Sobre la guerra de 1885, que dio lugar a la Constitución de 1886 que rigió la estructura colombiana durante 105 años, y que nos apelmazó, se manifestó:
“Sin embargo, lo más grave no había sido la ocurrencia guerrera de aquella contienda civil, con sus desastres económicos e institucionales. Lo más grave había sido la invasión que realizaron las tropas de la infantería de marina norteamericana sobre tierras colombianas del Estado de Panamá, a petición del propio gobierno colombiano. Para salvar aquel Estado del triunfo de la revolución liberal, que allí había encabezado el General Rafael Aizpuro, el gobierno de Nuñez prefirió tomar semejante medida violatoria de nuestra soberanía nacional, antes que permitir el triunfo de la rebelión. Tal era el estado de sectarismo político que animaba a los gobernantes federales, que se llegó a extremos tan aberrantes. Se sentó así un funesto precedente que pocos años después dio margen para nuevas invasiones y para la pérdida definitiva de Panamá.”¹
Panamá se perdió en 1903 después de la guerra de los Mil Días, pues a partir de un Tratado llamado Mallarino-Bidlack, Estados Unidos enviaría tropas a solicitud del gobierno colombiano para proteger la línea férrea que unía los océanos Atlántico y Pacífico entre las ciudades de Panamá y Colón, donde más tarde se construiría el Canal de Panamá. La cláusula dice así: “Estados Unidos garantiza a la Nueva Granada, la perfecta neutralidad del istmo de Panamá, con la mira de que en ningún tiempo, existiendo este tratado, sea interrumpido el libre tránsito de uno a otro mar.”
En dos oportunidades el Gobierno Colombiano, uno en época del liberal Rafael Nuñez (1885), otra en época del conservador José Manuel Marroquín (1902), pidió ingenuamente a los Estados Unidos de América que desplazaran tropas a todo lo largo de territorio colombiano dizque para garantizar el libre tránsito entre el Atlántico y el Pacífico. Y lo peor, haberle entregado la construcción del canal a los franceses (Fernando de Lesseps) y no a los americanos.
Los liberales motejan a Rafael Nuñez de conservador, cuando fue parte del liberalismo radical que hizo la Constitución de Rionegro de 1863 contra la de 1858, que fue ésta sí, conservadora, dirigida por Don Mariano Ospina Rodríguez. Nuñez ya había sido Presidente en 1880 y en 1884, apartándose del Radicalismo y dirigiendo lo que se llamó el Partido de la Regeneración acercándose a los conservadores.
Lo que no podemos volver a repetir son los grandes errores como los cometidos al permitir la toma de Panamá, ingenuamente. Se vienen las elecciones regionales más importantes de los últimos cien años, pues por estupidez, miopía, ligerezas, entregamos el gobierno nacional en manos de un exguerrillero comunista y un alcalde de Medellín “progresista” amigo y cercano al comunista. Aprendamos de nuestra historia para no volver a dar papaya. Por encima de los intereses particulares, por legítimos que sean, hay que poner por encima los intereses de la sociedad.
Todas las columnas del autor en este enlace: Julio González Villa
1. (Gustavo Humberto Rodríguez; Benjamín Herrera en la Guerra y en la Paz; Universidad Libre de Colombia; Ed. Simón Rodríguez Macías; Bogotá; 1973; Pag. 81)
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