“Dale al filósofo un bolígrafo y el poder de un micrófono, después nos hará libres”
Nach – Alfa
Muchos han creído que el fogonazo de las pistolas y los rifles es lo que más atemoriza al ser humano. Tal vez su estruendo y el pánico que genera, reflejado en los cuerpos que caen por decisiones egoístas, lo haga parecer el enemigo más temido. Sin embargo, hay un arma mucho más letal, silenciosa y peligrosa: la escritura. Cuando plasmamos nuestros ideales en el papel, inmortalizamos pensamientos capaces de cambiar el curso de la historia. Son estos ideales, forjados con tinta, los que han sacudido al mundo de manera profunda e irreversible.
Un ejemplo de esto es el hip hop, pues como movimiento social fundamentado en la escritura y la poesía, ha sido precursor de una rebelión que, en su crudeza, desafía al poder establecido. Utiliza el folio como arma, el bolígrafo como bala, y el verso como la táctica para enfrentar a las almas frenéticas que habitan el caos. En un mundo gobernado por lo insípido y lo superficial, el hip hop crea una estética de resistencia, un arte que transita entre lo político y lo poético.
Otra forma de resistencia que transita desde lo poético y lo político se ha visto desde la antigua Grecia, donde le dio un sentido filosófico a la existencia. La escritura ha marcado momentos de iluminación, ha sido el vehículo de la ilustración y la base de teorías espirituales que aún resuenan en nuestros días. Parece tan simple como escribir palabras sobre un papel, pero en realidad, es un acto profundo: vaciar el alma sobre un pergamino, un medio que no solo captura el pensamiento, sino que desafía la realidad misma.
La escritura no se limita a ser un vehículo de expresión personal; es una fuerza que trasciende. En ella, muchos encuentran un refugio, una forma de liberarse de los laberintos emocionales y espirituales que los atormentan. Los escritores, como aquellos que manejan las letras del abecedario, se convierten en arquitectos de mundos, capaces de enfrentar lo inexplicable y plasmarlo en una forma que el resto del mundo pueda comprender. Somos aquellos que, con un bolígrafo en mano, desafiamos la gravedad de las normas, desmantelamos lo preestablecido y construimos puentes entre lo que es y lo que puede ser.
Hoy escribo con la admiración de quien ve en la pluma un medio para callar el ego, para liberarse de las ataduras que la sociedad nos impone. Escribir no es solo un acto de libertad; es un compromiso con la disciplina, con la búsqueda constante de un propósito que trascienda las limitaciones del mundo material. Los que dominan esta habilidad no se venden al mejor postor; se entregan al folio en blanco como al único espacio donde las ideas pueden vivir, crecer y transformarse.
La escritura es más que una herramienta: es el alma de las revoluciones, el faro que ilumina las distopías en las que vivimos, pero también el mapa hacia los caminos utópicos que soñamos alcanzar. Es el remedio para las enfermedades del alma, el antídoto contra las prisiones mentales que nos mantienen cautivos de nosotros mismos. Cada palabra escrita tiene el poder de sanar, de liberar, de transformar.
Vivimos en un mundo donde los escritores son los navegantes de una mente sin límites. Su imaginación no cesa, siempre en busca de nuevas historias, de nuevas preguntas que responder. Ellos crean nuevas realidades, explorando bellezas invisibles a los ojos de la sociedad, dando forma a líricas que magnetizan, que transforman. Son creadores de mundos, poetas de lo cotidiano, profetas de lo que está por venir.
Utilizamos el arma más poderosa porque, a través de las palabras, creamos las distopías en las que habitamos, pero también somos capaces de diseñar las utopías por las cuales luchamos. La escritura es, al mismo tiempo, un acto de subversión y de amor profundo hacia el otro. Porque, aunque los tiempos cambien, siempre habrá algo atemporal en el poder de escribir una carta de amor, en el poder de expresar lo que no se puede decir de otra manera. Las emociones se disparan, los miedos se disipan y lo más importante: se crea conexión, se siembra el entendimiento, se genera unión.
La escritura, junto con la lectura, es la única habilidad que nunca pasará de moda, que perdura más allá de tendencias. Es un mundo místico donde las palabras son conjuros capaces de despertar la conciencia, de desafiar las injusticias y de construir desde el abismo un nuevo orden. Como brujos, aquellos que intentan callarnos, que buscan frenar nuestras ideas revolucionarias, se encuentran con una fuerza que no pueden silenciar: el poder de la palabra escrita.
Hoy con cada palabra que dejo fluir, represento no solo una idea de superación, sino un desafío a todo lo que nos limita. La escritura nos permite despertar de la ceguera que nos impone la sociedad, curar las heridas invisibles que arrastramos y construir una realidad en la que todos, a través de las letras, podamos encontrar nuestra libertad. Es esa resistencia poética que demuestra el hip hop o ese sentido existencial que los griegos establecieron para toda la eternidad. Es este el acto de amor más profundo que podemos ofrecer al mundo.
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