La disputa por el trono moral; el caso del Joker y Thomas Wayne

“Basta con un mal día para que el hombre más cuerdo del mundo enloquezca.

                                                 A esa distancia está el mundo de mí”

-The Joker

 

A pesar de las pocas semanas que lleva en cartelera, la nueva versión del Joker ya es objeto de múltiples controversias que van desde su nueva estética hasta la comprensión psicológica de su enfermedad. Si hay algo que caracteriza las diferentes interpretaciones del príncipe payaso del crimen, es que nunca pasan desapercibidas. En esta medida, la siguiente reflexión busca aportar a dicha controversia teniendo como base algunas categorías propias de la Ciencia Política.

Esta reflexión se llevará a cabo con base en dos momentos centrales: primero, plantear que, a pesar de la afirmación del Joker en la que señala que él “no se permite tener pensamientos políticos” su acción es un acto irremediablemente político. Segundo, que una de las principales características de la política es su ser cambiante, y esto se comprende mejor desde la posición que aquí, siguiendo del razonamiento de Robert Greene, se denominará como la disputa por el trono moral (Greene, 2017, pg. 161).

Según el politólogo español José María Vallès, la política debe entenderse, primordialmente, como gestión del conflicto social (Vallès, 2015, pg. 18). Este conflicto se genera a partir de los desacuerdos y tensiones presentes en la sociedad por diversos motivos, entre los cuales, se destaca, la distribución desigual de recursos y oportunidades; estas pasan por “el control de recursos materiales, el disfrute de beneficios y de derechos o la defensa de ideas y valores” (Vallés, 2015, pg. 19) y por supuesto, la mejora de la situación frente a la dinámica del poder. En la medida en que esta distribución asimétrica genera conflicto la política se ofrece como el elemento fundamental de “solución” (modificación del desequilibrio) o por lo menos, como la promesa de solución que permite, en última instancia, preservar un mínimo de cohesión social (Vallès, 2015).

Thomas Wayne es la imagen más representativa del sistema político; su candidatura a la alcaldía de Gotham se encuentra enmarcada en el llamado al orden, al reconocimiento de la ley, y principalmente, a la justicia en el caso de los jóvenes asesinados en la estación del metro. Ocupa inicialmente, el denominado trono moral; en otras palabras; “la causa que defiende parece y debe parecer más justa que la del enemigo” (Greene, 2017, pg. 161). Recurriendo sobre todo a exponer los motivos de quienes proceden en contravía con este orden como falsos, la finalidad de ocupar el trono moral es controlar y mantener una opinión pública favorable. En este sentido, la imagen pública estratégica no es la de quien “pelea por territorios y recursos, sino la de quien libera a personas que sufren bajo un régimen opresor” (Greene, 2017, pg. 162). Desde el trono moral se deslegitima las decisiones y el proceder de la oposición.

Por otro lado, Arthur Fleck es un ejemplo paradigmático de quienes se encuentran y perciben en situación de marginación y riesgo, caso contrario al de Thomas Wayne. Sin acceso al sistema de salud, sin posibilidades laborales reales, y en una situación de completa vulnerabilidad y constante burla desde el nacimiento a raíz de su enfermedad, representa a quienes no perciben en la política la mejor manera de gestionar el conflicto social, en concreto, no cree en la posibilidad de cambiar el estado actual de las cosas, por lo menos, no siendo Arthur Fleck.

La respuesta al porqué asesinó a los jóvenes en la estación, es el mejor ejemplo de quien se encuentra en dicha situación y ya no espera ningún tipo de respuesta favorable por parte del sistema político; “Murray los asesiné porque ya no tengo nada que perder”.

Ahora, las acciones del Joker son irremediablemente políticas al tener en consideración motivos propios de quien actúa contra dicho sistema; en su respuesta a Murray sobre las razones por las cuales le resultó gracioso asesinar a los jóvenes plantea: “El sistema decide qué está bien y qué no, del mismo modo que decide qué tiene gracia y qué no” (Asignación Imperativa de Valores para una sociedad que según David Easton es un sistema político). Y claramente, su intención es socavar dicho sistema; “Murray lo más repulsivo del ser humano son sus inútiles y frágiles nociones del orden y de la cordura. Si pones demasiado peso sobre ellas, se rompen”. Su acción como sujeto político no la hace desde Arthur Fleck como hombre marginado, lo hace desde el Joker y su sistema de valores en contravía de los valores asignados por el propio sistema y defendidos por Thomas Wayne desde el trono moral.

Como Arthur su acción política en tanto hombre enfermo es poco relevante y despersonalizada; “Murray lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera que actúes como si no la tuvieses” mientras que, como Joker, y sujeto político con una escala de valores propia no tiene que actuar; asumir su locura es su propio mecanismo de defensa y supervivencia y esto se reafirma cuando asesina. Es en este momento cuando se le ve al mando de su vida y queda en una mejor situación frente a su relación con el sistema, por desgracia para algunos, es cuando asume su rol de bromista y esto sucede al eliminar a otros sujetos.

Frente a lo cambiante de la política señala Rafael del Águila; “Nada hay firme en ella y su consistencia radica en no tenerla. La contingencia es su raíz y la coyuntura su medio ambiente. Nada absoluto ni definitivo hay en su seno”. (1997, pg. 11). Así como es cambiante la política, también lo es la opinión pública que la acompaña y el trono moral. Un acto político que en un momento carece por completo de justificación en otro momento puede parecer plenamente justificado.

Es de este modo, como el trono moral lo empieza a ocupar el Joker. El espectador recorre cada uno de los momentos que hacen parte del mal día de Arthur, y que, al parecer, es el mal día que comparten gran parte de los ciudadanos de Gotham o de cualquier otra ciudad del mundo, que finalmente, se configurará como la gran amenaza a la cohesión social. La importancia de ocupar este trono, radica en que, a partir de él, sus acciones, su visión de mundo, sus métodos, serán considerados justos y coherentes y por supuesto, legitimados por la opinión pública, Cuando los tres individuos deciden golpear a Arthur en el metro, su reacción violenta está completamente validada, de igual forma que pasa con la muerte del amigo que le vendió el arma, con Murray o con el final irremediable de Thomas Wayne. En este punto, el espectador ya ha deslegitimado el sistema que marginó a Arthur y le ha dado plena vigencia a la escala valorativa propuesta por el Joker.

Para finalizar y que quede como base para la reflexión sobre lo cambiante de la política estas palabras del Joker “Cuando era niño y le decía a la gente que iba a ser comediante, todos se reían de mí. Bueno, nadie se está riendo ahora”.

 

Nota: Las referencias al Joker fueron tomadas de la última versión protagonizada por Joaquin Phoenix y del comic The killing joke escrita por Alan Moore.

 

Bibliografía

Del Águila, R. (1997) Manual de Ciencia Política. Trotta, Madrid

Greene, R. (2017) Las 33 estrategias de la guerra. Océano. México.

Vallès, J.M (2015) Ciencia Política. Un Manual. Ariel; Bogotá.