En la Casa Verde, un espacio simbólico de resistencia y pensamiento colectivo en Antioquia, se dieron cita jóvenes, líderes sociales, campesinos, ambientalistas y defensores del territorio provenientes de municipios como Peque, Jericó, San Rafael, San Carlos, Copacabana, Medellín, Bello y muchos más, en lo que fue el Segundo Encuentro de Caminantes de la Utopía. Una jornada cargada de memoria, palabra viva y compromiso con nuevas formas de hacer política desde abajo.
En medio de una metodología que reivindica el diálogo horizontal —el “parloteo” como herramienta política—, se tejió un manifiesto poderoso que recoge los sentires y apuestas de quienes no se resignan al cinismo del poder ni a las lógicas del capital.
Uno de los ejes centrales fue el papel de la juventud. No como promesa futura, sino como presente activo que organiza, se moviliza y confronta las desigualdades con propuestas claras. “La juventud no solo debe estar: debe decidir”, fue una de las frases más repetidas durante el evento.
La apuesta es clara: construir una política con rostro humano, que no se maquille de progreso mientras desplaza, contamina y criminaliza. Por eso este encuentro también fue un acto de rebeldía contra el cinismo, y de afirmación de una esperanza activa.
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“Desde esta Casa Verde que nos abrazó con la memoria viva de nuestros territorios, reafirmamos algo que no se negocia: nuestra dignidad. Este Segundo Encuentro de Caminantes de la Utopía no fue solo una reunión, fue una siembra colectiva de conciencia, compromiso y esperanza. Aquí, desde Bello, Marinilla, Jericó, Peque, San Rafael, Medellín y tantos otros rincones de Antioquia, volvimos a mirar el país desde abajo, desde la palabra de quienes resisten, siembran, sueñan y transforman”.
“Gracias a quienes creen en una Colombia con justicia social, a quienes desde Antioquia están tejiendo un equipo progresista con convicción y amor por su gente. Sigamos caminando la utopía, porque nuestra lucha no nace del odio, sino de la esperanza. ¡La dignidad se defiende caminando!”.
Este encuentro no fue solo un evento: fue un mensaje. Un llamado a organizarse, a imaginar, a construir mundos posibles desde los márgenes. Porque como dicen los caminantes: vivir bonito, en paz y con dignidad, no es un sueño ingenuo. Es una responsabilidad histórica.
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