La falacia de la igualdad

ALDUMAR FORERO ORJUELA

“En el mundo NO puede haber igualdad. Un mundo igualitario es una utopía, simplemente no puede existir. En la desigualdad está el progreso, la riqueza y el avance. Sino hubiese desigualdad en el mundo NO existiría el mundo de hoy.”


En el mundo se ha instaurado un discurso sobre la igualdad y la desigualdad. En los colegios, universidades, en nuestros trabajos y hasta los políticos hablan de que todo el mundo debe ser igual y que hay que abogar por la igualdad y, al mismo tiempo, dicen que la desigualdad es el mal que nos consume a diario porque algunas personas se vuelven ricas y las otras pobres o, en otras palabras, que quien nace rico muere rico y quien nace pobre muere pobre, pero, ¿es esto verdad? ¡NO!

El tema de la igualdad y la desigualdad todo el mundo la toma como si fuera propia y hasta hacen tesis defendiendo la igualdad, hacen campañas políticas bajo el slogan de la igualdad, pero en el fondo todos aquellos que se llenan hablando la boca de igualdad no tienen idea de lo que dicen, pero sí están colocando en la sociedad una idea contra-natura, irreal e impracticable.

Uno de los muchos discursos que hablan sobre la igualdad se basa en la distribución y redistribución del ingreso o, en palabras más cortas, de justicia social o, para ser más coloquial: que los que tienen más tienen, por obligación, darle al que tiene menos. En esto se basan los políticos inútiles para vociferar en medios de comunicación y engañar a la gente, también en esta idea se basan muchos “académicos” e “intelectuales” para sembrar en las aulas de clase el odio, el resentimiento y una cultura de injusticia implícita.

En nuestro mundo – imperfecto por donde se mire – la desigualdad en un valor importantísimo, es más, para quienes estudiamos la economía la desigualdad no debe ser un problema, al contrario, debemos entender que es una forma de vida del ser humano. Creo que nadie que haya estudiado la Ciencia Económica quiera que el mundo esté mal, lleno de pobres e injusticias. El problema radica en que no hay claridad en los términos y, lo que es peor, hay una ignorancia impresionante.

Entonces con el verso de la igualdad quieren que el mundo sea homogéneo, bueno, genéticamente el ser humano es desigual, todos tenemos diferentes tipos de sangre, diferentes rostros, un ADN totalmente distinto y todos no pensamos lo mismo. Ahora bien, si todos queremos ser iguales como lo predican los políticos y algunos académicos ignorantes, el ser humano tendría que hacer lo mismo, esto es, vestirse de la misma manera – pues es una desigualdad que alguien vista un pantalón y otro un short –; tendríamos que estudiar lo mismo – destrozando el principio de la división del trabajo –; nos tendría que gustar la misma persona y hasta tendríamos que hablar sobre un mismo tema – ósea seria como hablar con el espejo –. Todo esto sería una barbaridad, el mundo se acabaría.

También se habla de la IGUALDAD DE OPORTUNIDADES aludiendo a que todos debemos tener por igual toda clase de oportunidades, lo cual es otra falacia, porque en el mundo no se debe abogar por igualdad de oportunidades que es imposible sino por que haya MÁS oportunidades. Supongamos lo siguiente: hay un jugador de tenis MEDIOCRE y un jugador de tenis PROFESIONAL, en este caso quien tiene ventaja es el profesional sobre el mediocre evidentemente y, ¿por qué?, seguramente porque se preparó muchos años, entrena todos los días, se alimenta bien y se esfuerza por ser cada día el mejor. Entonces un día se enfrentan los dos en una partida – suponiendo que al profesional le obligaron a jugar con el mediocre porque algún estúpido lo ordenó –, como se sabe que el mediocre NUNCA va a ganar entonces los ignorantes ponen otras condiciones en favor del mediocre, es decir, como el mediocre no le va a ganar al profesional porque eso es imposible dicen que al profesional hay que atarle una mano, vendarle los ojos y colocarle calefacción para que se sienta fatigado y así hacer que el mediocre tenga un ventaja y hasta le pueda ganar. En este escenario lo que se aplicó fue la estúpida idea de “igualdad de oportunidades”, pero, ¿qué pasó?, lo más horrendo e inmoral del mundo, que tuvieron que avanzar sobre la libertad y los derechos del profesional para darle “oportunidad” a quien nunca se esforzó por ser un buen tenista.

