Las ansias de destrozar a un ícono del pop por hacer música que muchos consideran poco digna, no solo ignoran la profundidad de la problemática, sino que bloquean una de las conquistas más grandes que podría tener el feminismo latinoamericano.
Maluma cometió un error, y muy probablemente a estas alturas del escándalo, hasta los compañeros de trabajo que apoyaron su participación estelar en el hit de ‘trap’ denominado “Cuatro babys”, estén llegando a las mismas conclusiones.
En un ánimo de entrar pisando fuerte en Puerto Rico se puso la bandera del género más explícito que se puede encontrar hoy en día por esos lares, sin darse cuenta que la realidad isleña y la colombiana son muy diferentes, sin darse cuenta que el análisis que la sociedad boricua hace sobre una música cargada de feromonas y referencias muy explícitas al sexo conyugal y grupal, está desprovista de los aireados ataques que el cantante paisa ha recibido en los últimos días. Y esto lo puedo decir con conocimiento de causa: Ninguno de los boricuas que conocí hace un mes que estuve en la tierra de Héctor Lavoe, Daddy Yankee o Residente (Calle 13) siente que esta “nueva” música conocida como ‘trap’ esté pervirtiendo a los jóvenes. Ninguno de ellos cree que la deserción escolar, los nichos de violencia desenfrenada o los embarazos adolescentes sean culpa del reggaetón o de cualquiera de sus subgéneros. Tito El Bambino, artista de reggaetón que acaba de lanzar su primer video de ‘trap’, protagonizó hace años una campaña que estaba orientada a menguar la primera de estas problemáticas. Zion Y Lennox han participado en iniciativas similares, denunciando la irresponsabilidad de quiénes disparan al aire por diversión y aumentan los índices de muertos por balas perdidas.
El trap es un derivado del hip hop y la electrónica que se creó en Estados Unidos durante la década del noventa y que con el paso del tiempo fue volviéndose sumamente popular. Y, dicho de forma apurada y práctica, el trap puertorriqueño es una especie de reggaetón ralentizado, cantado por chicos adolescentes que dan rienda suelta a sus fantasías, con un lujo de detalles que haría que cualquier cantante malhablado que tengan en mente parezca un artista de música cristiana. Visto con ojos de moralista caprichoso, aquí el problema no sería Maluma, sino toda la camada de artistas nóveles que trabajan día a día para que el nuevo género ocupe el lugar que ahora tiene el reggaetón en las emisoras radiales. Tienen con qué lograrlo, detrás de sus cantos banales –o más bien por delante– tienen visión para entender su apetito sexual como un negocio y un gran talento como raperos (respetados referentes de la música, radio y televisión puertorriqueñas; concuerdan en que ellos serán gigantes el día que purifiquen sus contenidos).
No hay que ser un genio para saber que con letras limpias Bryant Myers, Anuel AA, Almighty y muchos más podrían ser las nuevas megaestrellas del pop latinoamericano. Los 332 millones de reproducciones en You Tube que suma “La Ocasión” (Dj Luian, De La Ghetto, Arcangel, Ozuna, Anuel AA), los 81 millones de “Ella y yo” (Pepe Quintana, Farruko, Anuel AA, Tempo, Almighty, Bryant Myers) y desde luego, los 242 millones de “Cuatro babys” (Maluma, Noriel, Bryant Myers, Juhn) anticipan la llegada imparable de una forma más desfachatada de ver la música. Pero claro, en Colombia ningún artista de reggaetón es tan odiado por sus detractores como el ‘Pretty Boy’: Es el Ricky Martin del género, también, ese chivo expiatorio al que algunos medios de comunicación le tergiversan los mensajes (¿recuerdan esa entrevista en la que le preguntaron sobre el heavy metal y cómo esta se reprodujo en otras páginas sin ningún cuidado en las declaraciones?).
Este texto no está hecho para justificar a Juan Luis Londoño (nombre de pila), pero mucho menos para crucificarlo. La comparación hecha en el párrafo anterior con otras canciones similares a la suya, no se hizo en un ánimo de buscar excusas, sino de ampliar el debate y abordarlo de forma más inteligente. Es ridículo pensar que uno de los mayores problemas de la sociedad sea un chico de un barrio popular devenido en ícono pop, ignorando la negligencia de los gobiernos latinoamericanos que rara vez se han preocupado porque la educación llegue a todos los rincones de sus países. Cuesta entender ese capricho enfermo que tienen algunos periodistas por conectar a Maluma con el espeluznante crimen de Rafael Noguera. Parece que en un país donde mataron a un futbolista por meter un autogol, es una decisión muy inteligente y muy prudente cargarle a un cantante de reggaetón la responsabilidad de uno de esos tantos crímenes brutales que se cometen contra la niñez colombiana.
