A los pocos pasos de entrar a la Universidad de Antioquia es fácil ver por qué en las últimas horas Mauricio Alviar tomó la decisión de fortalecer los controles a la entrada en el Alma Mater: venteros usando las mesas destinadas para estudiar en donde promocionan una gran cantidad de productos usando inclusive sillas de salones, otros venteros utilizando energía de un cable suelto para sus licuadoras para hacer sus jugos naturales mientras o para calentar salchichas, tocinetas, conectar computadores e impresoras e inclusive conectar una máquina para tatuar.
Este panorama ilustra lo que los economistas denominamos la tragedia de los comunes que surge en presencia de bienes que son de libre acceso y que por lo tanto ninguno de los individuos que lo utiliza tiene incentivos para asumir el costo de mantenerlo lo que desencadena, irremediablemente, la desaparición de dicho bien debido a sobre-explotación que sufre. Esta conducta de sobre-explotación se vuelve un acto de hipocresía cuando son los estudiantes de Universidad Pública, que tanto se llenan los pulmones pregonando que defienden su universidad pública (valga la redundancia), los que provocan dicha sobre-explotación y contribuyen a la destrucción de lo que es público ya sea conectando su licuadora, prendiendo la máquina para hacer tatuajes, conectando la cafetera, conectando los computadores e impresoras y utilizando las mesas para su propio beneficio ignorando el daño que le hacen a lo público a lo que es de todos.
A estas personas que se aprovechan de lo público, que si bien una parte son estudiantes que lo hacen por necesidad, están olvidando que al tomar energía de ella, utilizar espacios de estudio para sus ventas incurren en un delito que es demasiado criticado por la comunidad universitaria: el detrimento patrimonial o lo que hacen algunos políticos , tomar dineros públicos, como los necesarios para pagar la cuenta de servicios de la universidad, y utilizarlos para su propio beneficio. En este sentido ninguna persona que se haga llamar así misma defensor de lo público puede defender las ventas de los estudiantes, de personas ajenas a la universidad que inclusive venden drogas pesadas a la vista de todos.
A pesar de lo anterior ciertos personajes, algunos con décadas “prestándole servicio a lo público”, saldrán a defender “lo público” y criticaran las medidas de Alviar lo cual probablemente terminará con disturbios y daños al Alma Mater. Sin embargo si Alviar ha tomado esta decisión también recaerá sobre sus hombros proponer soluciones, para que los estudiantes que en verdad necesitan ayuda, no tengan que recurrir al uso indebido de lo público para sostenerse.
Finalmente, como estudiante de la Universidad de Antioquia, debo reconocer que de alguna manera he ayudado a este detrimento patrimonial ya que he comprado en lugares que se aprovechan indebidamente los bienes públicos y al escribir esta columna es inevitable sentirme hipócrita porque la realidad es que los soy al criticar algo que fomento. Sin embargo me queda como aprendizaje que el problema, al igual que el del narcotráfico o el del robo de los celulares, no es solamente del que vende sino también del que compra y es una invitación para aquellos que queremos la Universidad de Antioquia, a que aportemos nuestro granito de arena para solucionar sus problemas.