Esperar mucho de un estado donde la justicia no es aplicada según el derecho, y la verdad esta sujeta a gustos políticos, a favores económicos y cuya información es transmitida por los medios masivos de comunicación con directrices de parcialidad atrevida, desconociendo por completo los principios de independencia y verdad, nos hace pensar que el camino por el cual transitamos en la democracia no es el ideal.
» En la épica del adiós a los grandes relatos, el crepúsculo del deber, la generalización del conformismo, la propagación del pesimismo cultural y la difusión de la versátil ética mínima, indolora y acomodada, se anuncia un oscurecimiento del valor. La luz del bien, se dice, ha perdido su antiguo resplandor. Brilla débilmente sobre una desamparada paramera, y la inmensa llanura de la verdad, otrora fértil e inagotable, es ahora un pedregal sequeroso» (1)
En la forma como esta planteada hoy la sociedad, parece ser que la democracia necesita más «hombres sin convicciones, seres ágiles, ligeros, liberados del fardo del valor, sin escrúpulos morales, que no le impidan brincar de un sentido a otro, un ser sin cualidades. He ahí el modelo de hombre democrático, promovido y amparado por la sociedad actual.
Abundan políticos escépticos, desconfiados, incrédulos y fríos. Su credo es no creer
en nada: ni en la verdad, ni en el bien, ni en la justicia. Son «demócratas» que se encogen los hombros o se lavan las manos frente a dilemas morales al estilo de pilatos (Jn, 18,28-19,6) trasladan a la mayoría las decisiones trascendentales, pues creen que ella es fuente, origen principió y raíz del valor y la verdad. No importa si esa supuesta verdad condena al inocente o aprueba lo que es carente de verdad de ética, de principios y de moral. De ahí que se esta dispuesto a lo que sea, por liderar encuestas y subir el aplausómetro que rectifique su ilegitimidad.
Es triste que el valor, la ética la justicia y la verdad representen hoy un peligro para la libertad y se perciban como un obstáculo que puede recortar las alas a los encargados de ejercer la política como modus operandi para su «estafa legal».
Varios intentos fallidos para ejercer la vida política participativa, me han llevado a esta reflexión, es impresionante la in-delicada función que ejercen algunos políticos creyéndose dueños de las conciencias, los partidos y los pueblos, los cuales compran amoralmente y a muy bajo precio, en temporadas electorales.
Sólo cuando la ética, el mérito, la inteligencia y la moral recuperen el lugar en nuestra débil democracia, entonces podremos aspirar a que el veredicto popular, alejado de maquinarias e intrigas políticas, nos de la oportunidad de ejercer nuestras capacidades de servicio en la vida pública. Mientras tanto tendremos que soportar a lagartos de turno y politiqueros de oficio, que desde el poder público destruyen la patria y se comen lo poco que queda de patrimonio nacional.
El olvido del Dios trascendente, trae como consecuencia la ausencia de valores absolutos.
Que Dios nos bendiga
[author] [author_image timthumb=’on’]https://fbcdn-sphotos-b-a.akamaihd.net/hphotos-ak-ash3/t1/1654076_1404937633097431_159860911_n.jpg[/author_image] [author_info]Omar A Bedoya Gaviria, Magister en Teología, Blogger: omantoni.blogspot.com. Facebook: Poesia Del Corazon. Leer sus columnas.[/author_info] [/author]
1. (Wahrheit, werte, Macht, Prüfsteine der pluralistischen Gesellsfachft Editorial Madrid : Rialp, D.L. 2005. Benedicto XVI.)
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