La esperanza se cocina en lo cotidiano

“La esperanza no se grita en discursos: se cuela por la rendija, como un rayo de sol mañanero que ilumina la mesa donde el pan aún está caliente.”


Hay recuerdos que saben más que cualquier discurso. El sofrito en la olla, chisporroteando con cebolla y tomate, es un himno que se repite en cada casa colombiana. Uno no necesita cerrar los ojos para volver a la infancia: basta con el olor, con ese perfume que viaja de la cocina a los cuartos y se reparte como bendición.

La felicidad siempre estuvo ahí, en lo pequeño. En el pan aún caliente sobre la mesa de madera, en el golpeteo de la lluvia sobre las tejas, en la tetera que silba cuando el café ya está listo. Incluso en lo más simple: el sonido de las patitas de un perro atravesando la sala, o la voz que desde el patio grita “ya está servido”. Esa es la música del país que fuimos, y en buena medida, del país que seguimos siendo.

Pero el presente nos pesa distinto. Hoy corremos más de lo que vivimos, saltando de pantalla en pantalla, midiendo el tiempo en notificaciones. La desconfianza se volvió costumbre: desconfiamos del vecino, del amigo, y a veces hasta de nosotros mismos. Y en medio de ese miedo, nos han vendido la soledad como un logro, como si la independencia absoluta fuera un triunfo y no una condena. Pero no: el ser humano necesita compañía, palabra compartida, calor de mesa. Lo contrario es apenas un espejismo de fortaleza.

Y sin embargo, pese a tanto ruido y tanta prisa, seguimos soñando. En cada café que hierve hay un futuro hirviendo con él. En la ropa tendida en el patio, que flamea como bandera de otro tiempo, se anuncia todavía un mañana. En el agua fría del tanque donde nos lavamos el miedo de niños, se guarda intacta la fe de que no todo está perdido.

La esperanza no llega con discursos grandilocuentes. Es más terca que eso. Se cuela por la rendija, como un rayo de sol mañanero que ilumina la mesa humilde donde el pan aún está caliente. Y en ese gesto simple —tan nuestro, tan cotidiano— se revela que este país, con todo y sus dolores, todavía tiene derecho a soñar.

Bibliografía:

Tejada, Luis Carlos. Crónicas y artículos. Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia, 1950.

Lizarazo, Luis Eduardo. La casa de vecindad. Bogotá: Editorial Iqueima, 1945.

Bachelard, Gaston. La poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica, 1997.

Paz, Octavio. El arco y la lira. México: Fondo de Cultura Económica, 1956.

Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones: Comunicación, cultura y hegemonía. México: Gustavo Gili, 1987.

Mateo Osorio Sánchez

Escritor pereirano, licenciado en Español y Literatura.
Su obra se mueve entre la poesía, la narrativa y la crítica cultural, explorando temas como la identidad, la memoria, la violencia y el lenguaje. Es un autor trans que escribe desde el cuerpo y la lucidez incómoda de lo cotidiano.

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