La inteligencia artificial entra al aula… ¿y el juicio sale?

“Yo elijo ver en la inteligencia artificial una aliada, pero solo si aprendemos a ponerle límites y a recordarle que, en el aula, la inteligencia más importante sigue siendo la humana”


En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser un concepto de la ciencia ficción para convertirse en una realidad cotidiana, especialmente en el ámbito educativo. El uso de plataformas adaptativas de aprendizaje y asistentes virtuales han comenzado a transformar la manera en que se enseña, se aprende y se evalúa. Esta transformación, sin embargo, genera preguntas profundas: ¿estamos frente a una revolución pedagógica o ante una amenaza al desarrollo del pensamiento crítico y autónomo del estudiante?

La IA ofrece beneficios evidentes. La posibilidad de personalizar el aprendizaje, por ejemplo, permite atender las diferencias individuales de los estudiantes, algo que tradicionalmente ha sido una deuda pendiente en el aula. Según un estudio publicado por el Journal of Educational Computing Research (2021), sugiere que “el uso de plataformas inteligentes puede mejorar el rendimiento académico y aumentar la motivación del estudiante al adaptar el contenido a su ritmo y estilo de aprendizaje”. Además, los docentes pueden optimizar tareas repetitivas, como la evaluación de pruebas estandarizadas o el seguimiento del progreso, liberando tiempo para procesos más creativos y humanos de la enseñanza.

Ahora bien, como docentes debemos ser conscientes de los riesgos que conlleva su uso inadecuado. Uno de los más preocupantes es la delegación excesiva del pensamiento racional en estos sistemas informáticos. En algunos contextos, los estudiantes no utilizan esta herramienta como apoyo, sino como un sustituto de su propia reflexión. Esto plantea una paradoja inquietante: mientras la academia promueve el desarrollo de competencias del siglo XXI como la creatividad, la resolución de problemas, la autonomía y el pensamiento crítico, algunas prácticas con IA podrían estar minimizando el desarrollo de estas habilidades.

Desde mi experiencia como docente universitario y responsable de la calidad educativa en mi municipio, observo cómo algunos estudiantes, docentes y padres de familia confían plenamente en estas tecnologías. Recientemente, en una ceremonia de grados, cuando dos personas salieron a presentar sus discursos ante el público, fue evidente que coincidieron en las mismas ideas y con palabras idénticas. Esto demuestra el uso desmedido de las IA, que si bien, se pueden emplear para realizar ajustes o correcciones, no debe reemplazar la autenticidad del pensamiento humano. Ese episodio me llevó a preguntarme: ¿Estamos educando para formar ciudadanos críticos o simples usuarios de herramientas tecnológicas?

La alternativa no consiste en inhabilitar el uso de la IA, como algunos sugieren. El reto consiste en formar ciudadanos digitales capaces de utilizar estas herramientas con criterio ético y pedagógico. Como señala la UNESCO en su informe “Artificial Intelligence and Education: Guidance for Policy-makers”, es urgente repensar los fines de la educación y no sólo los medios, de modo que la tecnología esté al servicio del pensamiento, y no al revés (UNESCO, 2021).

Es fundamental que el uso de la IA esté acompañado por una pedagogía que promueva la enseñanza a partir del diálogo crítico frente al uso de la tecnología. Que les permita a los estudiantes desarrollar su capacidad de análisis, su sensibilidad ética y su propia voz. El docente del siglo XXI no puede ser únicamente un facilitador de herramientas, sino un mediador entre el saber y la conciencia.

Con la IA, tenemos en nuestras manos una oportunidad histórica: resignificar el rol del maestro y del estudiante en un entorno en que el conocimiento sea múltiple, abundante y variado. Como educadores, debemos asumir con compromiso esta transición. Yo elijo ver en la inteligencia artificial una aliada, pero solo si aprendemos a ponerle límites y a recordarle que, en el aula, la inteligencia más importante sigue siendo la humana.

Juan Carlos López Flórez

Licenciado en Filosofía, historiador y docente. Escribo para invitar a la reflexión, inspirado en la historia y la literatura, impulsando el cambio educativo que necesitamos.

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