La historia que cuenta el camino

Desadormecerse, hender los ojos y darse cuenta de que el cuerpo sigue vivo, en celeridad…

Pocas veces préstamos atención a los cambios de la rutina, aquella que nos extasían de pensamientos y reflexiones que al final no llegan a ninguna conclusión.

Hoy tengo una nueva rutina, una que se ha convertido en mi usanza cada día, y sólo unos días después, presté atención a esta nueva costumbre…

Abrí el portón, acicalada como siempre, con bálsamo de flores, como me gusta que me sientan al pasar, apresuradamente deambulando hacia el paradero, con la mirada puesta en cada ser que divisaba al pasar, escuchando el sonido del viento acariciar mi pelambre, sentir la vida misma, en cada paso, en el canto de las aves que empalagan mi oído, en la mirada del anciano sin prisa con el periódico en su mano, en la mirada desentendida del vagabundo, en la ilusión que lleva el niño camino a la escuela, en los pasos de esperanza que carga cada adolescente, en el abrazo meloso de los enamorados que se despiden, voy viendo a través de la ventana… aquellos que corren para olvidar, aquellos que caminan para pensar y unos cuantos que pasean a sus amigos fieles para sentirse acompañados…

Tal vez todas esas miradas que no te voltean a ver, pero que sólo con verlas dicen tanto, son las mismas que te hacen pensar… y si no tuviera una razón para seguir, una más que yo mismo, si sólo te tuvieras a ti mismo, si sólo tú te esperaras cada día en casa, si fueras sólo tú… ¿estarías viviendo el mismo presente?…

Y justo antes de poner mi mano sobre el timbre, antes de tener de nuevo mi mente invadida por el ruido del entorno, no tuve la respuesta.

Mi mente silenciada ante los innumerables árboles y el sonido furioso del riachuelo, me hacen sentir la necesidad de poner los ojos ante aquellos que veo a diario, me pregunto si cada cosa que hacen, si cada mirada que es dirigida hacia mí es una mirada de compasión, de amor, de aprecio o simplemente de nulidad.

Mi mente intenta conectarse una vez más, pero no lo logra, esta tendida en la ausencia, como suspendida, parece que no sabe qué hacer, parece desahogarse por medio de una sonrisa, trata de entretenerse con los sonidos ilusorios de la melodía, pero en medio de todo, hay una pregunta sin responder, tal vez porque si fuéramos sólo nosotros, no tendría ningún sentido.

Mónica Andrea Monsalve Jaimes

Estudiante de periodismo, escritora de prosa y poesía.

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