La historia de mi suegro se debe a las reminiscencias de su paso por la politica de este país. Durante ese tiempo conoció y escucho muchas historias. Justo la semana pasada me contó una que, en lo personal, demuestra hasta dónde llega la perspicacia y la avaricia de algunos para robar y enriquecerse a cuestas del Estado y por ende de cada uno de nosotros como ciudadanos.
La adicción en cualquiera de sus facetas es dolorosa de asimilar, tanto para el adicto como su núcleo familiar y demás que lo rodean. Son muchas las lagrimas derramadas, los sueños derrumbados y la angustia que se sufre pero para la mayoría la esperanza siempre se mantiene intacta en que algún día, todo cambiará. Esa fe y esperanza se alimenta gracias a aquellos voluntarios y profesionales que dedican sus vidas al otro, extendiendo sus capacidades, acompañamiento y apoyo para quienes tienen voluntad de cambio y más lo necesiten. Sin embargo, y acá comienza la historia, hay quienes utilizan semejante situación de vulnerabilidad para explotar al otro y sacar provecho.
La familia protagonista de la historia de mi suegro al parecer es harta conocida en aquel pueblo que se quema bajo el sol sabanero de Sucre. En dicha familia prevalecían los negocios y no dejaban pasar oportunidad. Por eso en una ocasión, les dio por montar un centro de rehabilitación al servicio del Estado. Su foco era aportar los servicios requeridos a esta población vulnerable y luego cobrarle al Estado por los pacientes atendidos. Sus tácticas eran ingeniosas, al parecer el patriarca de la familia posaba de doctor y especialista detrás de un elegante delantal blanco. Mientras tanto, el resto de la familia reclutaba y pasaban los pacientes por aquel “centro” como si fueran autopartes en una cadena de producción. Escasamente los alimentaban, les daban su peinado y los duchaban a la carrera para poder dar cumplimento a la pomposa ceremonia de graduación de aquel programa, todo disfrazado de legalidad.
A modo de conclusión, la historia de mi suegro me sigue generando asombro y vergüenza. Me da pesar que haya compatriotas que estén dispuestos a inventarse semejante plan para enriquecerse y me atrevo a decir que este tipo de historias están a lo largo y ancho del país. Por eso debemos exigir y velar por instituciones empoderadas de su labor, que tengan autoridad y capacidad para intervenir y sobre todo judicializar a los responsables. También debemos ser nosotros ciudadanos críticos y atentos que estemos dispuestos a denunciar pues al final estamos hablando del dinero público que pudiendo estar verdaderamente destinado a cubrir las necesidades de la ciudadanía en algunos casos pasa es a engordar los bolsillos de unos cuantos vivos como los protagonistas de esta historia.
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