes, los docentes, los padres de familia, la misma sociedad, a las calles.
El 10 de octubre debe reinar la altura y caminar todos en paz, sin confrontación; el 10 de octubre, a diferencia de otras marchas convocadas para defender derechos políticos o personales de los convocantes, nos lo jugamos todo por el devenir como país.
Habrá quienes digan que la marcha por la educación carece de sentido toda vez que están asesinando niños, se han recrudecido los cultivos ilícitos, hay amenazas de un vecino hostil, han reaparecido los grupos armados, asesinan a líderes sociales, etc.… Pero precisamente si hubiese educación de calidad, aquellos males endémicos podrían reducirse y desaparecer; es una apuesta a largo plazo… pero los gobernantes y los políticos le temen al largo plazo porque afecta sus intereses, sobre todo los electorales.
Educar a un pueblo es necesario. Educar no es solo aprender lo básico sino también prepararse, en cualquier grado, para el devenir; educar es el acto más noble y justo que existe.
Si se tomó el riesgo de dar la vida a un ser pues que se le eduque para ser.
La del 10 de octubre es la prolongación de una larga marcha; marcha que quizás continúe por mucho tiempo repitiéndose y que tendrá que ser caminada las veces que sea necesarias porque LA EDUCACIÓN DEL PUEBLO NO SE VENDE, SE DEFIENDE.
COLOFÓN: Mañana todas las universidades: Públicas y privadas deben salir a marchar; un docente educa a sus dicentes enseñándoles a defender la educación y un estudiante que no marche por el futuro del pueblo en general poco o nada le importa su devenir.