La fractura existencial de la Alianza Verde

El partido Verde ya no es lo que era, ya no es lo que era. La colectividad que surgió como el alma y nervio del centro político -Partido opción centro se llegó a llamar- se encuentra transitando por la peor de sus crisis. A la encarnizada división entre dos facciones -algo que empezó hacia el año 2018-, se suma el costo reputacional -en perspectiva de profundizarse- de tener a varios de sus principales alfiles respondiendo ante la opinión pública y la justicia por su participación en el peor escándalo de corrupción en lo que va del Gobierno Petro.

No tiene el más mínimo sentido de la coherencia que el Verde se abrogue como el epitome en la lucha contra la corrupción. No hay consulta anticorrupción o añoranza de las gestas mockusianas que le restituyan el aire de renovación que alguna vez ostentó. La Alianza Verde ya forma parte del ecosistema de la politiquería tradicional; ya cuenta -con perspectiva de profundizarse, claro está- con corruptos de antología en los anales de la infamia nacional.

Aunque haré la respectiva y necesaria salvedad, ni más faltaba, en un partido de facciones antagónicas no se puede caer en la generalización, claro que tiene dirigentes muy valiosos, que seguramente, y es algo que no pongo en duda, están viviendo momentos amargos. Que ingresaron al Verde convencidos de su aire de renovación en las prácticas políticas pero que ahora, cuando menos, se deben sentir asfixiados por su atmósfera pestilente y viciada de corrupción.

Será muy particular ver a personajes como Ariel Ávila, Fabian Díaz o Duvalier Sánchez, tres políticos de opinión que construyeron su reconocimiento esgrimiendo hasta el cansancio banderas anticorrupción, haciendo campaña, de cara a las elecciones del año 2026, acompañados por la impronta de un girasol que ya representa más de lo mismo. Con dirigentes estelares como Carlos Ramón Gonzáles -el eterno “dueño de la personería jurídica”- e Iván Name, procesados por corrupción.

El porvenir de la Alianza Verde se definirá en los próximos meses en su Congreso nacional, pues la colectividad, más que víctima de una fractura existencial, se encuentra amputada en dos visiones antagónicas en su relación con el Gobierno Petro; por un lado, se ubica un ramillete de congresistas como escuderas del naciente “claudismo” que andan innovando con aquello de hacer oposición desde un partido de Gobierno; y por otro lado, los petristas advenidos del progresismo que se cansaron de meterse en un ropaje que no se ajusta a sus luchas.

En el intermedio se encuentra un personaje como Jota P. Hernández inclasificable en un partido que precia de centrista. El senador de la exposición agresiva que de “maquina comunicacional” se pasó a convertir en el rostro emergente más visible de la ultraderecha.

Ahora bien, en un partido de facciones sus dirigentes buscan equilibrios estratégicos o posiciones graduales que respondan a la complejidad connatural al cruce de intereses múltiples, pero eso es algo que no está ocurriendo en el Verde, ya que cada facción se encuentra en extremo personalizada y opera bajo la lógica circunstancial de la agenda particular. Esto permite cierta libertad de criterio -ciertamente no es la disciplina para perros que caracteriza al Centro Democrático o a Cambio Radical-, pero también da cuenta de una incapacidad crónica para concertar acuerdos o equilibrios mínimos.

Si a eso se agrega el afán de algunos de sus congresistas por posicionarse de cara a las elecciones del año 2026, el deslinde con un Gobierno impopular, así como los clásicos resquemores personales -resultado de la postura de una izquierda radical empeñada en destruir el centro y un centro que reacciona en igualdad de proporciones-, se pinta el fresco que estamos viendo ahora en tiempo real: el de un partido extremadamente fracturado, desgastado e incoherente.

Ya veremos qué pasa con el Verde en los próximos meses: si procede la escisión del naciente “claudismo” en un movimiento autónomo; si se empeña en impulsar un proyecto de transfuguismo que de vía libre al “cambio de camiseta”; si encuentra la fórmula y el método -lo cual dudo- para plantear equilibrios estratégicos o posiciones graduales; si expulsa a los sindicados de participar en el vergonzoso entramado de corrupción de la UNGRD, empezando por su padre fundador, Carlos Ramón Gonzáles. Por donde se le mire, muchas decisiones importantes.

Sea cual sea el escenario, de ahora en adelante el Verde será un jugador que representará más de lo mismo. Ya no es lo que era y no lo volverá a ser. Se marchitó el girasol. Y no hay consulta anticorrupción o añoranza de las gestas mockusianas que le cambien esa imagen.

Fredy Chaverra Colorado

Politólogo, UdeA. Magister en Ciencia Política. Asesor e investigador. Es colaborador de Las2orillas y columnista de los portales LaOrejaRoja y LaOtraVoz.

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