ANTE EL LLEGADERO
Hasta de las agonías se aprende. Hoy por hoy, la política es el poder de afianzar posiciones y hacer irreversible lo que ya se ha logrado. Debemos asumir la fractura y dar por finiquitado todo intento de acuerdo con la traición. Es nuestro imperativo categórico. Democracia o Dictadura. Más nada.
Llegados al llegadero vivimos la mayor fractura que haya vivido la sociedad venezolana en sus tiempos modernos. La grave crisis provocada por el despiadado asalto del castro comunismo a nuestra república ha reducido las opciones políticas a la trágica dialéctica del final de este viaje: o ellos o nosotros. O la vida de nuestra única forma de existencia – en democracia, vale decir: en libertad – o la muerte mediante el sometimiento al llamado socialismo, es decir, la esclavitud.
No hay más que dos partidos, absolutamente enfrentados y que no tienen ninguna otra opción que la de combatirse y aniquilarse recíprocamente: los demócratas y los autócratas, los comunistas y los anticomunistas, que se reconocen en su visceral e irreparable enemistad y aquellos que, sumidos en las taras y vicios del pasado aún creen posible seguir coexistiendo en la tierra de nadie del negociado, la componenda, la complicidad y el acuerdo. A esta última partida pertenecen casi todos los partidos del sistema, los viejos representantes del pasado enquistados en la MUD – como AD, COPEI y los nuevos partidos que no han logrado deslastrarse de esos viejos vicios y esas viejas taras, como UNT, AP, Primero Justicia y una parte significativa de Voluntad Popular. En la otra acera, los partidos de la izquierda castro comunista que detentan el poder en tácita o explícita comandita con aquellos. Es lo que hay. La perfecta concreción de nuestra tragedia.
Avanzando con la fuerza y la decisión de erigirse en la gran referencia a futuro, capaz de desalojar al régimen y limpiar el terreno de la vieja chatarra político ideológica que confunde los espíritus, nos subordina al castrocomunismo y nos maniata a una forma de hacer política absolutamente superada y dañina, capacitada como para construir el puente de la transición a la futura Venezuela, se ha ido alzando con un trabajo perseverante y denodado de concientización, organización y movilización, sin dar un paso atrás, con la lucidez y el coraje de quien se siente del lado de la historia, ha emergido la figura de María Corina Machado. Al frente de su joven partido VENTE VENEZUELA y la plataforma de unidad nacional llamada SOY VENEZUELA, que agrupa a quienes, sin pertenecer a su joven partido, la respaldan. La acompañan los mejores espíritus de la venezolanidad, personalidades claves de la eventual transición que se asoma. Y aliada a los factores alineados sin titubeos ni melindres en una lucha frontal contra el castro comunismo dominante, otras personalidades hoy en el exilio, como Antonio Ledezma y Diego Arria, que han ido tejiendo la fuerza que será capaz de darle base y fundamento a una nueva Venezuela, hija natural de la fractura. Junto a ellos una Iglesia ejemplarmente patriótica, cívica y democrática. Son nuestros principales baluartes.
Es el objetivo que nos moviliza: construir una Venezuela democrática, liberal, emprendedora, moderna. Desparasitada de sus taras ancestrales: el populismo, el estatismo, el clientelismo, el socialismo. Y su más grave vicio congénito: el militarismo. Pues, ¿quién iba a pensar que una ficha secreta del comunismo venezolano como Hugo Chávez terminaría apropiándose de Venezuela y que uno de sus subordinados, Vladimir Padrino, terminaría siendo el sostén del aparato militar de una tiranía encargada de doblegarse y someterse a los dictados del castrismo cubano y montar el más abyecto tinglado de narcotráfico y narcoterrorismo?
La gravedad de la crisis ha agotado – por ahora – todas las falsas salidas: el diálogo, como opción, es un perro muerto. Las elecciones, como forma de dirimir el conflicto, una vana y auto mutiladora ilusión óptica. Pero se trata de meras circunstancias de ocasión. La política es dinámica y recurrente. De agravarse la situación al extremo de volver a estructurarse un poderoso movimiento de resistencia como los del 2014 y 2017, que amenace con derribar los muros de Jericó, serán las primera ofertas que la dictadura y sus aliados nacionales e internacionales vuelvan a esgrimir para volver a controlar la marea. Volverán los Zapateros y sus aliados de la MUD – Timoteo, Rosales, Borges, Ramos Allup, Henrique Capriles – a clamar por el entendimiento. A ofrecer la liberación de los presos políticos, a cambalachear casa por cárcel. Incluso a cambiar casa por exilio. Y los inconsecuentes de siempre volverán a caer en la trampa. Saldrán las asesoras y asesores de sus catacumbas cuarto republicanas a ofrecer sus santos oficios y los partidos del FSP a ofrecerse de mediadores. Poderoso Caballero es Don Dinero. La componenda y el contubernio son como la peste: enfermedades congénitas e incurables de una cultura del negociado como la que infecta la política venezolana. ¿O alguien cree que Ricardo Sánchez y Timoteo Zambrano son una excepción a la
Hasta de las agonías se aprende. Hoy por hoy, la política es el poder de afianzar posiciones y hacer irreversible lo que ya se ha logrado. Debemos asumir la fractura y dar por finiquitado todo intento de acuerdo con la traición. Es nuestro imperativo categórico. Democracia o dictadura. Más nada.