“La frivolidad con la que algunos políticos tratan el tema de los falsos positivos es una bofetada a la memoria de las víctimas y una muestra del desprecio por la vida y la libertad individual.”
«Al final, la verdad terminó saliendo a la luz; teníamos razón: la JEP no pudo suministrar los 6.402 nombres que la Comisión de la Verdad dijo que era el número de los falsos positivos», son las palabras de Abraham Polo Polo. Estamos gobernados por niños, tanto la oposición como el gobierno son niños que solo quieren tener la razón. Mientras el gobierno y la oposición se enfrascan en una guerra de cifras, las víctimas de los falsos positivos siguen clamando justicia.
El congresista Abraham Polo Polo sabe bien el número que infló el progresismo en Colombia, que quitó seriedad al debate y a la JEP sobre los asesinatos atroces perpetrados por el Estado colombiano. Pero, por otra parte, el congresista no recuerda el número de víctimas (con nombre y cédula) confirmadas por la JEP: «La JEP nos revela mil novecientos treinta y pico de nombres». El «pico» debe ser menos importante que los otros 1.930.El congresista Abraham Polo Polo, en su afán por desacreditar a la izquierda, ha dejado en evidencia la frivolidad con la que el Estado colombiano trata a las víctimas de la violencia. Desde el liberalismo (libertario), donde la vida y la libertad individual son valores supremos, la tragedia de los falsos positivos se convierte en una condena contundente al poder desmedido del Estado.
José Pedro Villamil Arias, Hugo Edgar Araque Rodríguez e Ismael Rojas Bayona… todos forman parte de las 1.934 víctimas asesinadas por el gobierno colombiano, cifra que puede seguir aumentando según avancen las investigaciones y las declaraciones dentro de la JEP. 6.402 es un número de posibles víctimas, pero no es el número real de víctimas que se confirmaron a través de la base de datos de los entes investigadores y de las declaraciones por parte de los victimarios que han declarado ante la JEP. Las víctimas de los falsos positivos no son un número el cual el progresismo o la izquierda colombiana deba inflar para poder obtener rédito político o para poder llamar fascista, cómplice o uribista a todo aquel que quiera mostrar respeto a las víctimas de los falsos positivos y tratar el asunto con la total seriedad de lo que representa está masacre realizada por el Estado colombiano.
El progresismo en su afán de figurar y lograr posicionarse en la política Colombiana, usa una narrativa que deslegitima el debate sobre los falsos positivos y desviando la atención del problema central, dando paso a que personas como el congresista Abraham Polo Polo para seguir haciendo más daño a las víctimas y las instituciones en Colombia. Llevar el debate a un simple número, dejando atrás la pérdida incalculable en los proyectos de vida que no llegarán a ser, de los sueños rotos, de ilusiones que no volverán a respirarse, los abrazos y besos que no serán dados, la destrucción de las familias, pilar fundamental en la sociedad, perpetrado por el mismo Estado que debería proteger a esos individuos, a esas familias, esos proyectos de vida, esos sueños, se convierte en el peor de los victimarios; nos quita vía impuestos el dinero para comprar las balas con las que cometieron los falsos positivos. (Enlace para la lectura de los nombres de las víctimas y sus correspondientes casos: https://www.youtube.com/watch?v=VfR6Vw884Io)
En una entrevista, Abraham Polo Polo dice que su papá (fallecido) le preguntó a él y a sus dos hermanas qué querían ser de grandes, y él respondió, con dos dedos en la boca (ya que tenía tres años), que quería ser presidente de la república. Su papá lo miró a los ojos y le dio palabras de apoyo, lo que un buen papá haría sin duda. El tiempo pasó, y Abraham Polo Polo sigue con dos dedos en la boca y no aprendió el mensaje que su padre le transmite ese día, que la familia es uno de los pilares fundamentales de una sociedad. Familias como la de los falsos positivos, que ya no cuentan con sus hijos, que, como él en el pasado, tal vez alguno de ellos también quería ser presidente. Padres que ya no van a poder mirar a sus hijos de tres años con los dedos en la boca y decirles a sus hijos las palabras de apoyo que él escuchó de su padre. Una persona tan fría y mezquina debería replantearse cuando habla de las ideas de la libertad, pero claramente, las desconoce. Una persona que abraza las ideas de la libertad no buscaría restar importancia a la muerte de seres humanos que hoy no pueden realizar su proyecto de vida, mientras él realiza el suyo, pisoteando la memoria y el sufrimiento de las víctimas y sus familias. Resulta paradójico que Polo Polo, quien se autoproclama defensor de la libertad, sea incapaz de reconocer el valor de la vida de aquellos a quienes el Estado arrebató sus sueños. El liberalismo (libertario), ante todo, es respeto a la vida y la responsabilidad individual, y sin duda, Abraham Polo Polo ha demostrado con sus actos y palabras que es contrario a esas ideas. Desde la perspectiva del liberalismo, donde cada individuo es único e irrepetible, la pérdida de cualquier vida humana, especialmente a manos del Estado, es una tragedia irreparable.
La política de seguridad democrática, que llevó al Estado a recuperar terreno en una guerra contra las guerrillas, fue también la política que presionó a algunos miembros dentro de la institución del ejército a buscar presentar buenos resultados en la lucha contra estos grupos subversivos. Se ofrecían incentivos como ascensos, permisos especiales e incluso recompensas económicas a aquellos que reportaron un mayor número de bajas. Ha imputado a 148 y 62 han reconocido su responsabilidad. La JEP también imputó cargos al general Mario Montoya por su presunta participación, quien ya ha sido sancionado por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
La mancha en el ejército nacional de Colombia, dejada por algunos de sus miembros debido a los incentivos políticos, no debería criminalizar la institución; debe buscar la forma de fortalecerse y alejarla de la mano de los políticos de turno, y así no olvidar «Nuestro compromiso es Colombia», y Colombia es cada uno de los individuos que la conforman. Por ahora, los únicos que han sido encontrados responsables son soldados y bajos mandos, mientras que los altos mandos y los políticos a cargo del ejército sólo le restan legitimidad al asunto, y hoy uno es Nobel de Paz. La verdad radica en que el Estado, al tener el monopolio de la fuerza, tiene una responsabilidad aún mayor en la protección de la vida de los ciudadanos. La impunidad y la falta de justicia son inaceptables. Los colombianos no podemos permitir que los responsables de estos crímenes atroces queden sin castigo.
Abraham Polo Polo, con sus palabras, ha demostrado una profunda falta de respeto por las víctimas de los falsos positivos y sus familias. Su frivolidad es una bofetada a la memoria de aquellos que perdieron la vida a manos del Estado. Desde el liberalismo libertario, rechazamos la manipulación política de las cifras y exigimos justicia para las víctimas. Es hora de que el Estado colombiano asuma su responsabilidad y garantice que la vida y la libertad individual sean valores inquebrantables. No podemos permitir que la tragedia de los falsos positivos, o cualquier otra tragedia perpetrada por grupos al margen de la ley quede en el olvido. ¡Es nuestro deber defender la verdad y la justicia!.
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