Uno de los pocos argumentos coherentes que se escuchan estos días en contra de Maluma, tiene que ver con que él es –también– un referente infantil. Una reflexión bastante apropiada, y si la mayor preocupación respecto a la problemática es esta, quédese tranquilo señor papá y quédese tranquila señora mamá, que difícilmente un canal de televisión volverá a llamar en la vida a Londoño para participar en un reality show que esté enfocado a menores (a ese tipo de consecuencias es que hacía referencia la frase que comienza este artículo). Es cierto que es necesario que el cantante entienda cómo sus “Cuatro babys” están conectadas, por ejemplo, con las 15.237 víctimas menores de edad que fueron abusadas sexualmente durante el presente año 2016 (fuente, El Tiempo) y que NO sufrieron por culpa del intérprete principal de esta polémica composición. Pero es bastante casualidad que este escándalo aparezca ahora y no cuándo salieron hits de reggaetón como “Mujeres talentosas” o “Eso en cuatro no se ve”. Las canciones no son las culpables de la decadencia de ninguna sociedad, y existen creaciones mucho más nocivas que el nuevo sencillo de Londoño y amigos… ¿Entonces, por qué él fue a quién mandaron a la hoguera? Pilas con lo que responden, no vayan a quedar como la señora Alegría, esa vieja hipócrita de Los Simpson que siempre dice: “¿Alguien quiere pensar en los niños?”.
Durante su carrera, el ‘Pretty Boy’ ha preferido ser receptivo antes que arrogante y se ha mostrado como un personaje agradable con su público y con la prensa, uno que seguramente aceptaría debatir sobre este escándalo en un espacio libre de ataques. Quizás aún él no entienda qué fue eso tan grave que hizo para ser juzgado tan severamente, pero sí debe entender que él molestó a gran parte de la sociedad colombiana y que él debe actuar a la altura de las circunstancias. Cuesta pensar que en una figura de la talla de Maluma no exista inteligencia, que esta no le vaya a servir para aprender de esta experiencia y no volver a cometer una imprudencia semejante. Pero todo esto, él puede entenderlo ahora o dentro de cinco o diez años, depende de nosotros como ciudadanos. En una entrevista del programa puertorriqueño ‘Área restringida’ emitido por Telemundo, Wisin (Wisin Y Yandel) confesó: “Antes todos hablábamos de pistolas, y yo nunca le he dado ni una pedrada a nadie, estaba siendo hipócrita conmigo”. Ningún ser humano está libre de los errores, y por fortuna, tampoco de aprender de ellos.
Es por esto que crucificar a Maluma no solo es una respuesta sesgada e hipócrita a todos esos actos machistas que vemos día a día (mujeres asesinadas por hombres alcoholizados que en un instante decidieron sentenciarlas a la pena de muerte, manoseadas en buses, violadas en sus propias casas, obligadas a vestir de determinada manera porque el novio/marido lo exige y todas esas formas del machismo y el micromachismo que no parecen graves porque no golpean de cerca). Sería también la pérdida de una de las mayores conquistas que podría tener el feminismo contemporáneo. Imagínense por un momento al artista reconociendo su error y ayudando a revolucionar el ‘trap’, apostando por canciones que se acerquen más al romance y menos a un sexo brutal plagado de descripciones innecesarias. Plausible iniciativa que Fuego & J. Balvin ya intentaron en el hit “35 pa’ las 12”: Las creaciones limpias parecen haber sido una de las mayores preocupaciones presentes en ‘Energía’, el nuevo disco del último de estos dos artistas.
¿Tendremos la madurez suficiente para convertir uno de los mayores escándalos del año, en algo positivo y en una conquista social que revierta parcialmente el impacto generado por “Cuatro babys”? ¿Es ingenuo creer que Maluma puede hacer un ‘mea culpa’ y corregir su error? ¿Es inocente pensar que una canción plagada de micromachismos –algunos dirán ‘macromachismos’, pero ese es el término correspondiente– puede derivar en una lección que no solo beneficie al artista sino también a todas las mujeres de América Latina?
Jamás lo sabremos si no lo intentamos.