Por otro lado, como en el mundo existen ignorantes que insisten en sus “ideas” dirán frente a esto que no se habla solamente de igualdad de oportunidades, sino que se habla, sobre todo, de igualdad de ingresos y patrimonio, es decir, de que todos tengamos los mismos ingresos y el mismo patrimonio, lo cual es imposible desde una perspectiva técnica y empírica.

Con la manía del igualitarismo se establecen lo que se ha denominado impuestos progresivos. Estos impuestos los venden como aquellos que harán que en las sociedades los ricos no tengan la mayor parte de la producción y los pobres salgan de la línea de pobreza y tengan un poco más. Lo curioso es que esa idea la proponen los políticos que, evidentemente, nunca han pensado en los pobres sino solo para utilizarlos en campaña y para volverlos más pobres de lo que estaban en un inicio.

Los impuestos progresivos no significan otra cosa que, a medida que las personas progresan la tasa impositiva también progresa, esto es, si alguien gana cierta cantidad de dinero al año más que el año anterior este debe pagar un impuesto mayor. Así las cosas, quienes están en la base de la pirámide de ingresos nunca saldrán de ella y si avanzan lo harán muy poco, en otras palabras, con el impuesto progresivo el pobre se queda pobre y, si avanza, lo hará en una mínima medida, nunca llegará al vértice de la pirámide.

Lo único que hace el impuesto progresivo bajo el discurso de la igualdad de ingresos es que castiga al que produce más porque en la lógica – si es que a eso se le puede llamar lógica – del impuesto el que produce más paga más, es decir, el que gana más debe pagar más. Simplemente es una aberración.

Los impuestos progresivos son un privilegio para los ricos porque nunca bajarán en la pirámide de ingresos, para no pagar este impuesto bajarán la inversión y si bajan la inversión no habrá capital y sin este los salarios reales disminuirán ocasionando, en últimas, tasas crecientes de pobreza y creación de indigencia. Así que, el impuesto progresivo hace que el que nace rico muera rico y el que nace pobre muera pobre. Este impuesto bloquea la movilidad social que es lo más importante en una sociedad.

Nos han vendido quienes se creen los salvadores del mundo que en la igualdad está el progreso, que en la igualdad está la felicidad, que en la igualdad está en que el mundo sea mejor y, bajo estas falacias, los jóvenes que hoy estudian en el microcosmo, que es un colegio o una universidad, viven engañados y repiten una serie de sandeces que, en la práctica, lo que generará es pobreza y graves crisis sociales.

Pero, obvio, aquellos jóvenes no son los culpables, son víctimas; víctimas de un mundo que en vez de avanzar quiere retroceder, víctimas de un grupúsculo de personas que utilizan estos discursos erróneos para engañar y someter a los pueblos. El mundo no está yendo para adelante, sino que a través de ideas contra-natura nos está llevando al abismo, un abismo al que se puede llegar en un tiempo no muy lejano y con resultados irreversibles.

En las universidades sobre todo se debe eliminar esa estúpida idea de la igualdad y de la distribución del ingreso, los estudiantes están absorbiendo ideas absurdas que no llevan a nada bueno y si a un estado catastrófico. El economista y filósofo estadounidense, Thomas Sowell, dice que, los economistas NO deben hablar más de distribuir y/o redistribuir los ingresos porque los ingresos ni se distribuyen ni mucho menos se redistribuyen; los ingresos se ganan.

¡La igualdad NO existe!


Todas las columnas del autor en este enlace:  Aldumar Forero Orjuela

Aldumar Forero Orjuela

Joven oriundo de Bogotá D.C. Nacido en 1998, de familia conservadora, se ha adherido a las ideas del liberalismo que aboga por el respeto a la vida, la libertad y la propiedad como los valores más importantes de una sociedad.

Economista de la Universidad de La Salle. Con diplomados en cultura democrática y juventud constructora de paz.

Ha sido columnista en varios medios digitales de opinión y actualmente es columnista en Al Poniente.

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