Se ha preguntado: ¿Cómo es que hoy nos gobierna un partido que nunca ha superado el 10% de la adhesión popular, desde el retorno a la democracia, junto a un grupo que podríamos calificar como “jóvenes ya viejos”, que de la juventud conserva la total falta de experiencia y de la vejez manifiesta una incapacidad pétrea para aprender? ¿Cuál es la clave de su éxito? Es una práctica política basada en la falsedad. Hagamos un breve recuento de los hitos de mayor connotación con los cuales han engañado, extorsionado y manipulado a la opinión pública y a las élites dirigentes.
Desde su aparición pingüina, se puede apreciar que el gran logro de esta vanguardia de idealistas asesorados por los dinosaurios que sobrevivieron a la caída del Muro de Berlín, fue capturar los espacios imponiendo un diagnóstico falso sobre los problemas económicos y sociales. ¿Cómo lo hicieron? Comenzaron quebrando el “consenso neoliberal” desde las universidades, mientras capturaban escuelas y liceos para copar las calles con demandas que concitaban fuerte apoyo ciudadano. El bombo que dio pulso a todos estos años de rebeldía estudiantil, posicionando a la nueva clase política en el trono del poder, fue la educación. Naturalmente, en un país de cultura meritocrática donde todos creían que educándose saldrían adelante, nadie estaría en desacuerdo con la necesidad de incorporar a más estudiantes a la universidad y de mejorar la calidad de la educación. El problema fue que nos quedamos en lo primero cuya solución era simple: MÁS PLATA. Pero a la calidad de la educación nadie le puso fichas, al punto que hoy nos gobierna un joven-viejo sin título universitario. Fue así como, a partir de un falso diagnóstico se incorporaron a cientos de miles de jóvenes a las aulas universitarias, aunque su base escolar fuese paupérrima y sus posibilidades de éxito exiguas. Comenzaron entonces las presiones por bajar los niveles de exigencia y la depresión psicológica fue ganando espacio. En las universidades campeaba la frustración y, como muchos no estaban preparados para asumir los desafíos académicos, sobraron los soldados dispuestos a luchar en contra de la meritocracia, el capitalismo y su “opresión”. Prácticamente, no quedaron universidades fuera del control del asambleísmo de extrema izquierda, transformándolas en la plataforma que catapultó a sus “intelectuales” hacia los medios de comunicación masivos. De ahí a las masas, solo fue necesario un televisor encendido.
En lo que respecta a la calidad de la educación, las caretas han caído y la falsedad de los miembros del amplio frente comunista ha quedado al descubierto: no les interesa hacer nada por mejorar la educación, su postura frente a los liceos emblemáticos y los liceos Bicentenario es prueba irrefutable. A primera vista uno pensaría que abrazaron el lema del exministro Nicolás Eyzaguirre: “sacar los patines a los que van más rápido”, porque –y aquí viene la segunda gran mentira– lo que importa es la desigualdad.
Dicen los bienintencionados que en el Gobierno creen que el día que seamos todos iguales se acabarán los problemas del país. Pero esa es otra falsedad mediática más, instalada como diagnóstico en la esfera pública. Y es que, así como nunca les importó que mejorara la calidad de la educación, tampoco les interesa un ápice disminuir los niveles de desigualdad. Si les importara, se harían cargo de que Chile tiene una desigualdad de ingresos similar a Finlandia, Alemania o Francia. El problema, nos dice Ignacio Briones, es el Estado, no el mercado: “La diferencia radica en la acción del Estado. Mientras la OCDE disminuye su Gini en 16 puntos, Chile solo en 3,5. Países como Finlandia, Irlanda o Francia logran incluso bajar su Gini en más de 23 puntos. ¿Cómo lo logran los países OCDE? La evidencia OCDE muestra que un 78% de la disminución de la desigualdad, es decir el gran grueso, proviene de transferencias monetarias directas (12,5 puntos), mientras que un 22% se explica por la progresividad tributaria (3,5 puntos)”. En consecuencia, si nos importa la desigualdad, Briones plantea que nos preocupemos por avanzar hacia esquemas de transferencias monetarias directas, sin peajes de burocracia estatal. ¡Justo lo opuesto de lo que hemos venido haciendo desde que el Estado se transformó en el botín de los partidos y el único tipo de desigualdad que se reduce es la de los amigotes y operadores políticos! El programa “Buen vivir” es un ejemplo representativo. De los CLP$ 1.226 millones del presupuesto asignado, el 74% se destinará a gasto en sueldos de funcionarios, con un salario promedio de CLP$ 4,4 millones.
Así, ni calidad de la educación ni desigualdad están entre los objetivos del amplio frente comunista que hoy nos gobierna. Tampoco les importa fortalecer la democracia o mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías. La mejor prueba es el proyecto de Nueva Constitución rechazado, otro engaño más que dejó a la vista que el objetivo era el desmantelamiento de la democracia representativa, del Estado subsidiario y la transformación de Chile en una democracia de corte socialista donde no existen ni la igualdad política ni la igualdad ante la ley. En suma, el único propósito que cohesiona al amplio frente de comunistas es el poder total. Son animales políticos, pero de esa concepción schmitteana de la política, que la entiende como otra manera de estar en guerra. De ahí que las grandes mayorías no los elijan democráticamente por lo que, tras su derrota histórica el siglo pasado, los comunistas hayan desarrollado un instinto camaleónico con el que engañan a la opinión pública escondiéndose tras los rostros de nuevas generaciones.
¿Qué hacer? Es fundamental recuperar los espacios en la esfera pública donde se diagnostican nuestros problemas y se legitiman propuestas que nos permitan avanzar en la recuperación de nuestra crisis. Para ello es necesario que los medios de comunicación, sus dueños e integrantes hagan un cambio de eje desde el activismo de izquierda a un periodismo que cumpla con el objetivo para el que fue creado: dejar en evidencia la falsedad diciendo la verdad.
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La versión original de este artículo apareció por primera vez en el medio El Líbero de Chile, y la que le siguió en nuestro medio aliado El Bastión.
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