La literatura, el cine, la televisión y hasta el periodismo nos ofrecen una variedad light: desmenuzada, fácil, ligera, sin complicaciones, breve, entretenida. Hasta el intelectual más posudo no puede negar que ha caído en la tentación de ver una tonta película americana, un reality, un libro de autoayuda o un artículo con un chisme de farándula hollywoodense. Usted y yo también, venga ese apretón de manos.
Este no es un fenómeno exclusivo de nuestra generación, pero sí es cierto que en la última década se ha acentuado gracias a la proliferación de medio digitales y redes sociales. ¿Culpables? Hoy quiero llamar al estrado a tres sujetos: el kitsch, el espectador y la cultura de élite.
Kitsch o el arte de mal gusto
Palabras más, palabras menos, el término kitsch (1) se utiliza para señalar el arte barato, pretencioso, o basura, para algunos. Un ejemplo ampliamente difundido es el gato japonés con la pata levantada (maneki neko). Se trata en efecto de un ícono de la tradición nipona que simboliza la buena fortuna, pero en Occidente es simplemente un mejor objeto decorativo o, en otros términos, un artículo de marketing.
Lo kitsch transformar las manifestaciones artísticas (pintura, cine, literatura) en toda una serie de productos (libros, películas, series) que sean fácilmente comercializables. El arte es manejado por la industria cultura en función de lo que venda más. Una editorial prefiere publicar literatura para adolescentes, Hollywood nos invade con películas de superhéroes y la televisión nos ofrece un reality nuevo cada tanto.
El click es el rey
¿Se ha fijado en la sección “lo más leído” de periódicos y otras páginas web? Sin necesidad de hacer una profunda investigación, se dará cuenta de que el contenido más popular tiende a ser el más polémico, la farándula, el fútbol, el escándalo.
Esto lo define el navegante mismo. Entre más personas hagan click en un artículo, más popular se hace y comienza a trastocarse la línea editorial. Los periódicos y noticieros ofrecen contenido light porque el público demanda este contenido, en lugar de rechazarlo mediante la indiferencia.
¿Le molesta la programación de la televisión colombiana? El rating lo define el público que se sienta a ver X o Y programa, hablar de eso los lunes en la oficina o compartirlo en sus redes sociales.
La cultura de élite
Hace unas tres décadas la cultura estaba en manos de los expertos en arte, cine y literatura, de manera que los críticos definían qué libro se debía publicar con base en ciertos criterios, qué película era buena o mala, etc. Sin embargo, la difusión masiva del arte y la posibilidad de creación por parte de cualquier persona, ha hecho que la cultura de élite (2) se encuentre prácticamente en vía de extinción.
El cine pasó de manejar unos presupuestos enormes a quedar a alcance de cualquier persona con una cámara de celular. Con estos dispositivos hay producciones y cortometrajes que participan en diferentes certámenes o, para no ir tan lejos, los aclamados youtubers. Los escritores noveles eran rechazados con frecuencia, pero ahora pueden autopublicarse en Amazon sin ruborizarse por sus errores ortográficos y gramaticales.
El arte está al alcance de todos y en manos de todos. Esto ha desencadenado toda una oleada de contenido light en ausencia de una cultura de élite que ponga un filtro. ¿Qué pasó con los críticos? Por un lado, lo kitsch ha venido ganando la batalla en tanto resulta más rentable, pero por otro lado, los medios masivos han ablandado su crítica, de manera que en lugar de darle garrote a este arte vulgar, se vuelven cómplices a través de reseñas que funcionan como publirreportajes.
Es cierto que una democracia liberal permite que el periodismo y las manifestaciones artísticas no tengan barreras, pero esto termina en detrimento de la calidad de las mismas.
- Sobre este concepto recomiendo particularmente Apocalípticos e Integrados de Umberto Eco.
- En su ensayo La Civilización del Espectáculo, Mario Vargas Llosa plantea esta idea y ahonda en temas como el arte, la religión, el erotismo y la política en función de la cultura.
[…] Publicado originalmente en Al Poniente. […]