Siempre me he preguntado en dónde está basada la fuerza de la mujer, para cumplir con múltiples tareas, tanto dedican a sus seres cercanos familiares, amigos, vecinos que olvidan lo que ellas mismas quieren; las mujeres se dan el lujo de tener la posibilidad de ser trabajadoras, amas de casa, estudiantes y ser amantes; y no. No me agrada esa suma que acabo de describir, porque cualquier hombre que vea esto se dispondrá en caer en un conformismo absurdo, y la tenebrosa aceptación inconsciente o consciente de que la mujer juega solo esos roles; y para nada.
Desde luego ser mujer no la deja excluida de tener una búsqueda diaria de resultados, resultados; que los hombres no comprendemos; hay que aclarar, tratar y romper con un imaginario que nos hace daño y es malsano tal como: si la casa está desordenada, es porque falta la mano de una mujer, si el hombre sale sin la camisa y el pantalón limpio o planchado es porque la mujer no está pendiente de su pareja, que si el hombre casado no lleva almuerzo al trabajo: es porque la mujer no sabe cocinar, o están peleando. Este tipo de supuestos hacen daño ya que se cuestiona el rol de la mujer y sin objeción alguna cumple una función desvalorizada del género que se marca con (F), en el documento de identidad, y se forja en una sociedad meramente competitiva y muy quisquillosa.
Sobre las mujeres recae, casi en exclusiva cubrir al hermanito, al sobrino y por supuesto el hijo; pero, se le reclina también el esposo, hermano y hasta el padre. Entonces brotan tareas adicionales como ir al médico, cuidarlos si se encuentran enfermos, asistir a reuniones del colegio, levantarse a mitad de la noche si lo requiere y dar acompañamiento en tareas del colegio, simultáneamente que dirija y guíe en tiempos de pandemia el desarrollo debido de la formación escolar. Situación que es todavía más incontestable si la comparamos con la otra cara de la convivencia, si se tiene, y se hace relevancia en los gastos familiares, en los que la mayoría de las mujeres contribuyen igual o más que el género opuesto (su pareja). Y esto, a pesar de que las dificultades mencionadas son bastante conocidas por la sociedad. Sociedad la cual parece no importarle estos escenarios como: brecha salarial, ganan menos y se sacrifican más en trabajos de esfuerzo físico mayor, lidiando con malas intenciones de algunos hombres que se aprovechan de estas necesidades, escudándose de manera ventajosa y fustigante detrás de un cargo superior. Hay que añadirle que las condiciones de trabajo digno no reconocen dolencias físicas, ni tampoco futuros resultados de la tan aspirada pensión. Como respuesta en su dedicada labor hecha por años.
Pero como de estos desequilibrios no se suele mencionar, ni hablar tanto como si de otros, y mucho menos de sus posibles consecuencias sobre la salud femenina, que arrojan aun nivel de desgaste físico mental mayor, que coloca en juego la independencia económica, la relación de pareja, la relación familiar y su tranquilidad individual, donde es nula la práctica de recreación, diversión y ocio. Muchas no son siquiera conscientes del peligro que enfrentan al sucumbir a este laberinto sin salida. Este es sin duda, una cadena que no termina. ¿Cómo van a llegar al puesto de trabajo, o al estudio con la misma agilidad física y mental que los hombres?
Desde el comienzo de esta pandemia, se ha mostrado una muy triste y vergonzosa cifra dirigida a la disparidad por géneros que arroja a las mujeres de manera frontal y despiadada a una presión del cuidado, y recordar que la pandemia no ocasiona un daño neutral; ya que las mujeres enfrentan un golpazo desproporcional en pérdida de empleo, en deserción estudiantil, y en frustración de oportunidades, y aumenta en maltrato familiar de todo tipo, en explotación laboral y las responsabilidades que le atañen en el hogar; Claro, este último sin tener un reconocimiento que le permita equilibrar cargas, en la cual hombres participen de manera igual que ellas.
“La mayor proporción de mujeres en inactividad se explica por el secuencial crecimiento de las actividades de cuidado en el contexto de aislamiento obligatorio preventivo en que el patrón: capitalista, machista y cultural determina que las actividades de economía del cuidado sea asignado a mujeres en una proporción del 90 %, aumentando así en forma considerable el número de horas trabajadas (imponiendo dobles y triples jornadas) por las mujeres que aumenta la brecha por género del sistema laboral en Colombia”, dice Iván Jaramillo, del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario.
Internamente el país tiene que hablar y colocar en el centro de la discusión de manera urgente una política pública; que elimine ese modelo de no reconocerle lo necesario a la economía del cuidado porque es algo que da bienestar y tranquilidad e inclusive financieramente produce lo mismo que la salud o que la educación, no se puede seguir haciendo normas y dictaminar leyes que no reconozcan el papel de la mujer en la casa, que no reconozcan darle la palabra, y que no reconozca tan preponderante labor que enfrentan aquellas que empujan a que una sociedad se mantenga en pie.
Interesante tema de reflexión. Considero que el denominado lujo de ser mujer y responder a múltiples roles de manera simultánea, es la respuesta a los contextos y aprendizajes machistas concebidos e impuestos por la sociedad y aceptados incluso por algunas comunidades feministas.
Por otra parte abordas el concepto de la economía del cuidado que sin duda sería parte del reconocimiento para las tareas que permiten el desarrollo de las sociedades, porque los seres humanos no pueden crecer ni evolucionar física, emocionalmente e intelectualmente si no cuentan con alimento y cuidado desde su nacimiento. El reconocimiento del aporte al PIB de estos trabajos visibilizaría el trabajo que en su mayoría es realizado por mujeres , que se convierte en una jornada laboral más y que le impide o limita el logro de metas profesionales y personales en equidad con otras personas.
Comparto contigo que parte del avance hacia la equidad está en la construcción e implementación de políticas públicas en términos de educación y economía.