“Finalmente, uno de los riesgos más relevantes es que una intensificación de la disputa comercial global podría ralentizar el crecimiento económico global. Las políticas de fortalecimiento de la industria local en Estados Unidos podrían desplazar exportaciones colombianas, obligando a buscar nuevos mercados y generando interrupciones en la producción. Además, el posible incremento de las tasas de interés en Colombia, influenciado por la política monetaria estadounidense, podría limitar aún más el crecimiento económico, dificultar la generación de empleo y restringir el acceso al crédito para nuevos proyectos empresariales.”
En marzo de 2018, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó un memorando bajo la ley de comercio estadounidense que estableció aranceles por un valor aproximado de 50.000 millones de dólares sobre productos importados desde China. Esta medida se justificó señalando el amplio déficit comercial entre ambos países y acusando al gobierno chino de prácticas comerciales desleales.
Este evento marcó el inicio reciente de la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Como respuesta inicial, China devaluó el yuan, lo que permitió que sus productos fueran más competitivos en el mercado internacional al reducir su costo en dólares. Esto ayudó a mitigar el impacto de los aranceles y a impulsar el volumen de ventas de productos chinos a pesar de las barreras comerciales impuestas.
El conflicto geoeconómico generado tuvo un impacto significativo a nivel global, ya que, al involucrar a las dos economías más grandes del mundo, muchos capitales buscaron refugio en mercados más seguros, generando salidas de capitales de países emergentes, incluido Colombia. Cabe destacar que la economía colombiana mantiene una fuerte dependencia de los movimientos financieros de Estados Unidos, su principal socio comercial, que en 2023 representó el destino del 28% de las exportaciones colombianas.
Los flujos de capital derivados de la guerra comercial se intensificaron con los incentivos a la producción local en Estados Unidos promovidos por Trump. Este fenómeno provocó una devaluación en muchas monedas locales, incluido el peso colombiano. Por ejemplo, mientras que el 1 de enero de 2018 el dólar se cotizaba a 2.984 pesos, para el 1 de diciembre de 2019 alcanzaba los 3.522 pesos, reflejando una depreciación cercana al 16%.
Tras los resultados electorales del pasado 5 de noviembre, que confirmaron el regreso de Donald Trump a la presidencia, el panorama político no parece cambiar significativamente respecto al 2018. En sus primeras declaraciones, el presidente electo ha anunciado la posibilidad de imponer nuevos aranceles a países clave en el comercio global, como China y México. Además, su propuesta económica incluye la reducción de impuestos y el aumento de subsidios a la producción local. Estas medidas podrían incrementar la demanda de dinero en la economía estadounidense, lo que generaría presiones inflacionarias. En respuesta, la Reserva Federal (Fed) probablemente se vería obligada a aumentar gradualmente las tasas de interés para controlar la inflación.
Un aumento en las tasas de interés por parte de la Fed podría replicarse en otros bancos centrales, como ocurrió en Colombia entre 2022 y 2023, cuando el Banco de la República elevó sus tasas para controlar una inflación que superaba el 12%. Aunque esta medida busca contener el incremento en los precios también sacrifica crecimiento económico, disminuye la velocidad en la reducción del desempleo y dificulta la lucha contra la pobreza.
Actualmente, el tipo de cambio en Colombia se sitúa en 4.340 pesos por dólar, influenciado por factores como la incertidumbre electoral, la salida de capitales en América Latina y el aumento de la oferta petrolera. Aunque podría esperarse que este valor pueda estabilizarse entre 4.100 y 4.200 pesos en el corto plazo, las políticas económicas propuestas por Trump podrían impedir una reducción significativa en la tasa de cambio debido al impacto directo de la economía estadounidense sobre el mercado colombiano.
En términos prácticos, este contexto de incertidumbre mundial tiene implicaciones para Colombia. Una tasa de cambio alta podría beneficiar al sector exportador, pero los aranceles propuestos a nivel global podrían aumentar los costos de producción, afectando la competitividad. Además, un encarecimiento de las importaciones podría impactar el costo de la canasta básica, reduciendo el poder adquisitivo de los hogares.
Finalmente, uno de los riesgos más relevantes es que una intensificación de la disputa comercial global podría ralentizar el crecimiento económico global. Las políticas de fortalecimiento de la industria local en Estados Unidos podrían desplazar exportaciones colombianas, obligando a buscar nuevos mercados y generando interrupciones en la producción. Además, el posible incremento de las tasas de interés en Colombia, influenciado por la política monetaria estadounidense, podría limitar aún más el crecimiento económico, dificultar la generación de empleo y restringir el acceso al crédito para nuevos proyectos empresariales.
En conclusión, el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos plantea un escenario desafiante para la economía global y particularmente para economías emergentes como la colombiana. Un ejemplo de este impacto puede observarse en 2019, cuando la tasa de desempleo en Colombia aumentó de 9,7% a 10,5%, con un aumento de 170 mil personas desocupadas, coincidiendo con el punto más álgido de la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Ante este panorama, persisten incertidumbres que podrían influir significativamente en los mercados y la economía del país.
Muy clara la explicación tratándose de asuntos bastante complejos. Se le viene a uno a la cabeza, estimado Gerónimo, si ante este escenario valdría la pena preguntarse por el tema del decrecimiento económico y su necesidad frente a la evidente crisis climática, crisis que sistemáticamente ha negado Trump incluso al punto de sacar a USA de los principales tratados internacionales al respecto mientras tuvo su primer mandato, de hecho.
La columna muy asertiva con la información, aunque presenta un panorama preocupante. Pero también es una oportunidad para que Colombia replantee su estrategia económica y reduzca la dependencia de mercados externos como Estados Unidos. Es el momento de apostar por la diversificación comercial, fortalecer la industria local y explorar nuevos destinos para nuestras exportaciones, lo que podría brindar mayor estabilidad y menor vulnerabilidad frente a cambios políticos internacionales.