La ilusión independista y el colonialismo cotidiano

Es difícil pensar que las naciones que nos incluyen y nos rodean son verdaderamente independientes, cuando las campanas de un mastodonte colonial enclaustrado en el centro del pueblo hacen el diario llamado a sus vasallos para asistir al rito importado de la misa…


Hace ya bastantes años que Colombia pudo dar finalmente su grito de independencia al imperio español, este proceso que le costó tanta sangre y que le arrancó a muchos de sus más ilustres ciudadanos, nos dio la oportunidad de ejercer autónomamente nuestro andar que, dejando de lado la patria boba, nos permitía tener sistemas éticos, culturales, filosóficos, políticos y económicos propios, sin embargo, al analizar los procesos de independencia, no solo en Colombia, sino alrededor del mundo, nunca vemos una independencia completa, el lenguaje mismo es un claro elemento de adhesión perpetua a la conquista, un lazo irrevocable a unos eventos que yacen perdidos en la historia, pero hay muchos otros elementos que, como parte de la cotidianidad, son poco pensados pero evidencian, con gritos mucho más fuertes pero raramente escuchados, que nuestras independencias son muy poco independientes.

¿Pensará acaso el fiel creyente cristiano o católico del origen de sus creencias? ¿no es ese título de católico apostólico romano lo bastante sugerente como para remitirse a una antigua historia de violencia e imposición extranjera? Es difícil pensar que las naciones que nos incluyen y nos rodean son verdaderamente independientes, cuando las campanas de un mastodonte colonial enclaustrado en el centro del pueblo hace el diario llamado a sus vasallos para asistir al rito importado de la misa, cuando los centros de nuestras urbes están adornados con gigantes construcciones arquitectónicas, como banderas izadas en el corazón de los pueblos, entregando aun desde lo lejos recuerdos insípidos de colonia, inquisición e imposición.

Puede que sea imposible para estas antiquísimas naciones conquistadas arrancarse de fondo todo aquello que la civilización le ha traído a sangre y fuego, como el elefante encadenado que aún ya liberado permanece en el mismo lugar, podría ser que aquello que hoy tenemos como rezago vital sea mucho mejor que nuestro ignorante y salvaje pasado, que la conquista nos regalase desarrollo, comercio, globalidad a cambio de algunas creencias, unos dioses tan monótonos y absurdos perdidos en el tiempo, danzas, canticos y oro a cambio de un buen credo, un comportamiento conservador y un odio controlado por todo lo que es diferente, puede ser que seamos un poco más viables, pero claramente somos muy poco de nosotros mismos.

Es difícil determinar la Colombia precolonial, el recorrido histórico es un extenso claro – oscuro y el encuentro con los colonizadores está claramente sesgado por la narración del ganador, para ellos, salvajes inoperantes, irracionales e incluso caníbales, pero con un paradójico desarrollo artístico, urbanístico, jerárquico, lejano a la descripción animal española sabemos poco de lo que fuimos y quizás por ello fue tan fácil adoptar lo que otro dice que somos.

La globalización hoy más que nunca restringe la capacidad de independencia, de manifestación única y propia de las naciones, lo que desapareció bajo los siglos de las conquistas y los descubrimientos de nuevos horizontes no podrá ser rescatado jamás, la independencia fue un espejismo de autonomía que aún hoy nos llena de orgullo, la dura batalla de los conquistados para expatriar a los conquistadores, pero que, al final, como patrias bobas jamás pudimos destronar, sacamos a los reyes y virreyes españoles de nuestras tierras pero nos quedamos con su lengua, sus creencias, su cultura, sus ideas, hoy, como fantasmas evidentes, los conquistadores se pasean por las calles de las naciones que, aunque independientes, aun son colonia.


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Filanderson Castro Bedoya

Psicólogo de la Universidad de Antioquia con énfasis en educación, formación empresarial y salud mental, educador National Geographic, escritor aficionado con interés en la historia, la política y la filosofía, amante de la música y la fotografía.

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