“El sistema económico actual nos ha moldeado psicológicamente para convertirnos en consumidores masivos, y todo se basa en crear en nosotros una necesidad falsa, unos vacíos, y a partir del consumismo, tratar de llenar esos falsos vacíos, creemos que la adquisición de un objeto, en un gran porcentaje hecho de plástico, puede traernos felicidad.”
En los últimos diez años se ha producido más plástico que en toda la historia de la humanidad. Cada año se producen quinientos mil millones de botellas de plástico. Hoy se produce dos veces más residuos plásticos que hace dos décadas y solo el 9% se recicla con éxito. La mayor contaminación por plástico se deriva de la inadecuada recolección y eliminación de residuos plásticos de mayor tamaño, conocidos como macroplásticos, así como también las filtraciones de microplásticos (polímeros sintéticos de menos de 5 mm de diámetro) provenientes de gránulos de plástico industriales, tejidos sintéticos, señalizaciones viales y el desgaste de los neumáticos.
Todo esto impulsado por el crecimiento de los mercados emergentes, el plástico representa actualmente el 3.4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Su producción mundial se duplicó de 2000 a 2019 y ascendió a 460 millones de toneladas. Casi dos tercios de estos residuos provienen de plástico con una vida útil inferior a cinco años, 40% se deriva de envases, 12% de bienes de consumo y 11% de prendas de vestir y textiles. El 15% de este se recoge para su reciclaje, sin embargo, el 40% se elimina como residuo quedando solo un 9% que se recicla. El 19% se incinera, el 50% se deriva a relleno sanitario y el 22% va a parar a rellenos sanitarios no controlados, se quema en fosas abiertas o acaba en entornos terrestres o acuáticos.
En los últimos años se ha descubierto una nueva amenaza microscópica. Los microplásticos son partículas diminutas, capaces de alcanzar sitios inimaginables. Se ha descubierto su presencia en el cuerpo humano, en el tracto digestivo de animales acuáticos, en los suelos, los ríos, el aire, el océano, la nieve, entre muchos otros. Parece que no hay lugar en la tierra que se salve de ser alcanzado por este contaminante. Entre menor sea el tamaño de una partícula, se corre el riesgo de que puedan ingresar a los organismos vivos, a sus sistemas y tejidos, y quizás causen daños que aún no conocemos. Esto último es la mayor preocupación de la comunidad científica. Del mismo modo, los organismos vivos que nosotros los humanos consumimos, podrían contaminarse y de esta manera el microplástico entraría en nuestra cadena alimenticia y podría convertirse en un elemento nocivo.
Existen muchos científicos interesados en buscar y diseñar herramientas para mitigar el impacto que como especie tenemos sobre el medio ambiente. No obstante, es una tarea ardua, en mi opinión imposible si no se logra un cambio en el sistema económico. Estas partículas grandes o pequeñas, derivan en su mayor parte de productos industriales que en la actualidad consideramos indispensables para nuestra vida cotidiana. En los últimos años el sistema económico actual nos ha moldeado psicológicamente para convertirnos en consumidores masivos, y todo se basa en crear en nosotros una necesidad falsa, unos vacíos, y a partir de la adquisición de un producto, tratar de llenar esos falsos vacíos, creemos que la adquisición de un objeto, en un gran porcentaje hecho de plásticos, puede traernos felicidad.
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