La enseñanza de la historia: Una historia por contar

Una fuerte polémica se dio hace algunos años, cuando el Gobierno Santos propuso “reestructurar la enseñanza de historia” lo que implicaba la modificación de la Ley 1874 de 2017 que “restablece la enseñanza obligatoria de la Historia de Colombia como una disciplina integrada en los lineamientos curriculares de las ciencias sociales en la educación básica y media”.  Los primeros en poner “el grito en el cielo” o mejor dicho, en el infierno, tras  tantos años de guerra, fue la derecha y su ala conservadora con privilegios “históricos”, del controvertido que la reforma pretendía adoctrinar a los niños y jóvenes de básica y media del país.

No es una discusión simple, puesto que el debate se mueve entre el rigor científico y disciplinar, por un lado, la ideologización, y por otro, la  institucionalidad., En contraste, con la difuminada  enseñanza de la historia como diría Walter Benjamín  “el pasado constituye un poder que no puede ser agotado ni clausurado, pues no deja interpelar lo que podría haber sido” en otras palabras, la historia no solo determina el presente, sino que constituye el futuro, y la forma que ha sido estructurada, marca los trazos en buena medida de lo somos como sociedad y cultura.

Los hechos históricos suprimidos, no contados, no trasmitidos, invisibilizados por el oficialismo académico, no han permitido que se tenga una lectura de larga duración en los acontecimientos históricos y nos perdamos en el espejismo de lo inmediato, de lo mediático, de la coyuntura no problematizada, en una era de la sociedad liquida, como diría Bauman. La reforma a la enseñanza de la historia desde la básica y media, debe crear los dispositivos de enseñanza de la historia de manera crítica.

La enseñanza de la historia debe ser integral, desde la historia de la antigüedad, la edad media, la modernidad, la modernidad, la historia de las naciones y la propia, lo que llaman los historiadores la historia general, hasta la historia que de los recodos del olvido, aquellas de los subalternos, de los excluidos, de los “nadies”, esos que son los que han fortalecido o forjado a los héroes construidos de la ideología institucional, los otros y otras que con  la tinta de su sangre han delineado esta historia tan dura de masticar, ellos deberían no solo hacer parte de la historia, sino ejemplo de generación futuras.

La enseñanza de la historia debe ser territorializada, contextualizada, desde la diversidad, lo étnico, lo afro, palanqueros, ROM, las luchas de las mujeres, las comunidades LGTBIQ+, entre otras.  Todo esto permitirá que los jóvenes tengan elementos históricos y críticos, para ser ciudadanos responsables, con pensamiento propio (pensar por sí mismo como dirían los griegos), en la construcción de un estado-nación sólido, donde lo pluricultural, multicultural, y nuestras ricas diversidades, no sean solo una fiesta más del folclor, sino una potencia de comunión de tanta riqueza histórico-cultural.

Los niños (as), jóvenes que serán los receptores de esta reforma, deben saber que ha pasado, saber qué pasó con los ancestros, abuelos, padres, en los territorios, sus saberes, para poder saber cuál es el futuro que se quieren construir, con estos aprendizajes tejidos por la historia.

Finalmente, la enseñanza de la historia y la función del ministerio de educación con la actualización de la ley, debe preguntarse por el tipo de docente que se requiere para estos cambios, si tenemos los más idóneos, si los modelos pedagógicos y didácticos en una era atravesada por la sociedad de la información y la inteligencia artificial, sintonizan con las generaciones que se están formando, ahí están los retos, de una historia por contar.

Adenda.

La Comisión de la Verdad y su informe polifónico es un material, de suma importancia, para aportar a la lectura crítica de la historia política reciente del país, es necesario una apropiación social de este informe por parte de los ciudadanos y una obligación institucional, para que la verdad sea horizonte de futuro, para que los hechos victimizantes no se repitan.

 

John Mario Muñoz Lopera

Doctor en Gobierno y Administración Pública. Docente UdeA.

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