“Los impactos negativos en los principales indicadores, y por tanto, en las metas de la agenda son tozudamente claros. Prácticamente la totalidad de la parte social y económica de la agenda resultará gravemente impactada dada la interdependencia de los ODS, donde los impactos en un área del desarrollo arrastran las otras”
Sin precedente reciente en la historia, la pandemia del COVID-19 ha impactado las estructuras sociales y económicas de todo el planeta. Con más de 16,5 millones de casos y 650 mil muertes a la fecha, este virus ha permeado la casi totalidad de países que conforman el globo, subvirtiendo de la manera más insospechada la suerte de normalidad que vivía el mundo a principios de 2020. Una normalidad enmarcada por la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible que desde septiembre de 2015 le definieron al mundo una especie de hoja de ruta hacia un horizonte esperanzador. Si bien en muchos países el avance en su cumplimiento no era el mejor previo a la pandemia, hoy la situación luce más sombría que nunca y es casi un hecho para muchos la imposibilidad de su cumplimiento al final de esta década.
Y es que los impactos negativos en los principales indicadores, y por tanto, en las metas de la agenda son tozudamente claros. Prácticamente la totalidad de la parte social y económica de la agenda resultará gravemente impactada dada la interdependencia de los ODS, donde los impactos en un área del desarrollo arrastran las otras. Por supuesto, los efectos en la Agenda 2030 no serán los mismos en todos los países, pues algunos de los países más desarrollados ya tenían prácticamente cumplida parte de la Agenda en ciertos aspectos como el social, y la pandemia afectará indicadores pero no al punto de generar retrocesos inconmensurables como se ya pronostican lo hará en algunos países en desarrollo de Latinoamérica, África y el sur de Asia.
Es así que es indiscutible el retroceso en el ODS 1 “Fin de la Pobreza”, donde las medidas de confinamiento asociadas a las cuarentenas estrictas establecidas en la mayoría de países han acabado con millones de empleos, golpeando de manera más severa allí donde las tasas de trabajo informal son más altas. Asociados a estas medidas se impactan directamente los ODS 2, 3, 4, 5, y tendría efectos indirectos y a más largo plazo en los ODS 8, 10 y 16. Es claro por ejemplo el efecto en el ODS 2 “Hambre cero”, donde la seguridad alimentaria en muchas regiones se verá amenazada tanto porque el sector productivo campesino no logré llegar con sus productos a los mercados urbanos, así como en las mismas ciudades donde millones de personas verán disminuida su capacidad de compra de los productos alimenticios básicos.
Otra importante afectación se dará en el ODS 4 “Educación de Calidad”, dado que miles de niños y jóvenes se verán obligados a desertar de sus escuelas, colegios y universidades para ayudar a sus familias a conseguir el sustento diario. Así mismo, el ODS 3 “Salud y Bienestar” donde las tasas de mortalidad sufrirán un incremento abrupto en todos los sectores etarios – algo que vas más allá de la emergencia sanitaria propia del coronavirus- y se relaciona con la exacerbación de las condiciones de pobreza a que se verán abocadas millones de personas. En suma, un deterioro sin par en las condiciones sociales, repercutiendo al final en el crecimiento de las desigualdades económicas de vastos sectores de la población, tirando por el piso los tímidos logros alcanzados en muchos países en el ODS 10 “Reducción de las desigualdades”.
Paradójico si resulta observar que las restricciones de movilidad para evitar la propagación del virus generarían una afectación positiva en los ODS 11, 12, 13 y 14. Un aparente respiro para ecosistemas y seres vivos como singularmente fue reportado meses atrás en muchos lugares del planeta. Así lo sugiere el CODS, que en su documento Índice ODS 2019 para América Latina y el Caribe estima efectos positivos de la pandemia en los indicadores de dichos ODS, pues entre muchos otros, se presenta una reducción acentuada en las emisiones de gases efecto invernadero, lo propio en la contaminación del aire y la congestión vehicular en las ciudades, y un efecto contractivo en los patrones de producción y consumo. Sin embargo, es correcto conjeturar también posibles afectaciones de ecosistemas, deforestación y tráfico de especies, dada la imposibilidad de las autoridades gubernamentales de ejercer con plenitud la persecución de los criminales ambientales.
Dado ese lúgubre panorama que comprende un 80% de las metas, no son pocas las preguntas que salen a flote: ¿Será necesario reformular la Agenda 2030 y concentrar los esfuerzos en recuperar los retrocesos en las áreas sociales y económicas del desarrollo? ¿Habrá que aliviar las reglamentaciones ambientales para darle al sector económico e industrial mayor margen de maniobra para que apoyen la recuperación de las decaídas economías de los países? ¿Cuánto tiempo tardaremos en retornar a los avances logrados en la agenda previo a la pandemia? y finalmente ¿Qué medidas extraordinarias deberían implementarse para reencaminar los países en la senda de cumplimiento de la ODS hacia el final de la década? Cualquier atisbo de respuesta a estas preguntas no deberá ser a la ligera, pues muchos países como Colombia hasta ahora se adentran en el pico de la pandemia y las consecuencias aún están por determinarse. Lo que sí es cierto es que tanto estas como tantas otras preguntas deben debatirse de modo franco y abierto no solo desde los escenarios de gobierno, sino en la academia, desde el sector privado, las organizaciones sociales y el ciudadano de a pie.
A modo de aporte a esta discusión, vale la pena recordar que la Agenda 2030 y los ODS así como el Acuerdo de París son los mayores logros del multilateralismo a nivel global en la última década, y su consecución tomó varios años. Reformular una agenda tomaría bastante tiempo, y tanto las condiciones geopolíticas mundiales -diferentes a las de 2015 y años anteriores- como la crisis sanitaria en si no están para una discusión global de ese calibre en este momento. Lo que debería hacerse es perseverar justamente en la agenda y apuntalar con más fuerza la consecución de los ODS, es decir, tomar la crisis como oportunidad para impulsar grandes planes de reconstrucción de las economías con un componente verde que sea transversal a toda inversión, política pública y en general, cualquier medida de recuperación. La recuperación de los Estados Unidos durante la década de los 30s a la cabeza de Franklin Delano Roosevelt, es un claro ejemplo de resiliencia que muchos claman debe adoptarse ahora a la manera de Green Deals.
Ya veremos cómo se contara la historia de lo que fue esta pandemia y lo que hizo la humanidad para sortear tan difícil momento. Me quedo con las palabras de Roosevelt: “Sobre todo, intentar algo”.
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