“El hombre solo llega a ser hombre por la educación”
Kant
La educación en la filosofía de Immanuel Kant es considerada como una vía para que los seres humanos se proyecten desde su dimensión racional y moral. Para Kant, educar es preparar al individuo para que sea un ser autónomo desde el sentido ético. Desde este punto de vista, la educación se concibe como un camino que nos lleva a adquirir la capacidad para actuar desde la razón con autonomía y responsabilidad.
Desde su obra Pedagogía (1803), Kant plantea que el ser humano no nace humano, en cuanto debe desarrollar su propio entendimiento, y esto se logra a través de la educación. Solo mediante un proceso formativo gradual, guiado por la razón y la disciplina, se logra moldear al niño hasta convertirlo en un ciudadano capaz de orientar sus propios actos. Por tanto, es en esa libertad, que el pensamiento kantiano reconoce la conquista de la reflexión humana, la obediencia de los principios universales y la examinación del juicio moral. En palabras de Kant, “el hombre solo puede llegar a ser hombre mediante la educación”.
Kant planteaba que la educación debe iniciar desde la infancia porque es allí donde se empieza a cimentar la base del carácter, la capacidad crítica y la sensibilidad moral. El niño no debe ser simplemente instruido en contenidos establecidos, sino también guiado para que descubra por sí mismo su facultad de razonar, de cuestionar y de decidir con autonomía. Por ello, Kant concebía la autoridad del maestro como una guía razonable que acompaña al estudiante en su camino hacia la libertad interior.
Una de las ideas más profundas del pensamiento kantiano es la relación entre disciplina y libertad. Aunque parezca paradójico, solo mediante la disciplina se logra educar para la libertad. El niño debe aprender a dominar sus impulsos, a respetar las normas y a aceptar los límites, no por imposición, sino por convicción racional. La autoridad es aliada de la libertad en cuanto forma carácter y siembra hábitos morales.
Es por lo anterior, que la voz de los niños y jóvenes siempre debe ser escuchada, pues esto les da la oportunidad de pensar por sí mismos, de cuestionar con argumentación y de decidir con responsabilidad. Muchas veces los estudiantes nos enseñan desde sus posturas críticas que pueden elegir lo correcto, aunque sea más complejo. Acciones como estas me hacen reflexionar desde la ética kantiana en la certeza real de formar ciudadanos morales desde el aula, no solo por lo que enseñamos, sino por cómo lo enseñamos.
Ahora bien, ¿qué tan acorde es el pensamiento de Kant en el contexto educativo colombiano? Inusitadamente, más de lo que parece. La apuesta por una educación integral, basada en la formación ciudadanía, la convivencia y el pensamiento crítico, está presente en los lineamientos del Ministerio de Educación Nacional. De hecho, el enfoque por competencias y el énfasis en la formación para la vida reflejan una cercanía con la idea kantiana de formar seres humanos autónomos. Así mismo, la búsqueda por democratizar la educación (creando cobertura en zonas rurales y sectores marginados) dialoga con el anhelo kantiano de una educación accesible para todos.
Hay que advertir que la desigualdad educativa en Colombia dificulta el desarrollo de una formación moral y racional sólida, especialmente en regiones apartadas y con escasos recursos. Además, el enfoque laboralista que predomina en la política educativa deja en segundo plano la dimensión ética y reflexiva que Kant consideraba esencial. La presión por resultados cuantificables termina restando espacio a la formación del juicio moral, así como al diálogo entre maestro y estudiante, que es el que cultiva la libertad interior.
Entiéndase que Kant concebía al maestro como un guía u orientador moral, con autoridad basada en la razón. Hoy, esa autoridad no permite el diálogo mutuo, pues se ha visto debilitado por múltiples factores: la perdida de respeto social por parte del magisterio, las prácticas pedagógicas que confunden libertad con permisividad y la estandarización del acto educativo. Recuperar el rol del educador es una tarea urgente, no solo por justicia profesional, sino por coherencia con la finalidad de la educación.
En este recorrido por el pensamiento de Kant y su relación con nuestra realidad, se revela una verdad poderosa: educar no es solo formar mentes, sino moldear conciencias. El ideal kantiano de una humanidad ilustrada, capaz de pensar por sí misma y actuar según principios universales, sigue siendo una brújula ética en nuestro tiempo. Hoy, más que nunca, necesitamos una educación que confronte temas como la moralidad, la libertad interior y la responsabilidad ciudadana.
Este importante filósofo nos recuerda que el éxito de la educación no recae en la acumulación de saberes, sino en la formación de seres humanos capaces de gobernarse a sí mismos con dignidad. Esa visión, aunque exigente, es profundamente esperanzadora y necesaria. Como educador, no puedo evitar ver en ella una invitación a no conformarnos, a seguir creyendo que cada clase es una oportunidad para sembrar libertad, para formar la humanidad. Porque, como escribió Kant, “el hombre solo llega a ser hombre por la educación” (Pedagogía, 1803), y en ese proceso, cada gesto, cada palabra y cada silencio cuentan.
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