La defensa de la escritura a mano

Si una sociedad practica la avaricia del tiempo no es de extrañar que los individuos que la conforman dejen de escribir a mano. No hay tiempo.

Nunca antes hubo tanto escritor por centímetro cuadrado. Ahora hay más libros que lectores, más seminarios de creación literaria que escritores serios.


La escritura es una larga introspección, es un viaje hacia las cavernas más oscuras de la conciencia, una lenta meditación.

Isabel Allende


La escritura a mano cada vez está más cerca del olvido ante el uso cotidiano de computadores, teléfonos, tabletas, entre otros artefactos.

En estos días, cuando alguna persona se atreve a empuñar un bolígrafo apenas puede deletrear una palabra. No soporta la lentitud requerida para expresar un pensamiento. Descubre, con cierta vergüenza, que no tiene tiempo para reflexionar porque sus días son humo que se disipa rápidamente.

Lo curioso es que, en la actualidad se vive el mito de Prometeo, pero al revés. Es decir, se entrega el fuego que nos hace humanos ante la incapacidad de pensar el mundo. Y el mundo se piensa cuando se nombra. Y para nombrar el mundo se requiere la palabra. Y para que perdure la palabra hay que escribirla. Y hay registros de caligrafía del Antiguo Egipto de hace unos 5 mil años.

Ahora bien, la escritura es una práctica antigua que permitió conservar, a través del tiempo, los conocimientos, prácticas y costumbres de las diversas culturas. También, indagar el misterio. Misterio que es una continua manifestación del ejercicio intimista del creador con la creación. Misterio que se puede sondear con la escritura reposada, a mano. Los escritores lo saben. Por algo, Gay Talese escribía ideas de sus crónicas en los cartoncitos del cuello y las mangas de la camisa; Italo Calvino hacía borradores a mano de sus textos, y luego, cuando tenía la sustancia de la historia, la transcribía a máquina de escribir; Alejandra Pizarnik escribía sus versos en un tablero para verlos como un cuadro.

Para navegar en las profundidades del acto creativo es recomendable habituarse a escribir a mano, hacer trazos, líneas. Detenerse. Persistir en la práctica de la escritura análoga para acercarse despacio a la idea creativa. Porque se requiere una acción precisa para deletrear una letra, una palabra, una frase. Cada signo dibujado sobre la hoja profundiza la huella del significado de una palabra y acentúa la cadencia musical.

En tal medida, cuando se quiere indagar por el misterio cuerpo adentro, la escritura puede ser un buen método porque requiere de un ejercicio mental complejo de interrogación. Misterio entendido como la posibilidad de interactuar con aquello que está en frente y retumba dentro del cuerpo: un amanecer, una emoción, una luz en los ojos. Aquello que es insuficiente de abordar con un lenguaje coloquial y veloz.

Por lo anterior, persisto en escribir a mano. Además, no puedo concebir ideas o conceptos intimistas a través de WhatsApp, email o redes sociales. Pues el acto creativo se realiza en silencio. En silencio se establece en el diálogo interno del creador consigo mismo y el mundo circundante. A veces, el bolígrafo surge como un puente entre el creador y la creación.

Sospecho que el acto creativo que nace en los computadores, teléfonos, tabletas, al final, es un producto de fácil consumo para una sociedad que no tiene tiempo para sentir una experiencia de soledad y silencio. Una sociedad formada por individuos que repelen la lentitud porque viven en el vértigo cotidiano de viajar horas en el bus y laburar sin descaso para asomar la cabeza a fin de mes.

Y si una sociedad practica la avaricia del tiempo no es de extrañar que los individuos que la conforman dejen de escribir a mano. No hay tiempo.

Cuando con la caligrafía, por ejemplo de las cartas, se puede, si se es perspicaz, identificar rasgos de la personalidad del remitente. Se puede divisar ciertas emociones y fluctuaciones internas del remitente. Por ejemplo, la letra inclinada a la derecha expresa que la persona es tímida, se baña todos los días y gusta del compromiso. La letra inclinada a la izquierda dice que la persona es decidida y busca relaciones efímeras. Aunque lo revelador es el palito de la t. Si el palito está más arriba de lo habitual, así: “T”, es porque la persona es atrevida, ambiciosa y sexual.

Por el contrario, en la escritura a computador se está ciego a lo que hay más allá del mensaje que expresa el texto. Pues, en un teclado se repite una misma acción: presionar una tecla.

Otro punto a favor de la escritura a mano es que el escritor establece un puente de singular conexión con el mental del lector. Debido al diálogo interior que establece el creador consigo mismo, al silencio acumulado, a la capacidad de estar solo; traza los primeros bocetos de la obra con una tensión que se aferra a las palabras y acerca, de manera sutil, al lector a los personajes. Algo tendrá que ver que aún hoy se lea a Tolstoy, Dostoievski, García Márquez.

Por otro lado, la escritura a computador es más rápida que el pensamiento. Una palabra surge antes de ser pensada. Por lo que la sustancia del acto creativo escapa a la emoción que requiere tiempo y espacio para anidar en el lector. No obstante, hoy en día lo que menos importa es emocionar porque cualquiera puede escribir ya que cuenta con los medios para publicar que están al alcance del afán de publicar.

Por lo que la saturación literaria llega a tales niveles que los libros se convierten en entes parasitarios que dicen nada, ocupan espacio y llevan a un primer plano libros insustanciales como los de Coelho, Chopra, Reverte o los cuadernillos de escritores autopublicados. Esto deja al descubierto que nunca antes hubo tanto escritor por centímetro cuadrado. Ahora hay más libros que lectores, más seminarios de creación literaria que escritores serios. Y pese a todo este espectáculo de la escritura a computador no se ha escrito nada importante. Al parecer, desde que todos son escritores, la poesía parece haberse extinguido.

Como cada vez es más difícil encontrar libros concebidos con escritura lenta, defiendo la escritura a mano porque es un desentumecimiento de la imaginación, el asombro y las emociones. En tal medida, apelo al milagro de encontrar más libros de escritura reposada donde el tiempo sea una riqueza que revitalice la lentitud de volver despacio a habitar el cuerpo.


Todas las columnas del autor en este enlace: Juan Camilo Betancur E.

Juan Camilo Betancur E.

Fredonia, 1982. Periodista. Publicó el libro de micro-cuentos Los errantes (2013), la novela La mujer agapanto (2017) y la novela El escritor mago. Libro 1: la sociedad (2021).

1 Comment

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  • Mmm, en mi caso mi mente es más rápida que mi agilidad de escribir a mano, se me pierden las palabras y las ideas al momento de escribir, y, además, tengo una letra tan espantosa que ni yo mismo me entiendo. Por precaución tengo a mano un bolígrafo y una libreta, por si de un momento a otro me habita el Genio escritor, pero casi siempre logro solo escribir ideas generales. Para mi escribir a mano es un ejercicio más valioso para la pedagogía que para la creación narrativa.